Duras en 1955. (Imagen: Lipnitzki/Roger Viollet/Getty Images)
Novela
corta emocionante por su lirismo. Narra algunos episodios de la convivencia de
una familia de inmigrantes radicados en un suburbio de París. La familia está
formada por un hombre de origen italiano, una mujer de origen eslavo y sus
siete hijos. Los personajes principales son los dos adultos y los dos hijos
mayores, Ernesto y Jeanne. La lluvia de
verano (1990) está inspirada en el guión de la película Los niños (1896), dirigida igualmente
por Margarite Duras.
La
novela posee muchos valores. Uno de
ellos, el más destacado, es la mirada humana y conciliadora que proyecta
Marguerite Duras (1914-1996) sobre el fenómeno de la inmigración, uno de los
principales hechos sociales que se está viviendo en todo el mundo. Ella, nacida
y criada en Vietnam, supo verlo con antelación. En Francia, y debido sobre
todo a la existencia de numerosas colonias francesas en el norte de África, es
una realidad desde hace décadas. Las personas buscan en otro país una vida
mejor a la que tienen en el suyo. Y deben ser acogidos.
La
visión de los inmigrantes que se suele dar en la mayoría de los medios de comunicación
es zafia y tramposa. Esas personas que llegan a nuestros países no vienen con
ideas delictivas ni de apropiación de unos recursos que no son suyos. Llegan necesitados,
sí, pero con ganas de trabajar y prosperar, de ser útiles a la sociedad que les
acoge. Gracias a estos aportes humanos se crean sociedades mestizas,
multiculturales, de una gran vitalidad. Es el futuro. Marguerite Duras ve el
fenómeno como lo vería un artista, alguien dotado de una sensibilidad especial,
con penetración y lucidez. Entre los miembros de la familia de inmigrantes de
la novela existe un amor que ya quisiéramos para la nuestra. No hay castigos
ni violencia de ningún tipo. Los hermanos mayores cuidan de los pequeños, que
sienten admiración hacia los primeros. Estos, por cierto, sobre todo Ernesto,
son superdotados. Ernesto no quiere ir a la escuela porque allí le van a enseñar
lo que no sabe, literalmente —son sus palabras—, porque no quiere que la
escuela lo moldee. Ama la libertad y, por ello, prefiere formarse a su manera y
a su ritmo. Ernesto es quien realiza al principio de la novela el hallazgo de un
libro. El libro, una Biblia, está deteriorado, quemado en su centro, pero
resulta posible leer parte de su contenido. Con sus lecturas del Antiguo
Testamento entretiene a los hermanos.
A
destacar también la comicidad de algunas situaciones —la familia posee un gran
sentido del humor— y la forma en la que Duras teatraliza muchos de los
diálogos, que aparecen acompañados de acotaciones y con una disposición
tipográfica propia de las obras de teatro. El personaje de la madre, una mujer
hechizadora por su belleza y el misterio que acompaña su vida, es igualmente muy
atractivo.
Novela
muy recomendable.
Marguerite Duras, La lluvia de verano, Madrid, Alianza Editorial, 2019 (2ª ed.; la 1ª
es de 1990). (La pluie d’été, 1990).
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia y María Isabel Reverte Cejudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario