martes, 18 de febrero de 2025

Lucky Jim, de Kingsley Amis

Kingsley Amis (mediastorehouse.com). 

            Se trata de una novela humorística sobre la vida de los departamentos universitarios británicos. La acción transcurre en los años cincuenta del siglo XX, pero el lugar y la época son más o menos flexibles, quiero decir que las ideas sobre el funcionamiento de dichos grupos humanos son extraíbles a otros tiempos y lugares. Está narrada en tercera persona y el narrador siempre se halla escrupulosamente situado en el punto de vista del protagonista. Este es un joven ayudante recién llegado, y por un periodo de prueba de dos años, al departamento de Historia Medieval de una universidad de provincias. Vive en una pensión con otros compañeros y frecuenta, por obligación, la casa del catedrático jefe, a quien no puede ver, aunque se cuida mucho de demostrar su animadversión porque su empleo depende de este señor. El catedrático, un ser muy pagado de si mismo, pedante y, en general, poco atrayente, tiene mujer e hijos, y uno de ellos una novia de la que Jim se enamora perdidamente, sin remedio: cae víctima de una de las pasiones más dignas de ser vividas. Para hacer méritos académicos, Jim envía a revistas artículos de investigación, trabajos suyos que acaban siendo vampirizados por los editores. También en el departamento de historia ve cómo el catedrático se aprovecha continuamente de sus facultades y su capacidad de trabajo. Jim tiene un grave problema con el alcohol, el mismo que sufría Kingsley Amis (1922-1995): es dipsómano. Su afición a beber sin medida genera muchos de los pasajes más divertidos de la obra. Otros, sobre todo un trayecto en autobús situado casi al final de la novela, son reflejo de un momento de sobriedad, muestra clara de la posibilidad de vivir de forma libre y resultar igual de cómico si se desea. No pretendo realizar un elogio de la abstinencia, desde luego, pues de todos es conocido cómo muchas de las grandes obras de la literatura no hubieran existido sin la contribución de este hábito autodestructivo.

            Poco más voy a añadir. Si quiere pasar unos cuantos días con una novela desternillante y tan apasionante y apasionada como lo fue su autor, ya sabe cuál leer, a ver si, para acabar, tiene usted tanta suerte como su asendereado protagonista, un antihéroe de lo más memorable.


Kingsley Amis, Lucky Jim, Madrid, Impedimenta, 2018. [Lucky Jim, 1953]. Traducción de Eder Pérez Garay.

 

Víctor Espuny.   

domingo, 9 de febrero de 2025

Intercambios, de David Lodge

Unsplash

            David Lodge (1935-2025) fue un novelista, profesor y crítico literario londinense. Murió hace apenas un mes. Tuve conocimiento de su existencia y de su obra gracias a la noticia de su fallecimiento. Puestos a leer algo de él, elegí la novela que a decir de casi todo el mundo es la mejor. Y aquí me tienen.

            Intercambios. Historia de dos universidades (1975) cuenta las peripecias sufridas por dos profesores universitarios durante un semestre de 1969. Uno de ellos, Philip Swallow, es británico; imparte clases en la universidad —ficticia— de Rummidge, en el centro de la isla. El otro, Morris Zapp, norteamericano, da clases en la universidad —ficticia— de Euforia, en la costa oeste. Ambas universidades poseen equivalentes reales que los críticos se han encargado de dilucidar. La novela —titulada Changing Places en inglés y Changement de décor en francés— basa su argumento en un intercambio entre los dos profesores. Por cuestiones del azar, pero verosímiles, ambos acaban viviendo en casa del otro y durmiendo con la mujer del otro, de manera que el intercambio de papeles es total. La novela pertenece a esa sabrosa época de la literatura en la que la sociedad no era tan pesimista como ahora y sobraba talento para escribir como a uno le apeteciese, sin pensar en el mercado, y atreviéndose con ciertas dosis de experimentación. Aunque las alteraciones en el orden del relato de los acontecimientos —analepsis, prolepsis, etc.— son pocas, sí abundan los cambios de técnicas narrativas, variaciones que añaden a la lectura un encanto que de otra forma hubiera estado ausente. Así, unas partes están contadas por un narrador omnisciente clásico; otras forman parte de la literatura epistolar, como si hubiéramos vuelto al siglo XVIII en las formas; otras están dominadas por largos diálogos; otras están escritas como si de un guion cinematográfico se tratase; y otras, finalmente, como si leyéramos una obra de teatro. A los dos personajes principales, ya mencionados, hay que añadir sus esposas, Hilary y Desirée, cuyas voluntades son básicas para cambiar el devenir de la historia. Se encuentran inmersas en sociedades muy distintas, una, la norteamericana, mucho más avanzada, pero ambas viven los primeros años de los movimientos hippy, pacifista y de liberación de la mujer, brindando así a la obra una modernidad que aún hoy día la mantiene fresca. A estos cuatro personajes destacados hay que añadir toda una colección de secundarios muy bien caracterizados y definidos. Además, y sobre todo, la novela es muy divertida: contiene pasajes ciertamente desternillantes por los choques que reciben ambos profesores al ser trasladados a un medio tan distinto al suyo. A pesar de la aparente fantasía con el que está escrito, el libro posee un alto grado de verosimilitud al haber sido inspirado por una temporada que Lodge pasó becado en Norteamérica junto a su mujer y sus dos hijos. El autor conocía bien el medio universitario, tanto que acabó dejando la enseñanza para vivir con más libertad.

