Orwell en 1945 (Vernon Richards)
Narración
científica y distópica, en cierto sentido semejante a Un
mundo feliz (1932) de Aldous Huxley (1894-1963) pero con una carga política
mucho mayor. Georges Orwell (1903-1950) elabora en esta su novela última —murió
muy joven, de la tuberculosis que minaba su organismo desde los años veinte—
una profecía desencantada del futuro que esperaba a la sociedad de los países
desarrollados, especialmente del suyo, el Reino Unido, donde gobernaba desde
hacía años el partido laborista, que él, situado más a la izquierda, veía
retrógrado, totalitario y fascistoide. Esta es la lectura más tentadora de
todas las que pueden hacerse de la novela, expuesta por Thomas Pynchon (1937)
en el epílogo escrito para la novela en 2003.
Dada
la inabarcable lista de críticas y comentarios que de 1984 se han escrito, me voy a limitar a escribir de la obra lo que
me apetezca, actitud, por otra parte, que aún puedo asumir al vivir en una
sociedad que creemos libre.
Desengaño. Esta es la palabra
que puede sintetizar la experiencia vital de Orwell, persona conocedora de las
míseras condiciones en las que vivía el proletariado de distintos países, clase
social —aún existen, no parece que vayan a dejar de hacerlo— homenajeada en su
novela al ser la única que conserva en su seno los impulsos y los sentimientos
que nos hacen humanos. Orwell imagina una sociedad futura dividida en tres
castas bien separadas de las que las dos superiores, los altos y los bajos
funcionarios del partido, aun poseyendo familias, han perdido cualquier atisbo
de lazo afectivo. Los hijos pueden denunciar a sus padres a la Policía del
Pensamiento si piensan que han cometido alguna desviación ideológica, un crimental en la nuevalengua, y entre las parejas no existe lo que siempre se ha
conocido como amor, la entrega desinteresada a otra persona basada en el placer
que nos causan su cercanía y su felicidad. Winston Smith, el protagonista, vive
(cree estar viviendo) una historia de amor con Julia y se considera un
disidente capaz de cooperar en la caída de un régimen totalitario que ve
necesario combatir. La novela no puede reflejar un desencanto mayor. Lástima
que su autor no viviera más años para comprobar cómo su texto ha servido desde
su creación para la toma de conciencia de la manipulación que todos sufrimos
por las clases dirigentes, hoy día conformadas por las altos directivos de las
grandes plataformas digitales que gobiernan el mundo, hábiles practicantes del doblepiensa y dueños de herramientas de
vigilancia de una efectividad inimaginable en la época de Orwell, artefactos como el que
usted, lector, tiene en su mano en este momento. Nosotros, simples proles, somos humildes esclavos de la
economía digital, incapaces de pensar libremente. La pesadilla continúa.
George Orwell, 1984, Barcelona, Debolsillo, 2013. (Nineteen Eighty-Four, 1949). Traducción
de Miguel Temprano García.
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