viernes, 27 de septiembre de 2019

Las bailarinas muertas, de Antonio Soler


Estampa malagueña de los años sesenta (malagaconacento)

            La novela de hoy es un nuevo ejercicio de simultaneidad. El narrador, que conforme las páginas avanzan parece más consciente de su misión —así al menos tiende a expresarlo en la última parte del libro (págs. 222, 266 y 304)—, tiene la voluntad de dejar testimonio de un tiempo vivido por él en Málaga, y por su hermano mayor en Barcelona. Son los años sesenta. El malagueño barrio de la Trinidad aún tiene las calles de tierra y viene a Málaga el circo donde trabaja Pinito de Oro. Seguramente la carga autobiográfica del libro —Soler nació en Málaga en 1956 y allí debió vivir su infancia— es importante. De Barcelona, y gracias a las cartas y las fotografías que manda el hermano, el narrador, un narrador-testigo como queda dicho, y en este caso además de forma muy explícita, cuenta, sobre todo, cómo era la noche del Paralelo y cómo eran las pensiones donde vivían sus artistas en aquellos años. Aquí hay cariño hacia los profesionales del espectáculo.
            A diferencia de Sur, la única novela que hasta el momento había leído de Soler, en este libro existe ternura, una ternura que no sabe el autor cómo se agradece y creo que hace mal en neutralizar con algunas acciones secundarias, no vitales para el argumento, que son ejemplo de truculencia. En un mundo que nos hacen ver como esencialmente violento y descortés, el encuentro con personas, o personajes, capaces de sentir empatía y amor por los demás es muy de agradecer. Y el humor también. Algunas de las páginas que Soler dedica a las andanzas de Mocos, Guille, Tatín y compañía son, en verdad, desternillantes.
Aconsejable.
           
Antonio Soler, Las bailarinas muertas, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016.

martes, 17 de septiembre de 2019

La piel fría, de Albert Sánchez Piñol


(Imagen de Public Domain Pictures)

Novela escrita en primera persona protagonista. La acción transcurre en las primeras décadas del siglo XX en un recóndito islote antártico. En esencia se trata de una profunda, entretenida y absorbente reflexión sobre la condición humana. Su autor es un barcelonés nacido en 1965. Las alusiones que contiene al proceso de independencia de Irlanda puede leerse como una llamada de atención sobre el actual proceso independentista catalán. Si te gustan los cuentos, la fantasía, las novelas de barcos y aventuras, si te gusta Joseph Conrad, si eres una persona ruda y al mismo tiempo sensible, puedes leerla sin pensar si te gustará o no. Lo hará.
Por cierto, un batiscafo (Batís Caffó) es duro, incómodo y poco habitable, como lo son el faro y su ocupante. Un triángulo puede ser muchas cosas, entre ellas un sapo huérfano necesitado de cariño y las interrelaciones nacidas entre tres amantes. Una segunda lectura de la novela descubriría muchas más relaciones sabiamente pensadas. No parece un texto escrito sin plan previo. Tiene mucho de circular.

Albert Sánchez Piñol, La piel fría, Barcelona, Alfaguara, 2015. [La pell freda, 2002]. Traducción de Claudia Ortego Sanmartín.

martes, 10 de septiembre de 2019

Sur, de Antonio Soler


Málaga en la actualidad (F. V. Espuny)

            No sé por qué pero es difícil encontrar algo así, un texto escrito sin ninguna pretensión comercial y usando las herramientas aprendidas durante toda una vida de buenas lecturas. Bueno, sí sé por qué. Porque autores hay muchos, pero escritores, escritores de verdad, los que piensan sobre todo en la expresión de su mundo interior, muy poquitos.
            Sur relata la vida de unos cuantos malagueños —los personajes principales son cinco o seis pero con los secundarios suman más de doscientos— durante un día de principios de agosto de un año sin determinar pero reciente, de principios de siglo XXI. En la contracubierta del libro se habla de 2016, pero no recuerdo haber encontrado durante la lectura ninguna fecha concreta. Quizá se deduzca de alguna alusión de la que no he sido consciente. Es un día de terral, ese asfixiante aire malagueño que cuando sopla a uno le gustaría estar en el infierno para estar fresquito. El relato comienza con el descubrimiento de un moribundo tirado en un solar poco antes de amanecer y termina en la madrugada siguiente, cuando casi todos los personajes principales están ya durmiendo o intentando conciliar el sueño. A lo largo de casi quinientas páginas, durante las cuales no hay lugar para un respiro, Antonio Soler (Málaga, 1956) nos va desvelando los misterios de esa muerte y de unas serie de hombres y mujeres cuyas vidas están de alguna manera conectadas, como suelen estar las vidas de todos los habitantes de una población. Siempre van a existir nexos de unión entre ellos. Se trata de un coro, no de la actuación de un solista. Los puntos de vista cambian continuamente, como también lo hacen los escenarios y los registros lingüísticos.  
            La lectura no es fácil. El lector debe haber conocido con anterioridad, y haber sido capaz de disfrutar con ellos, textos de Faulkner, Joyce, Martín Santos o Juan Goytisolo, autores que parecían escribir pensando en lectores exigentes o sin pensar en los lectores en absoluto.
            Destacaría en esta novela el rentable uso del presente narrativo. Las acciones están sucediendo ahora mismo, ante nuestros ojos, y además lo hacen todas a la vez. La narración, sobre todo cuando la novela está bien avanzada, salta sin aviso ni señal de una historia a otra buscando esa simultaneidad por la que han luchado tantos novelistas. Cómo narrar hechos que están ocurriendo al mismo tiempo en lugares distintos es el reto. Y Soler lo hace creando suspense y dosificando la información, pues son muchas las historias que pueden acabar mal. Una de las mayores virtudes de Sur es dejar sembrada en el ánimo del lector la curiosidad por lo que va a pasar al día siguiente, por cómo van a acabar todos esos personajes, que parecen navegar en barcas de timones rotos, ingobernables. Todos son víctimas de un destino y de un pasado del que no pueden escapar.
La novela contiene pasajes antológicos, algunos de ellos de inspiración clásica. Así puede considerarse un relato negro que lleva por nombre El vampiro de la calle Molinillo, contado por la abuela de uno de los personajes principales, «el Atleta», un alter ego del autor. Se encuentra entre las páginas 233 y 255. Muy recomendable.
A leer, que son dos días.

Antonio Soler, Sur, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2019 (4ª ed.; la 1ª es de 2018).