Muchos, creo que todos,
quisieran haber escrito una ópera prima como esta, obra de los veintitantos
años que demuestra un dominio del lenguaje y las imágenes que casi nadie consigue
aun viviendo noventa. Juan Marsé (1933-2020) ha sido uno de esos raros fenómenos
editoriales que consigue triunfar también entre los críticos independientes. En
fin, que nadie intente compararse con él si se dedica a escribir ficción,
porque si lo hace probablemente deje de hacerlo, agache la cabeza y emplee su
tiempo en pergeñar artículos sobre la actualidad o reseñas de novelas para
acabar siendo tragado de manera inmisericorde por las fauces del tiempo. Dentro
de unos años, todos calvos y todos olvidados. Todos menos artistas como Marsé.
Encerrados
con un solo juguete (1960) cuenta lo sucedido en un triángulo
amoroso en el que uno de los vértices, Tina, forma parte de una unidad familiar
cuya residencia resulta un lugar decadente y opresivo, como también lo son las
relaciones que existen entre los miembros de las distintas familias, de las que
solo parece salvarse, por menos morbosa, la mantenida entre la madre del
personaje principal y este mismo, Andrés, un individuo de aparente diseño
autobiográfico. Andrés desdeña la compañía de los muchachos de su edad de
comportamientos abusivos con las chicas, rasgo propio, desde siempre, de la
personalidad de muchos escritores, individuos muy observadores y de mirada
especialmente sensible. La acción transcurre en Barcelona en los años
cincuenta, cuando las huellas de la guerra civil están aún muy presentes en la
vida de sus habitantes. Marsé, como la mayoría de los novelistas, recrea sus
experiencias, en su caso muy determinadas por la guerra, comenzada cuando él
tenía tres años. Intenten imaginar cómo pudo vivir aquello un niño.
Marsé escribe y encara las
situaciones de sus novelas de forma determinada y creativa. De Encerrados con un solo juguete podría destacarse
la adjetivación, valiente en la elección y nunca demasiado abundante, y la
creación de imágenes, algunas cargadas de lirismo, usadas por el autor para
describir sensaciones y cuadros materiales, físicos.
En el argumento, la fea
realidad se impone sobre otras consideraciones: no eran tiempos aquellos para
memeces o romanticismos insulsos. De todas formas, aunque solía hacerse el
duro, Marsé debía tener un corazón que no le cabía en el pecho. Eso, seguro.
Juan Marsé, Encerrados
con un solo juguete, Barcelona, Debolsillo, 2020.
Víctor Espuny.
No hay comentarios:
Publicar un comentario