Con esta fotografía, fruto del
amor por lo popular, iniciamos nuestro camino. Tuvo que ser tomada con
anterioridad a 1906, cuando se derrumbó la espadaña mayor de San Francisco.
Aparte de la belleza de su encuadre, y del lamento por la pérdida casi total del
conjunto de San Francisco —sólo han quedado los claustros, que se usan como Plaza
de Abastos desde 1869—, llaman la atención las personas situadas en primer
término, personas humildes.
Según
los periódicos locales de finales del siglo XIX, el establecimiento de la Plaza de Abastos en San
Francisco tuvo tanta aceptación que no había sitio
material para la colocación de los puestos y algunos tenían que situarse fuera.
No debemos olvidar que a principios del siglo XX Osuna contaba con 18.000
habitantes y el comercio estaba mucho más reunido en la zona céntrica. Sobre
los vendedores de la imagen podemos aventurar alguna hipótesis. Según vemos por
las sombras de los árboles, la foto está tomada a media mañana. Si unimos a
éste otros datos, como el lugar de colocación del puesto, el abrigo de las
personas —mediano— y la aparente naturaleza de los artículos, frutos que se dan
en otoño en Las Viñas —madroños, almendras, nueces o acerolas—, podemos pensar
que la foto fue tomada un día soleado de otoño, avanzada la mañana, a unas
personas que no habían cogido sitio en la plaza por venir de lejos, por ejemplo
de Las Viñas, pues eran muchas las que vivían allí y bajaban a Osuna a ganar
unas perras con las que sobrevivir. Es sólo una hipótesis.
Volvemos a San Francisco. Disponemos
de fotografías en las que puede verse cómo eran algunos de sus accesos. Esta es
una de ellas, muy reproducida desde hace años. La puerta de la izquierda según vemos
la foto, un acceso sencillo, sin adorno alguno, es la única que se ha
conservado: las otras dos, bellas portadas, fueron destruidas en 1906 por la
caída sobre ellas de la espadaña mayor. De estas, la situada a la izquierda era
de estilo renacentista, y la de la derecha, la que está detrás del muchacho, seguramente
posterior, de estilo barroco. Fue una
pena que se perdieran las dos, pero sobre todo la de la derecha, la que tiene
encima una hornacina con una imagen que debía ser de San Francisco. Según Pedro
Jaime Moreno de Soto, historiador del arte, los conventos franciscanos tenían
dos puertas principales, una de las cuales, en este caso la que está detrás del
muchacho, sólo se abría con motivo de celebraciones importantes.
Aquí
tenemos una fotografía que bien pudo ser tomada el mismo día que la del puesto
que comentábamos antes. Aparte de la Concepción , que está más o menos igual que hoy
día, y de las portadas de San Francisco, que se adivinan a la derecha, llama la atención el kiosco de la izquierda, en el que, seguramente,
se despachaba agua y alguna bebida alcohólica, sobre todo aguardiente. Si se
fijan, se ven dos recipientes que parecen botijos o búcaros y están encima del
mostrador. El diseño del kiosco es acorde con el entorno, muy propio, entonces
y ahora, de un lugar como la Plaza Mayor de Osuna. También en esta imagen se
distinguen personas vendiendo y comprando algunas cosas en la acera de la plaza
pero no se ve bien qué artículos puedan ser. Hay un objeto muy curioso pegado a
la pared de San Francisco. Está puesto bajo lo que parece un sombrajo y tiene
aspecto de rueda de afilador, algo que no debe extrañar si recordamos que en
este lado de la plaza ha habido afiladores de navajas, calabozos y cuchillos de
cocina durante varias generaciones. Parece lógico si tenemos en cuanta la
cercanía de la Plaza
de Abastos y de las antiguas carnicerías.
Siguiendo
con el lado de la plaza donde estaba situado el convento de San Francisco,
tenemos una fotografía en la que también podemos ver cómo eran las portadas
perdidas. Según se advierte, coinciden con los inmuebles que hoy día están
situados al lado de la puerta de la
Plaza de Abastos más cercana a la Carrera: un establecimiento
de hostelería y un edificio de titularidad municipal, destinado, según creo, a
oficina de información turística. La portada de la derecha, como ya hemos visto,
pertenece al estilo barroco, en este caso «de ida y vuelta», como los cantes
flamencos, estilo al que también pertenece la reforma que se hizo en el siglo
XVIII en la casa-palacio del Marqués de la Gomera, cuando el edificio de la calle San Pedro fue adornado con
la portada y la cornisa que lo han hecho célebre. En esta portada de San
Francisco existían los mismos remates y adornos curvos con volutas al final, algo
nada extraño si tenemos en cuenta cómo debió influir la reforma aludida en
otros edificios del pueblo: cuando paseen por Osuna fíjense, si lo desean, en
la portada de la
Antigua Audiencia y verán unos adornos parecidos o, un poco
más abajo, ya en la Plaza Cervantes, en las azoteas de dos casas vecinas.