Si quiere pasar un buen rato y recordar aquellos años sesenta en los que todo lo bueno parecía posible aún, este es su libro, que tendrá que sacar de una biblioteca, porque por el momento está completamente agotado.

 

David Lodge, Intercambios. Historia de dos universidades, Barcelona, Anagrama, 1997. [Ghanging Places. A Tale of Two Campuses, 1975; traducción de Francesc Roca].

 

Víctor Espuny.

sábado, 8 de febrero de 2025

Metempsícosis

 


Alma llevada al cielo por dos ángeles

(William-Adolphe Bouguereau)

 

Según se lee en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (edición digital de 2024), metempsícosis —o metempsicosis— es un derivado del latín metempsychōsis, y este del griego μετεμψύχωσις. Se trata —copio literalmente— de una «doctrina religiosa y filosófica de varias escuelas orientales, y renovada por otras de Occidente, según la cual las almas transmigran después de la muerte a otros cuerpos más o menos perfectos, conforme a los merecimientos alcanzados en la existencia anterior». Estamos, pues, ante un sinónimo de transmigración o reencarnación.

El recorrido lexicográfico de la palabra puede resumirse de la siguiente manera. En el primero de los diccionarios académicos españoles, conocido como Diccionario de Autoridades (1726-1739), la ortografía de la palabra es metempsychosis, la forma latina inalterada, aunque en el cuerpo de la definición se lee «pronunciase la ch como k». En cuanto a la definición, denota la intromisión de consideraciones morales o religiosas en el terreno de la ciencia, corriente aun en tiempos ilustrados por el poderoso influjo de la Iglesia en España. En su definición leemos: «Es voz griega, usada solamente para referir el error de Pythágoras y su Escuela, que creían que las almas de los que morían passaban à animar otros cuerpos, yá de hombres, yá de brutos indistintamente». Se habla de error, dejando bien sentada la ortodoxia religiosa de la obra. Doscientos años después, en la edición del Diccionario de la Lengua Española de 1914 (decimocuarta edición), a la información etimológica contenida en la edición digital de 2024 se añade el significado de μετεμψύχωσις: hacer pasar un alma a distinto cuerpo. La definición, copiada literalmente, es «doctrina religiosa y filosófica de varias escuelas orientales, y renovada por otras de Occidente, según la cual transmigran las almas después de la muerte a otros cuerpos más o menos perfectos, conforme a los merecimientos alcanzados en la existencia anterior». Vemos que en más de cien años la definición, salvo en el orden de la secuencia «transmigran las almas», ha permanecido completamente inalterada.

En ese corto viaje por diccionarios históricos, podemos recalar también en la obra del onubense Roque Barcia titulada Diccionario general etimológico de la Lengua Española (1880-1883). En la «reseña» de la entrada —una explicación personal del significado de la palabra en cuestión— Barcia escribe: «Tránsito de un alma á otro cuerpo, después de la muerte, ó de una existencia anterior. Los filósofos griegos, en general; y Pitágoras, en particular, sostenían que las almas iban á animar los cuerpos de diferentes animales, pasando desde los más nobles á los más viles y feroces, y siguiendo con los mismos vicios que las habían dominado. Los griegos tomaron estas doctrinas de los sacerdotes egipcios, que admitían la circulación de las almas en diferentes cuerpos de animales terrestres, acuáticos, volátiles; de donde, al cabo de tres mil años, volvían a animar cuerpos humanos. Esta creencia existe aún entre sianeses [sic], japoneses y negros de la Guinea; y á ella se debe en gran parte que diferentes pueblos se abstengan de comer carne», no vayan a comerse a un antepasado, añado con un poco de guasa y dejando bien claro cómo hasta el mismo Barcia, que se supone de ideas avanzadas para la época, estaba dominado por la falsa, pero extendida, creencia en la superioridad de los occidentales.

En cualquier caso, diría un racionalista puro, nos encontramos ante una de las fantasías que la mente del hombre ha creado para buscar consuelo para la idea de la muerte, horrorosa y difícil de digerir para la mayoría.

 

Víctor Espuny.