(iStock / EvgenyBuzov)
León Tolstói (1828-1910) es un
autor del que uno puede enamorarse gracias a su biografía. Su
pertenencia a una familia de la alta nobleza rusa y su posesión de unos
escrúpulos morales basados en una necesaria sensibilidad social, en un
preocuparse por los demás, conformaron una persona y una obra
literaria de conocimiento imprescindible. Algunas de las principales corrientes
de conducta actuales, casi religiones, llamadas veganismo, vegetarianismo,
pacifismo y naturismo fueron apoyadas y difundidas por él hace más de un siglo. A lo largo de su
vida, y en un continuo proceso de autoconocimiento y maduración, se comportó de
todas las maneras posibles, desde la correspondiente a un muchacho sensual,
vitalista, vicioso y frívolo hasta la propia de un hombre mayor reflexivo y
profundamente solidario.
Los cosacos (1863) es una novela basada
en experiencias bélicas, cinegéticas y amorosas del autor en las que se recrea
la vida de un joven aristócrata militar ruso destacado en la región noreste del
Cáucaso, donde las fronteras son muy borrosas y difícil la convivencia con los
vecinos chechenos, un reflejo lejano del enfrentamiento que aún continúa en
nuestros días y llega a los periódicos occidentales como el eco de algo ajeno. El protagonista de la narración, Olenin, aristócrata y urbanita, aparece
contrapuesto a su antagonista, Lukashka, un cosaco joven, muy valeroso y perfectamente
adaptado a la naturaleza que les rodea. Como mentor ocasional del primero
aparece el tío Eroshka, un anciano vital y experto en todos los conocimientos
que le faltan a Olenin para sobrevivir en aquella sociedad, de costumbres muy
sencillas, naturales, que su misma sofisticación le impide practicar con éxito.
En
la novela destacan el éxtasis por la contemplación de los grandes escenarios
naturales —las estepas, los ríos caudalosos, las cumbres de nieves perpetuas— y
la fascinación por la sencillez de las costumbres primigenias, despreciadas en
la gran ciudad, lugar de complicadas reglas sociales, solar de la falsedad y la
hipocresía. Tolstói conoció personalmente a los cosacos, los vio guerrear,
cazar, hacer el amor a sus mujeres, observó de cerca a las cosacas, sus reuniones de mujeres solteras o casadas, y describe con admiración sus comportamientos
como dignos de una sociedad ideal en la que un hombre de ciudad, aquejado de
deformaciones ya imborrables, nunca podrá ser admitido como uno más. Las
experiencias que le llevaron a escribir esta novela sirvieron de base también
para el desarrollo de su admirable ideario de madurez.
León Tolstói, Los cosacos, Madrid, Alianza Editorial, 2014. Traducción de Irene y
Laura Andresco revisada por Víctor Andresco,
Imagen: Iglesia de la Trinidad de Guergueti (Georgia).
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