martes, 30 de noviembre de 2021

Guerreros y campesinos, de Georges Duby

 

 

Según se deduce de la lectura de este libro, la historia de la economía europea durante el periodo comprendido entre los años 500 y 1200 va unida a avances tecnológicos y culturales. En un primer momento, el peor documentado, el progreso es muy lento, aunque deben distinguirse grados de desarrollo distintos según las zonas. El área más romanizada se encontraba en un estadio de su historia cultural y técnica notablemente más avanzado de aquel de la Europa llamada «salvaje», en general la situada al norte y al este de los límites del Imperio Romano en suelo Europeo. Durante estos primeros siglos de la Edad Media el hombre se limita a subsistir en una lucha diaria contra la naturaleza, un intento desesperado de arrancar, con útiles muy rudimentarios, algo de comer a una tierra apenas cultivada. En la zona meridional del continente, y en gran parte de la antigua Galia, existían unas infraestructuras y unos usos agrícolas consolidados que tuvieron que desarrollarse en el norte y el este, territorios que, a pesar de su atraso general, iban a tener siempre a su favor una mejor tecnología del hierro y, por tanto, mejores útiles bélicos y agrícolas. Otro de los pilares de la economía era el saqueo. Los hombres libres, agricultores, tenían derecho a portar armas y seguir a su señor en las expediciones depredadoras que este organizaba con la llegada del buen tiempo. En el territorio tradicional de los francos —Austrasia y Neustria—, una dinastía de hombres de la guerra consigue crear un imperio (carolingio) que se extiende por media Europa y ayuda a consolidar los territorios papales, organización religiosa que sancionará el poder carolingio.

 

Mapa de la expansión del Imperio Franco, entre 481 y 814.

(Atlas histórico de William R. Shepherd)

 

A la muerte de Carlomagno, comienzos del siglo IX, su imperio de desmembra por la falta de una autoridad tan fuerte como la suya. Surge entonces un colectivo de señores territoriales, dueños de tierras más o menos extensas, que apoyan su poder en el orden feudal, nuevo y duradero sistema social que vivirá pocos cambios hasta el surgimiento y la extensión del espíritu de lucro, ya al final de la Alta Edad Media. Hasta entonces, cuando surge muy pujante la clase de los mercatores y se inicia el predominio de las ciudades, la sociedad está organizada en oratores, aquellos que rezan por la salvación de las almas de los demás y acumulan un extraordinario patrimonio gracias a las donaciones de los fieles; bellatores, aquellos que defienden a los demás; y laboratores, los únicos que realmente trabajan y pagan impuestos, en su caso una infinidad de ellos, de todos los tipos imaginables y sobre cualquier actividad económica. Los señores, ya sean clérigos o civiles, viven de los gravámenes impuestos a los que trabajan, colectivo integrado por personas supuestamente libres. La tesaurización efectuada por los señores, sobre todo eclesiásticos —este es el colectivo mejor conocido gracias a la documentación que generaban—, les permite, con el paso del tiempo, construir lujosas residencias, reforzar la seguridad de las poblaciones por medio de murallas que los protejan de los ataques de sarracenos, vikingos y magiares y edificar templos cada vez más grandes y lujosos, actividades que fomentan la economía y la circulación de moneda, de uso cada vez más común y fabricada (acuñada) en más lugares. Los señores, de mentes ya más evolucionadas, comienzan en ciertas áreas a tener una visión moderna de la economía, basada más en el logro de unos ingresos regulares que en la consecución de un botín de guerra, a veces ingente pero de ingreso muy irregular. La clase de los mercaderes prospera junto a los centros de poder —palacios y monasterios— y crea burgos, ciudades, que comienzan a poseer cierto poder e independencia, sobre todo en zonas de Flandes e Italia septentrional. La Europa del año 1200 es ya muy distinta de aquella del 500.

            A pesar de contener pasajes que se hacen interminables por la densidad de su contenido, la lectura de Guerreros y campesinos contribuye de forma muy satisfactoria al acercamiento a una época de la historia europea de la que, habitualmente, y a pesar de la plétora de libros sobre historia medieval, comúnmente novelas históricas, que atestan los anaqueles de las librerías, se posee muy poca información rigurosa. Además, la información que suele poseerse sobre este periodo histórico a menudo es producto de un sesgo demasiado negativo, basado en tópicos sobre el atraso, la brutalidad y la ignorancia medievales. Una de las ideas principales del libro es la de lentitud. Los cambios que se van sucediendo lo hacen de manera insensible —la palabra «insensiblemente» se repite cada poco en la traducción de José Luis Martín—, característica del proceso histórico que sirve para ser consciente de la extensión en el tiempo de los cambios sufridos por la sociedad, las fronteras, los útiles agrícolas (la tecnología en general), el tipo de economía y el mundo de las ideas. Personalmente, y aunque ha estado a la vista desde siempre, ha sido enriquecedor advertir, gracias a esta lectura, cómo se han invertido los papeles de los países del sur y del norte de Europa, cómo los países romanizados, los más avanzados, modélicos para los demás en los albores de las Edad Media, han pasado a una posición secundaria en Europa gracias a un proceso iniciado en tiempos medievales, cuando el territorio romanizado había alcanzado la plenitud de su desarrollo y los territorios del norte, en estado semisalvaje, permanecían intactos y con un importantísimo potencial que desarrollar. La división de la iglesia cristiana ya en la Edad Moderna, el surgimiento del protestantismo y el subsiguiente distanciamiento de los territorios, obedientes o no a Roma, harían el resto.

 

 

 

Esquema comentado del contenido del libro

 

 

1.- Primera parte. Las bases. Siglos VII y VIII

El autor tiene que enfrentarse al obstáculo que supone la falta de documentación textual de este periodo, principalmente para el conocimiento de las áreas que no habían sido romanizadas.

 

1.a.- Las fuerzas productivas

En la Europa menos romanizada, el hombre se enfrenta a una naturaleza muy agreste que tiene que domeñar con el uso de útiles muy rudimentarios. En estos primeros siglos el clima es severo y la población escasa. Hay una división clara entre las zonas cultivadas (ager) y el bosque (saltus), sobre todo en la zona germánica. Los rendimientos agrícolas son muy bajos.

1.b.- Las estructuras sociales

1.b.1.- Los esclavos. No tenían absolutamente nada en propiedad, ni siquiera sus personas. El cristianismo prohibió la esclavitud pero no la persiguió y, claramente, la consintió.

1.b.2.- Los campesinos libres. Esta libertad, más extendida en zonas poco romanizadas, se expresaba, sobre todo, en los derechos a llevar armas, seguir a su señor en las expediciones de saqueo que llegaban con el buen tiempo y participar de las ganancias provenientes de ellos. Cultivaban tierras ajenas y, a pesar de la denominación, eran personas sometidas.

1.b.3.- Los señores. Eran los triunfadores del sistema, los poseedores de la riqueza. Entre ellos destacan los señores eclesiásticos, los cuales acrecentaban continuamente su patrimonio gracias a las donaciones de los fieles. Son los más conocidos por la abundante documentación generado por cenobios y centros de culto.

1.c.- Las actitudes mentales

Es un mundo rudo, en el que la cultura de la guerra predomina sobre cualquier otra. El saqueo se convierte en una necesidad: constituye una forma rápida de conseguir riquezas y poder consagrarlas a la redención del alma y, en general, a lograr el favor de las fuerzas divinas. Estos primitivos europeos se sienten fascinados por la romanidad e intentan imitar usos y costumbres de los antiguos romanos, perpetuados también en la organización eclesiástica. Uno de los usos imitados será el empleo de la moneda, determinante en el desarrollo de la economía.


2.- Periodo comprendido entre el siglo X y mediados del siglo XI

La tendencia guerrera de la Europa bárbara, que se extenderá a la romanizada, se convertirá en un importante factor económico.

2.a.- La etapa carolingia

Es una época de expansión de los francos, que conforman un imperio con cierta unidad en Europa central.

2.a.1.- Las tendencias demográficas. Gracias a una relativa pacificación y a una seguridad en las fronteras, la población crece.

2.a.2.- El gran dominio. Debido a la existencia de documentación para esta época y territorio, sobre todo el nuclear del Imperio —Neustria y Austrasia—, se conoce con cierto detalle cómo era la administración de las grandes fincas.

2.a.3.- El comercio. El Estado se preocupó de salvaguardar el comercio, de potenciar una actividad que tenía réditos para él. Los principales comerciantes eran judíos y frisones. Se constata una activación de la circulación monetaria.

