(Fotografía de José Aymá)
Ha pasado ya mucho tiempo de
aquellos emocionantes, delicados discos de Hilario Camacho (1948-2006),
productos de una extraordinaria sensibilidad musical. Su discografía, recogida
de manera exhaustiva por Álvaro Alonso en Hilario
Camacho. El trovador de Chamberí, consta de once álbumes, pero ninguno como
los tres primeros: A pesar de todo
(1973), De paso (1975) y La estrella del alba (1976). En ellos
están contenidos regalos para el alma y el oído como «Ven aquí», «Volar es para
pájaros», «Dolores, Dolores», «Pequeña muerte», «Cuerpo de ola», «María»... De
aquella época datan también las colaboraciones de Hilario como arreglista en
los mejores temas del muy conocido Joaquín Sabina. «Calle Melancolía» y
«Pongamos que hablo de Madrid», por ejemplo, no lucirían como lucen en sus
versiones originales, cuando Sabina no necesitaba aún de un foniatra, si no
hubiera estado ahí Hilario Camacho para darles su toque personal. Pero… ¿Hilario
Camacho es conocido? Para Álvaro Alonso, autor de esta excelente biografía, no
lo es. El libro no necesita justificación, pero el autor se la da ya al final:
«Si existe este libro es por eso, para hacerle justicia y para darle a conocer,
porque por increíble que parezca para mucha gente es un desconocido» (pág.
325). Totalmente de acuerdo con él. Algunos tenemos la costumbre de pararnos a
escuchar a los músicos callejeros, muchos de ellos excelentes. A veces —no
tantas como se quisiera—, uno encuentra guitarristas que interpretan temas de
cantautores españoles y extranjeros. Algunos son maravillosos, tienen buenas y
afinadas voces. Lo hacen bien. Y uno piensa: «Seguro que su repertorio contiene
algo de Hilario». Y esperas a un descanso para preguntarles y te dicen que no, que
quién es ese músico. Este libro está aquí para explicarles quién fue. Es un libro
necesario.
La obra de Álvaro Alonso
descubre los porqués de la tristeza desgarradora de los primeros discos de
Hilario. Nos habla de su infancia, tan solitaria. Conocemos cómo era su padre, sevillano,
por cierto, y la temprana muerte de la madre. Poco a poco vamos descubriendo
las claves de su psicología, por qué tenía aquella autoestima tan baja. Y
también descubrimos por qué no quiso formar parte del show business. Hilario, todos lo sabemos, siempre prefirió los
conciertos en salas pequeñas, a menudo él solo con su guitarra, con frecuencia
sin apenas publicidad. Era un verdadero artista. Alonso hace en este libro un
admirable seguimiento de sus actuaciones por todo el país, pero aun así se le escapan algunas. Recuerdo haber asistido a un concierto suyo en la feria de la
Puebla de Cazalla a finales de los setenta, la única vez que hablé con él. Iba
vestido con un pantalón vaquero de peto, parece que lo estoy viendo. Cuando bajó
del escenario me aproximé para pedirle un autógrafo, un favor para un amigo muy
tímido. Eso fue todo. Lo mejor fue su respuesta: «¡Hombre! ¡No me vengas con
horteradas!». Cuánta razón tenía, más que un santo, como decimos por aquí. También
lo vi actuar en Écija y Estepa. Ninguna de estas actuaciones aparece reflejada
en el libro. Con esto no quiero quitar mérito a la obra de Alonso. Dada la ubicuidad
de Hilario, la inquietud de su espíritu, su extraordinario movilidad en algunas
épocas, resulta completamente imposible tener constancia de todas sus
actuaciones, sobre todo en poblaciones no muy grandes.
Hilario
Camacho. El trovador de Chamberí realiza un repaso a la
historia de la música española creada en los años comprendidos entre 1966 y
2006, y no solo a la música, también a los músicos que la interpretaban, cómo
vivían, dónde ensayaban, cómo aprendían unos de otros, etc. Gracias a
fotografías impagables, el libro contiene cientos, vemos cómo eran las
actuaciones de los cantautores en los años 60 y 70, con un señor de bigotito mandado
por la autoridad para tomar nota de lo que decía y hacía cada uno. Asistimos a
la época dorada de los músicos que se apuntaron a las caravanas políticas del
PSOE, trabajos que consistían en actuar en los mítines, obviamente para atraer
al personal, y para los que estaban obligados a firmar una cláusula de
exclusividad (pág. 188). Conocemos la decisiva influencia que tuvo Hilario en
la trayectoria de músicos hoy célebres, como el saxofonista y flautista Jorge
Pardo, que, entrevistado para el libro, recuerda las actuaciones con Hilario
como las primeras importantes de su vida, y cómo entró en contacto con el
flamenco, donde luego ha trabajado e innovado tanto, gracias a una visita a
Sevilla con Hilario. Viajamos en el tiempo para asistir a grabaciones
discográficas con el severo Alain Milhaud, ya fallecido, y con el inefable
Gonzalo García Pelayo. Convivimos con Triana, con Gualberto, con María del Mar
Bonet, con Iceberg, con Smash. Leemos cuartillas donde se mecanografiaron las
letras de las canciones de Hilario para que fueran revisadas y autorizadas por
la Dirección General de Teatro y Espectáculos. Y así un caudal de datos y
documentos de gran valor. Para la realización de la biografía Alonso ha
entrevistado a más de ciento cincuenta personas y ha tenido acceso al archivo
personal de Hilario, custodiado por sus familiares. En él ha hallado cientos de
letras de canciones aún sin musicar y decenas de ellas musicalizadas, grabadas
con aceptable calidad en su estudio casero. Todas inéditas. Fue un creador inagotable.
Su muerte, por cierto, fue
accidental. La descripción que Alonso realiza de ese desgraciado momento es muy
emocionante.
Larga vida a Hilario.
Larga vida a Hilario.
Álvaro Alonso, Hilario Camacho. El trovador de Chamberí, Madrid, Sílex Ediciones,
2020.
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