La sinagoga principal de Melilla (acuarela de Enrique Ordoñez).
Novela que cuenta la vida de una familia muy condicionada por la necesidad de estar libre de las murmuraciones y del ostracismo social. No he disfrutado mucho con el libro, pero su lectura tampoco ha supuesto un sacrificio. Me explico. No he encontrado en sus páginas hallazgos
lingüísticos, metáforas enternecedoras, joyas léxicas, rarezas que te hagan
usar el diccionario con el placer de quien se sabe a punto de entender y
encajar una palabra nueva en su vocabulario, pero sí me he dejado llevar por la narración, por el qué pasará
después, por las ganas de saber en qué quedarán las cosas, adoptando la postura
del lector de novela de todos los tiempos, que quiere que atrapen su atención
con una historia de pasiones humanas. La acción recorre un arco temporal de
unos treinta años, desde los cincuenta hasta los ochenta del siglo XX, y se
desarrolla principalmente en tres poblaciones: Melilla, Málaga y Zaragoza. Las
páginas del texto se dividen en un prólogo y cinco grandes apartados,
encabezado cada uno con las palabras «La novela de [Samuel o Mercedes o Miriam
o Elías o Daniel]». Al final figuran un par de páginas dedicadas a
agradecimientos y bibliografía. El prólogo comprende la única parte de la
narración que no se encuentra exactamente en el orden cronológico que guardan
las demás, en general bastante predecible.
Desde el punto de vista del hallazgo
cultural, la parte más atractiva del libro es aquella titulada «La novela de
Samuel», la primera después del prólogo. En ella se cuentan el auge y la caída
de la ciudad de Melilla con el nacimiento y la desaparición del Protectorado
Español de Marruecos. Samuel, padre de la familia Caro Campillo, es de origen sefardí y religión
hebrea, aunque poco practicante en un principio, y miembro muy destacado de la
comunidad israelita melillense por los contactos que posee con los funcionarios de
la administración española, sobre todo con los militares, entonces determinantes.
Samuel está casado con Mercedes Campillo, una gentil, zaragozana y católica, y cada miembro
del matrimonio vive su religión con libertad. Tienen dos hijas, Miriam y Sara,
entonces pequeñas. La desaparición del protectorado, el nacimiento del
Marruecos moderno, crecido y fortalecido a partir de finales de los años
cincuenta, va a suponer la necesaria emigración, por estar perseguidos, de los
judíos establecidos en la zona marroquí del protectorado, y en esa emigración,
clandestina, Samuel va a jugar un papel principal, caritativo y bienhechor.
Esta parte de la novela parece bien documentada, es la que requirió un mayor esfuerzo
de investigación por parte del autor, y posee, como ya he señalado, interés
para el amante de la historia de nuestro país. Alcanza su punto culminante con
el naufragio del Pisces, que tuvo lugar en febrero de 1961. Tiene un colofón en
el último de los capítulos —«La novela de Daniel»—, que viene a responder algunas
de las preguntas que habían quedado sin respuesta y a completar la historia de
la rama melillense de la familia. El segundo gran capítulo —«La novela de
Mercedes»— posee el atractivo de contar el nacimiento y el desarrollo del
malacitano barrio de la Malagueta, en especial de su zona residencial más
antigua, aquella nacida frente al mar en el Paseo Ciudad de Melilla, en
concreto en aquellos bloques comprendidos entre el paseo mencionado y las
calles Reding, Magallanes y Pintor Martínez Virel. Parece fácil imaginar que
muchos de los compradores iniciales de los pisos de aquellos bloques fueron
españoles —militares de alta graduación retirados y comerciantes enriquecidos—
que previeron el ocaso de la ciudad de Melilla y cruzaron el mar para
establecerse en la Península. En aquella época, cuando el fin del protectorado,
existía además la creencia entre los melillense de que la ciudad iba a ser
pronto absorbida por Marruecos, lo que, unido a un claro declive económico,
produjo una nutrida emigración. A estas alturas de la novela se han producido
ya dos de las grandes crisis contenidas en su argumento: el naufragio del
Pisces y la fuga de una de las hijas con su novio. Estas crisis —más adelante
aparecerán otras dos (el incendio del Hotel Corona de Aragón y un accidente de
moto)— son fundamentales para impulsar la historia, en ocasiones demasiado demorada
en narraciones detalladas de acciones inocuas y previsibles, rasgos que acercan
la novela a los más comerciales superventas. El final de la novela —muy parecido
al usado por Martínez de Pisón para la conclusión de su libro de memorias Ropa
de casa, comentado en esta web hace unas semanas— es muy sugerente,
espiritual, fruto de la imaginación de la convocatoria de personas ya
fallecidas. Un personaje, Felisa, contratado por Mercedes en Zaragoza para el
servicio doméstico, está muy logrado: su tierna rudeza y su inteligencia
natural enamoran al lector. Y no es el único.
Ignacio
Martínez de Pisón, La buena reputación, Barcelona, Seix Barral, 2023
(10ª imp. de la 1ª ed., y esta de 2014); 636 págs.
Víctor
Espuny.
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