sábado, 22 de febrero de 2020

Todos mis cuentos, de Ana María Matute


La autora sobre 1950 (Foto: bauldeloslibrosasombrosos)

            Libro publicado en el año 2000 pero escrito mucho antes. Está compuesto por nueve relatos (acompaño los títulos de la fecha original de publicación de cada uno): El saltamontes verde (1960), El aprendiz (1960), Caballito loco (1962), Carnavalito (1962), El polizón del «Ulises» (1965), Paulina (1969), El País de la Pizarra (1957), Sólo un pie descalzo (1983) y El verdadero final de la Bella Durmiente (1995). Como podrá suponerse son muy distintos. No sé hasta qué punto Ana María Matute (1925-1914), su célebre autora, corrigió las narraciones originales para su publicación en el año 2000. Personalmente me han gustado más los primeros, los más antiguos, que no parecen ser los más célebres. Los de los años 60 y 62 tienen un aire intemporal y desubicado que recuerda de manera muy acusada los cuentos clásicos para niños. Todos comienzan con el «érase una vez» que tantas generaciones de lectores infantiles ha engatusado, reclamando su atención desde el minuto uno de la narración. Érase una vez, sí, y a ninguno le importa a qué momento se está refiriendo el autor, de que época hablamos. También se usaba la formula «en un lejano país» u otras así de vagas, que ayudaban a centrarnos en el drama humano vivido por los protagonistas, un conflicto universal, posible en cualquier sitio y en cualquier época. Resulta curioso observar que todos esos cuentos de Matute, los primeros, hablan de la generosidad del sacrificio y algunos de los siguientes también. Ese es el caso de El polizón del «Ulises», de trama muy movida y escrito con mucho sentido del humor y humanidad, rasgo este último presente en todos las obras de Matute que recuerdo haber leído. Ese niño abandonado a las puertas de una casa rica, donde solo viven tres hermanas solteras muy distintas entre ellas, que intenta seguir su propio camino al creerse ya mayor resulta muy atractivo. Los protagonistas de estos cuentos, casi siempre niños con mucha imaginación y propensión a la soledad y la melancolía, son siempre muy amables en el sentido recto del término. Todos los relatos reflejan épocas de la sociedad y la vida españolas ya pasadas pero siempre presentes en la base de la sociedad de hoy. Algunos de ellos son de mucha extensión.
Lectura muy recomendada para los que echen de menos su infancia o sientan una predilección especial por la mirada infantil de la vida.

Ana María Matute, Todos mis cuentos, Barcelona, Debolsillo, 2019.

jueves, 20 de febrero de 2020

Robert



(Foto: Víctor Espuny)

Robert tendrá unos veinte años. Viste ropas prestadas, disparejas pero limpias. Robert lleva los pelos largos y poco cuidados. Parecen ásperos. Es alto, delgado. Tiene la piel tostada por el sol y los ojos azules, sus grandes ojos fijos. Deambula por el parque o por el paseo marítimo a cualquier hora del día y en cualquier época del año. Siempre solo. En febrero, cuando los rayos del sol empiezan a calentar, aparece en la playa muy de mañana y se sienta en la arena cerca de la orilla. Y mira fijamente. Mira el mar. Horas y horas.
Robert subsiste gracias a los Ángeles de la Noche. Un colega de la calle lo saluda en la cola y él esboza una sonrisa que parece falsa, desconectada, como si no pudiese recordar quién es.
Robert chapurrea con fuerte acento extranjero un español callejero. No nació aquí. Tampoco importa. Es como los gorriones: poetiza, con su presencia, las mañanas del paseo.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón


