miércoles, 20 de mayo de 2020

Hilario Camacho. El trovador de Chamberí, de Álvaro Alonso



(Fotografía de José Aymá)

Ha pasado ya mucho tiempo de aquellos emocionantes, delicados discos de Hilario Camacho (1948-2006), productos de una extraordinaria sensibilidad musical. Su discografía, recogida de manera exhaustiva por Álvaro Alonso en Hilario Camacho. El trovador de Chamberí, consta de once álbumes, pero ninguno como los tres primeros: A pesar de todo (1973), De paso (1975) y La estrella del alba (1976). En ellos están contenidos regalos para el alma y el oído como «Ven aquí», «Volar es para pájaros», «Dolores, Dolores», «Pequeña muerte», «Cuerpo de ola», «María»... De aquella época datan también las colaboraciones de Hilario como arreglista en los mejores temas del muy conocido Joaquín Sabina. «Calle Melancolía» y «Pongamos que hablo de Madrid», por ejemplo, no lucirían como lucen en sus versiones originales, cuando Sabina no necesitaba aún de un foniatra, si no hubiera estado ahí Hilario Camacho para darles su toque personal. Pero… ¿Hilario Camacho es conocido? Para Álvaro Alonso, autor de esta excelente biografía, no lo es. El libro no necesita justificación, pero el autor se la da ya al final: «Si existe este libro es por eso, para hacerle justicia y para darle a conocer, porque por increíble que parezca para mucha gente es un desconocido» (pág. 325). Totalmente de acuerdo con él. Algunos tenemos la costumbre de pararnos a escuchar a los músicos callejeros, muchos de ellos excelentes. A veces —no tantas como se quisiera—, uno encuentra guitarristas que interpretan temas de cantautores españoles y extranjeros. Algunos son maravillosos, tienen buenas y afinadas voces. Lo hacen bien. Y uno piensa: «Seguro que su repertorio contiene algo de Hilario». Y esperas a un descanso para preguntarles y te dicen que no, que quién es ese músico. Este libro está aquí para explicarles quién fue. Es un libro necesario.
La obra de Álvaro Alonso descubre los porqués de la tristeza desgarradora de los primeros discos de Hilario. Nos habla de su infancia, tan solitaria. Conocemos cómo era su padre, sevillano, por cierto, y la temprana muerte de la madre. Poco a poco vamos descubriendo las claves de su psicología, por qué tenía aquella autoestima tan baja. Y también descubrimos por qué no quiso formar parte del show business. Hilario, todos lo sabemos, siempre prefirió los conciertos en salas pequeñas, a menudo él solo con su guitarra, con frecuencia sin apenas publicidad. Era un verdadero artista. Alonso hace en este libro un admirable seguimiento de sus actuaciones por todo el país, pero aun así se le escapan algunas. Recuerdo haber asistido a un concierto suyo en la feria de la Puebla de Cazalla a finales de los setenta, la única vez que hablé con él. Iba vestido con un pantalón vaquero de peto, parece que lo estoy viendo. Cuando bajó del escenario me aproximé para pedirle un autógrafo, un favor para un amigo muy tímido. Eso fue todo. Lo mejor fue su respuesta: «¡Hombre! ¡No me vengas con horteradas!». Cuánta razón tenía, más que un santo, como decimos por aquí. También lo vi actuar en Écija y Estepa. Ninguna de estas actuaciones aparece reflejada en el libro. Con esto no quiero quitar mérito a la obra de Alonso. Dada la ubicuidad de Hilario, la inquietud de su espíritu, su extraordinario movilidad en algunas épocas, resulta completamente imposible tener constancia de todas sus actuaciones, sobre todo en poblaciones no muy grandes.
Hilario Camacho. El trovador de Chamberí realiza un repaso a la historia de la música española creada en los años comprendidos entre 1966 y 2006, y no solo a la música, también a los músicos que la interpretaban, cómo vivían, dónde ensayaban, cómo aprendían unos de otros, etc. Gracias a fotografías impagables, el libro contiene cientos, vemos cómo eran las actuaciones de los cantautores en los años 60 y 70, con un señor de bigotito mandado por la autoridad para tomar nota de lo que decía y hacía cada uno. Asistimos a la época dorada de los músicos que se apuntaron a las caravanas políticas del PSOE, trabajos que consistían en actuar en los mítines, obviamente para atraer al personal, y para los que estaban obligados a firmar una cláusula de exclusividad (pág. 188). Conocemos la decisiva influencia que tuvo Hilario en la trayectoria de músicos hoy célebres, como el saxofonista y flautista Jorge Pardo, que, entrevistado para el libro, recuerda las actuaciones con Hilario como las primeras importantes de su vida, y cómo entró en contacto con el flamenco, donde luego ha trabajado e innovado tanto, gracias a una visita a Sevilla con Hilario. Viajamos en el tiempo para asistir a grabaciones discográficas con el severo Alain Milhaud, ya fallecido, y con el inefable Gonzalo García Pelayo. Convivimos con Triana, con Gualberto, con María del Mar Bonet, con Iceberg, con Smash. Leemos cuartillas donde se mecanografiaron las letras de las canciones de Hilario para que fueran revisadas y autorizadas por la Dirección General de Teatro y Espectáculos. Y así un caudal de datos y documentos de gran valor. Para la realización de la biografía Alonso ha entrevistado a más de ciento cincuenta personas y ha tenido acceso al archivo personal de Hilario, custodiado por sus familiares. En él ha hallado cientos de letras de canciones aún sin musicar y decenas de ellas musicalizadas, grabadas con aceptable calidad en su estudio casero. Todas inéditas. Fue un creador inagotable.
Su muerte, por cierto, fue accidental. La descripción que Alonso realiza de ese desgraciado momento es muy emocionante. 
          Larga vida a Hilario.

Álvaro Alonso, Hilario Camacho. El trovador de Chamberí, Madrid, Sílex Ediciones, 2020.

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