2.b.- Las últimas agresiones

2.b.1- Los ataques. Provenían, principalmente, se sarracenos, vikingos y magiares.

2.b.2.- Los efectos. A corto plazo, traumáticos y visibles. A largo, benéficos: se reactivan la circulación de numerario y metales preciosos, los saqueos hacían que cambiaran de manos, y la construcción de murallas y fortalezas.

2.b.3.- Los centros de desarrollo. El desarrollo está focalizado en tres zonas: la Europa «salvaje» (Bohemia, Polonia y Hungría); alrededores del Mar del Norte (Inglaterra, Germania, Flandes y Normandía); y la Europa meridional (España y, sobre todo, Italia).

 

 

3.- Las conquistas campesinas. Desde mediados del siglo XI hasta finales del siglo XII

3.a.- La época feudal

3.a.1.- Los primeros signos de expansión. Se constata un fuerte crecimiento de la población y de la actividad reconstructora de iglesias. Esta produce una mayor circulación monetaria.

3.a.2.- El orden feudal. Surge como consecuencia de la debilidad de la autoridad real. Se constituyen tres órdenes claramente separados: los que rezan por todos (oratores), los que defienden a todos (bellatores) y los que trabajan y pagan impuestos por todos los demás (laboratores), un régimen injusto hasta lo inimaginable. Todo gira alrededor del señorío, ya sea este eclesiástico o civil.

3.a.3.- Los resortes del crecimiento. Quizá el más relevante es la propensión al lujo, que incentiva el comercio de objetos suntuarios y la construcción de iglesias nuevas y más capaces. Todo esto es posible gracias al proceso de destesaurización llevado a cabo, principalmente, por la Iglesia.

3.b.- Los campesinos

3.b.1.- El número de los trabajadores. Este número crece, y con él la producción. Esta va unida a un mayor número de hombres, al aumento de la extensión de la tierra cultivada y al perfeccionamiento de los útiles de trabajo.

3.b.2.- El factor técnico. El arado se vuelve más resistente, con más capacidad de ahondar en tierras duras, poco trabajadas. El buey empieza a ser sustituido por el caballo, más rápido. Los señores construyen molinos y hornos, que extiende el cultivo del trigo y el consumo de pan.

3.b.3.- La roturación. Se constata un claro aumento de la extensión de tierra cultivada motivado por el «espíritu de lucro».

3.c.- Los señores

Estos rebajan las cargas fiscales del campesinado para que este pueda progresar y contribuir más en el futuro.

3.c.1. El ejemplo monástico. Es el que mejor se conoce por la existencia de documentación, sobre todo de cluniacenses y cistercienses. Los primeros vivían como auténticos señores, ostentosos y despilfarradores. Esta conducta les obligó a recurrir al empeño y al préstamo.

3.c.2.- Explotar

    3.c.2.1- La renta de la tierra. Esta proviene sobre todo de hornos, molinos y diezmos, y cada vez se paga más con numerario.

   3.c.2.2.- La explotación directa. Los señores gestionan las tierras más productivas. Los campesinos acudían a trabajar esa tierra de la que ni siquiera eran colonos, a veces desde grandes distancias.

    3.c.2.3.- La explotación de los hombres. El campesino sufría una alta fiscalidad. La Iglesia debe dejar su labor prestamista a partir de 1163, cuando el Papa la prohíbe.

3.c.3.- Gastar

Los señores gastan, despilfarran, hacen que las monedas circulen y reactivan las ciudades formadas alrededor de sus cortes. Indirectamente, potencian el ascenso de artesanos y, sobre todo, comerciantes.

3.d.- El despegue

El ánimo de lucro se impone sobre la tendencia al despilfarro. Se deja de ‘destruir’ para ‘construir’. La ciudad ocupa ahora un lugar preponderante, perdido desde el declive del Imperio Romano. El numerario, la moneda, llega hasta los lugares más recónditos.

 

 

Georges Duby, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea, 500-1200. Madrid: Siglo XXI, 2020. [The Early Growth of the European Economy: Warriors and Peasants from the Seventh to the Twelfth Century, 1973. Traducción de José Luis Martín].

 

Víctor Espuny.