 Foto: aavi.net/blog
            Se trata de un libro de relatos, diez en total. En ellos destaca de forma clara la primera persona narrativa. La acción de los relatos transcurre en general en Madrid y en la época actual. En muchos, notablemente en el primero, Fotosíntesis, predominan de manera desmedida las frases breves, cortantes, por lo que el lector recibe de entrada una impresión fuerte, quizá enojosa para alguno pero habilitadora para lo que vendrá después. En general todo el libro parece iluminado por una intención antiproustiana en el sentido sintáctico, como si el estilo del genial escritor francés, de sintaxis tan florida, arborescente incluso, fuese rechazado de manera consciente. Me han gustado los relatos titulados Merecía ser domingo, inspirado en modelos narrativos norteamericanos sobre amenazas invisibles y la psicosis que despiertan, La calidad del aire, sobre ese sueño que todos hemos acariciado alguna vez de romper absolutamente con todo e iniciar una vida nueva, Alrededor de la boda, el único cuento humorista, sencillo, donador de paz, y, sobre todos, El cielo en casa, escrito en una primera persona convertida pronto en segunda, en ese tú o usted tan inusual pero tan efectivo. El cielo en casa cuenta el viaje a los infiernos de una persona joven y con una autoestima muy baja que tiene la suerte, buena o mala, no voy a ser yo quien juzgue, de encontrar en su camino a otra muy dominante. El relato narra las fases por las que pasa la relación. Es un ejemplo de lo que podríamos llamar «literatura enferma», protagonizada por personas muy débiles o desequilibradas, que tantas tardes de gloria ha dado a la novela. Los perfiles psicológicos sanos no interesan, no son tan productivos, tan sugerentes, puestos a su literaturización. La vida, a menudo, es cruel.









Eloy Tizón, Técnicas de iluminación, Madrid, Páginas de Espuma, 2013.

jueves, 6 de febrero de 2020

Las armas secretas, de Julio Cortázar


Charlie Parker

            Publicado por primera vez en 1959, este libro del genio argentino contiene cinco relatos largos, uno de ellos, El perseguidor, más extenso, una novela corta o nouvelle. Paso a escribir un corto comentario de cada uno de ellos en el orden del libro.
            Cartas de mamá plantea el problema del sentimiento de culpabilidad, tan incapacitante cuando te coge de lleno. Es el más argentino de los cinco. Contiene una gran dosis de sugestión en su final, abierto e inquietante. Está relatado en tercera persona. Acuérdense de los nombres Víctor y Nico.
            Los buenos servicios está narrado en primera persona por su protagonista, Madame Francinet, una empleada del hogar que vive con estupefacción, inocencia y humor la manera de ser de los ricos, a menudo estrafalarios y casi siempre egoístas. La acción transcurre en París. Posee una crítica social dulcificada, si ello es posible, por la ingenuidad de la narradora. Cortázar está claramente del lado de Francinet.
            Las babas del diablo cuenta la manera en la que Roberto Michel, «franco-chileno, traductor y fotógrafo», intenta mediar en la vida de la ciudad cuando ve que puede hacerlo y ayudar con ello a una persona débil y necesitada. Está relatado en tercera persona pero en ningún momento se sabe bien dónde está el narrador, cuál es su punto de vista. Tiene un inicio muy interesante para los narratólogos porque incluye reflexiones sobre la elección de la persona gramatical en un caso como este, donde el autor intenta superar los modos de narración tradicionales.
            El perseguidor, quizá el más célebre de todos, cuanta los últimos meses de vida de Johnny Carter, un personaje ficticio directamente inspirado en el saxofonista Charlie Parker. Está narrado por Bruno, crítico musical, biógrafo y amigo personal de Johnny. Este relato hará las delicias de cualquier melómano. En él aparecen nombrados, y algunos materializados, muchos de los principales personajes reales del mundo del Jazz de la época, que tuvo en París el centro de su análisis y estudio intelectual. El relato contiene interesantes reflexiones sobre el mundo de los músicos de extracción humilde que poseen un don, un duende, inalcanzable para personas dotadas de muchos conocimientos técnicos, de mucha capacidad de análisis o estudio, pero no han nacido para ello. El perseguidor, Johnny, intenta por todos los medios alcanzar exactamente eso que quiere expresar y solo lo consigue en muy contadas ocasiones. Los intelectualizados no lo consiguen nunca, pero sí son capaces de explicar lo que hacen los fenómenos como Johnny Carter (Charlie Parker). Muchos de las intervenciones de Johnny en los diálogos, sobre todo cuando anda de copas con Bruno, contienen grandes hallazgos expresivos y potentes imágenes surrealistas. El perseguidor es también la historia de una autodestrucción. 
            Las armas secretas cuenta las razones que llevan a una mujer joven en los años de la posguerra en Francia a negarse a tener relaciones con un pretendiente que en realidad le gusta. El lector, que intuye algo en el desdoblamiento del yo del pretendiente, irá descubriendo qué le pasó a la mujer para sentir esa aversión hacia el contacto físico con un hombre. Es previsible, de acuerdo, pero está contando como solo pudo hacerlo Cortázar. Este es otro cuento muy inquietante, como el primero.

Julio Cortázar, Las armas secretas, Madrid, Cátedra, 2014 (22ª ed., la 1ª es de 1978).