viernes, 18 de octubre de 2024

La buena reputación, de Ignacio Martínez de Pisón

 

La sinagoga principal de Melilla (acuarela de Enrique Ordoñez).

            Novela que cuenta la vida de una familia muy condicionada por la necesidad de estar libre de las murmuraciones y del ostracismo social. No he disfrutado mucho con el libro, pero su lectura tampoco ha supuesto un sacrificio. Me explico. No he encontrado en sus páginas hallazgos lingüísticos, metáforas enternecedoras, joyas léxicas, rarezas que te hagan usar el diccionario con el placer de quien se sabe a punto de entender y encajar una palabra nueva en su vocabulario, pero sí me he dejado llevar por la narración, por el qué pasará después, por las ganas de saber en qué quedarán las cosas, adoptando la postura del lector de novela de todos los tiempos, que quiere que atrapen su atención con una historia de pasiones humanas. La acción recorre un arco temporal de unos treinta años, desde los cincuenta hasta los ochenta del siglo XX, y se desarrolla principalmente en tres poblaciones: Melilla, Málaga y Zaragoza. Las páginas del texto se dividen en un prólogo y cinco grandes apartados, encabezado cada uno con las palabras «La novela de [Samuel o Mercedes o Miriam o Elías o Daniel]». Al final figuran un par de páginas dedicadas a agradecimientos y bibliografía. El prólogo comprende la única parte de la narración que no se encuentra exactamente en el orden cronológico que guardan las demás, en general bastante predecible.

            Desde el punto de vista del hallazgo cultural, la parte más atractiva del libro es aquella titulada «La novela de Samuel», la primera después del prólogo. En ella se cuentan el auge y la caída de la ciudad de Melilla con el nacimiento y la desaparición del Protectorado Español de Marruecos. Samuel, padre de la familia Caro Campillo, es de origen sefardí y religión hebrea, aunque poco practicante en un principio, y miembro muy destacado de la comunidad israelita melillense por los contactos que posee con los funcionarios de la administración española, sobre todo con los militares, entonces determinantes. Samuel está casado con Mercedes Campillo, una gentil, zaragozana y católica, y cada miembro del matrimonio vive su religión con libertad. Tienen dos hijas, Miriam y Sara, entonces pequeñas. La desaparición del protectorado, el nacimiento del Marruecos moderno, crecido y fortalecido a partir de finales de los años cincuenta, va a suponer la necesaria emigración, por estar perseguidos, de los judíos establecidos en la zona marroquí del protectorado, y en esa emigración, clandestina, Samuel va a jugar un papel principal, caritativo y bienhechor. Esta parte de la novela parece bien documentada, es la que requirió un mayor esfuerzo de investigación por parte del autor, y posee, como ya he señalado, interés para el amante de la historia de nuestro país. Alcanza su punto culminante con el naufragio del Pisces, que tuvo lugar en febrero de 1961. Tiene un colofón en el último de los capítulos —«La novela de Daniel»—, que viene a responder algunas de las preguntas que habían quedado sin respuesta y a completar la historia de la rama melillense de la familia. El segundo gran capítulo —«La novela de Mercedes»— posee el atractivo de contar el nacimiento y el desarrollo del malacitano barrio de la Malagueta, en especial de su zona residencial más antigua, aquella nacida frente al mar en el Paseo Ciudad de Melilla, en concreto en aquellos bloques comprendidos entre el paseo mencionado y las calles Reding, Magallanes y Pintor Martínez Virel. Parece fácil imaginar que muchos de los compradores iniciales de los pisos de aquellos bloques fueron españoles —militares de alta graduación retirados y comerciantes enriquecidos— que previeron el ocaso de la ciudad de Melilla y cruzaron el mar para establecerse en la Península. En aquella época, cuando el fin del protectorado, existía además la creencia entre los melillense de que la ciudad iba a ser pronto absorbida por Marruecos, lo que, unido a un claro declive económico, produjo una nutrida emigración. A estas alturas de la novela se han producido ya dos de las grandes crisis contenidas en su argumento: el naufragio del Pisces y la fuga de una de las hijas con su novio. Estas crisis —más adelante aparecerán otras dos (el incendio del Hotel Corona de Aragón y un accidente de moto)— son fundamentales para impulsar la historia, en ocasiones demasiado demorada en narraciones detalladas de acciones inocuas y previsibles, rasgos que acercan la novela a los más comerciales superventas. El final de la novela —muy parecido al usado por Martínez de Pisón para la conclusión de su libro de memorias Ropa de casa, comentado en esta web hace unas semanas— es muy sugerente, espiritual, fruto de la imaginación de la convocatoria de personas ya fallecidas. Un personaje, Felisa, contratado por Mercedes en Zaragoza para el servicio doméstico, está muy logrado: su tierna rudeza y su inteligencia natural enamoran al lector. Y no es el único.   

 

Ignacio Martínez de Pisón, La buena reputación, Barcelona, Seix Barral, 2023 (10ª imp. de la 1ª ed., y esta de 2014); 636 págs.

 

Víctor Espuny.

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