Mostrando entradas con la etiqueta Conrad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Conrad. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de junio de 2021

Tifón, de Joseph Conrad

            Se trata de una novela de acción, suspense, terror y conmiseración, todo junto y revuelto. El resultado, al que habría que añadir el carácter hogareño y epistolar de las últimas páginas, es brillante. El lector no puede soltar el libro un momento —lo hace con desagrado y por obligación— porque quiere saber cómo se resuelve la historia a pesar de poder intuir el final por alguna prolepsis muy medida.

Se trata del encuentro de un barco mixto velero-vapor, tipología muy abundante en la segunda mitad del siglo XIX, con un tifón en una zona del este de Asia. El barco, tripulado por británicos, lleva bandera siamesa y una carga humana, un centenar de culíes que van de vuelta a casa con sus ahorros tras haber estado trabajando duramente en otro lugar. Son personas con los que los tripulantes no conviven y con los que no pueden comunicarse por hablar distintas lenguas, característica del viaje que empeora la situación producida por la llegada de una borrasca que pone el barómetro en una señal de presión tan baja como nunca había visto el capitán, navegante experto. El punto de vista narrativo oscila entre los distintos personajes principales, todos occidentales, de los que vamos sabiendo poco a poco datos de sus biografías. Se puede echar de menos —un novelista actual lo incluiría— el punto de vista de los culíes: así tendríamos el panorama completo de los hechos y las emociones. De todas formas, la inclusión de ese punto de vista no es esperable en novelas de aquella época —Tifón es de 1902—, cuando los autores solían tener una visión perfectamente colonial de todo lo que no fuera Europa o la costa este de Estados Unidos; el punto de vista del indígena no contaba. Era otra época.

Joseph Conrad (1857-1924), novelista recomendable para cualquiera, nos deja en esta obra una vez más muestras de su pericia a la hora de contar —el lector siente como se hunde la proa en el abismo después del paso de cada gran ola—, de su profunda capacidad de observación y de su preocupación por los otros, los desheredados de tierras ubérrimas monopolizadas por europeos y explotadas sin ningún tipo de escrúpulos, preocupación más presente en su conocida novela El corazón de las tinieblas (1899).

En la obra de Conrad su biografía tiene mucho peso. Vivió una juventud arrojada y aventurera y solo se sentó a escribir cuando notó que la salud y las fuerzas no le acompañaban como antes. Fue un hombre de acción y un gran novelista, a quien uno no se cansa de leer.

 

Joseph Conrad, Tifón, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2013. [Typhoon; el nombre del traductor no aparece por ningún sitio, algo lamentable y posiblemente injusto].

 

Imagen: Vista satelital de un tifón el este de Filipinas. Foto AFP (bankokpost.com).

 

Víctor Espuny.

miércoles, 13 de enero de 2021

El agente secreto, de Joseph Conrad

            La lectura de ficciones tiene algo de estupefaciente, de droga sin la cual la vida sería mucho menos llevadera. La realidad tal como nos la cuentan la prensa y, a menudo, los libros de historia es aburrida, zafia, brutal, previsible, y en demasiadas ocasiones aparece expuesta de la manera menos delicada posible. El arte lo transforma todo. Hasta la más sórdida de las historias puede ser contada de manera brillante, elaborada y sensible, dejando además bien claras las implicaciones morales de la conducta humana. Ninguna de estas virtudes aparece en medios de comunicación al uso, esos molestos altavoces y ubicuas pantallas donde solo nos muestran retazos manipulados de una realidad demasiado presente.

He estado más de una semana inmerso en la lectura del relato de unos hechos acaecidos en Londres durante algún año de finales del siglo XIX; 1886 según se desprende del contenido de la página de 363. Se trata de hechos ficticios narrados en El agente secreto. Esta novela fue escrita por Joseph Conrad (1857-1924) y publicada en 1907. En ella se cuentan los últimos días de los miembros de una familia cuya cabeza visible, Adolf Verloc, se mueve en el oscuro y silenciado mundo de los confidentes policiales y los infiltrados en grupos terroristas. Según comenta el autor en el prólogo, la idea del relato surgió de la explosión real de un artefacto colocado cerca del observatorio londinense de Greenwich. No soy especialista en el tema, pero posiblemente la historia del terrorismo tenga uno de sus principales hitos en los movimientos anarquistas de finales del siglos XIX y de principios del XX, pudiéndosele seguir la pista a esta inhumana forma de actuar hasta nuestro días. Los personajes principales de la novela son variados: anarquistas, diplomáticos, policías, políticos y sencillas y amantes esposas. En el relato va a prevalecer el poder de los fuertes, representados por El Profesor, un individuo que posee conocimientos para fabricar explosivos. Este expresa en uno de sus parlamentos su firme creencia en la necesidad del exterminio de los débiles y los enfermos, anunciando de forma escalofriante lo ocurrido en los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. La verdadera y principal perjudicada de la historia, Winnie Verloc, es descrita y manejada en las últimas páginas, a partir del conocimiento de cierta noticia luctuosa, con una habilidad magistral. Conrad es un novelista notable, de aconsejable lectura para cualquiera. Resulta admirable, además, que escribiese en inglés, una lengua aprendida ya en la edad adulta. El suyo es un caso parecido al de Vladimir Nabokov, otro «migrante lingüístico». Una persona puede aprender en edad adulta otra lengua a un nivel comunicativo aceptable, pero hacerlo de manera que pueda manejarla en elevados registros literarios no es usual.  

 

Joseph Conrad, El agente secreto, ed. de Dámaso López García, Madrid, Cátedra (Letras Universales), 2018 (6ª ed.; la 1ª es de 1995). The Secret Agent. Traducción de Héctor Silva.

 

Imagen: Greenwich Park (alondoninheritance.com).

 

Víctor Espuny.