El
estadounidense Raymond Carver (1938-1988) está considerado uno de los autores
principales del llamado realismo sucio, una rama del realismo —corriente nacida
mucho antes, en el siglo XIX— que se concentra en lugares, personas o
situaciones poco agradables; parece poseer debilidad por lo morboso y, en
ocasiones, por lo muy desagradable. No es una corriente que sea de mi agrado
pero debo reconocer que los relatos de Carver poseen rasgos muy inspiradores.
Tienen la virtud de comenzar en mitad de la acción y terminar cuando esta aún
no lo ha hecho, como si abriéramos durante un tiempo limitado la ventana que
nos comunica con un mundo, como si entráramos de sopetón en un cuarto donde
tiene lugar una conversación y nos saliéramos antes de que acabase y a pesar de
ello pudiésemos formarnos una idea muy completa de qué va aquello y de cómo son los personas que allí hay, personas de las que previamente no sabemos
absolutamente nada y a menudo no contamos ni con un solo adjetivo para
caracterizarlas. Los diálogos, muy ágiles, ocupan la mayoría de las páginas.
Las historias suelen ser, por otra parte, muy humanas, estar relacionadas con
las cosas que de verdad importan: el amor, el dolor y la muerte. Hay poco más
de lo que hablar. Muchos de los relatos de este libro fueron llevados hace años
al cine.
Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Barcelona, Anagrama, 2020
(16ª ed.). Traducción de Jesús Zulaika.
Imagen: Carver trabajando en su estudio.
(elmundo.es).
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