En esta
foto también llama la atención el vestuario de la mujer del centro, a la última
moda de París. La mujer sonríe al fotógrafo y así, sonriendo, ha quedado
inmortalizada. A su lado va una mujer mayor que parece darle consejo. Parece
claro que la presencia de la joven, quizá conocida por el fotógrafo, motivó la
fotografía. Como todas en las que se contempla la espadaña grande de San
Francisco, hay que fechar la imagen con anterioridad a 1906, exactamente al 10
de enero de ese año, día fatídico en el que queda desfigurado para siempre todo
un lado de la Plaza Mayor.
En
el Libro de Actas del Ayuntamiento de Osuna, exactamente en la correspondiente
a la sesión del día 12 de enero de 1906, siendo alcalde Antonio Hidalgo
Domínguez, se dice:
«Leyóse una comunicación del Maestro de
Obras Don Félix Llano Galeazo, fechada en diez del mes actual, por la que dá
cuenta de que á causa del hundimiento de la torre [sic] de la Iglesia
de San Francisco, ocurrido en la noche anterior, se ha puesto en ruina
inminente el muro exterior de dicha Iglesia, debiéndose proceder á su
demolición con toda urgencia. El Ayuntamiento acordó que se instruya el
oportuno expediente con sujeción á la vigente Ley».
Estas
líneas, redactadas con la frialdad propia del lenguaje burocrático, constituyen
el acta de defunción de las dos portadas de San Francisco levantadas en la
Plaza Mayor, visibles con bastante detalle gracias a esta imagen. Podemos fecharla con mucha exactitud porque debió ser tomada el mismo día de la
caída de la espadaña. Parece que no se conserve una imagen frontal y cercana anterior al hundimiento, pero con ésta y las anteriores
un buen dibujante podría reconstruir muy bien las dos portadas. Ojalá alguien
ponga manos a la obra y podamos verlas reconstruidas en forma de cuadro o
maqueta. Cosas más difíciles y desinteresadas se llevan a cabo.
La
portada renacentista, posiblemente del siglo XVI, era muy parecida a otras de
la misma época, con su frontón, su friso y sus columnas, como eran los templos
griegos y romanos. La de estilo barroco está avanzada sobre la calle,
digamos que la invade, como también ocurre en otros edificios de Osuna como,
por ejemplo, la Casa
de la Cultura ,
un antiguo convento jesuita. La escultura que se observa en el ángulo superior
izquierdo debía tener algún significado religioso, aunque aparentemente sólo es
un hombre joven sentado y sujetando una especia de jarrón.
Esta
foto recoge el ángulo sureste de la Plaza Mayor. Empecemos por el edificio del
Ayuntamiento, exactamente por el tejado. Lo primero que puede llamar la
atención es la ausencia del reloj que existe en la actualidad. Dicho artefacto
costó 8.000 pesetas, más o menos lo que hubiera ganado un obrero del campo de
la época en cinco años y medio de trabajo, siempre que se le pagara en dinero y
hubiera trabajado los 365 días del año. O sea, muchísimo. Fue comprado, siendo alcalde Antonio de Castro Tamayo, a
Federico Pastora, un relojero de Sigüenza (Guadalajara), en abril de 1928, e instalado ese mismo año; la foto,
por tanto, tiene que ser anterior. También advertimos que al final del tejado había
un murete hoy inexistente. Ese murete se sigue contemplando en fotos tomadas en
los años cincuenta, así que tiene poca utilidad para la datación de la fotografía.
Lo que más llama la atención en el edificio del Ayuntamiento, aparte de la
existencia de un solo arco para el paso de vehículos y personas, es el número
de arcos de las galerías de los pisos primero y segundo, cuatro en vez del número
actual, nueve si no recuerdo mal. El edificio sede de la corporación municipal
tuvo ese aspecto hasta la II República o, al menos, durante ese periodo
histórico se tomó la decisión de ampliarlo. Según puede leerse en las Actas
Capitulares, en la sesión del Ayuntamiento celebrada el 19 de enero de 1934,
siendo alcalde Manuel Rodríguez García y a propuesta del concejal Francisco
Rodríguez Hidalgo, se acuerda reconstruir
con el mismo estilo del Ayuntamiento las fachadas de las dos
casas contiguas al mismo que, según informa el maestro de obras, amenazan
ruina. Dichas casas habían sido compradas por el Ayuntamiento sólo cinco años
antes, en 1929. El 16 de febrero de 1934 se acuerda sacar a concurso las obras
y también aplazar el comienzo de las mismas hasta que se disponga de dinero.
Según se ve en una foto de comienzos de los cincuenta, que veremos en otra
ocasión, en esos años la obra estaba finalizada pero, hoy por hoy, ignoro la
fecha exacta en la que se hizo.
Si
centramos nuestra atención en la zona de la izquierda de la fotografía,
encontramos el edificio del Casino, primer elemento de la foto que nos va a
ayudar a fecharla con cierta exactitud. En la imagen llama la atención que la
construcción no sea tal y como la conocemos hoy, sino que sea sólo la mitad de
ancha, pues en su parte superior tiene sólo cinco ventanas y no las diez
actuales. Aunque el Casino estaba en la Plaza de España desde 1848, sabemos que el
edificio que contemplamos, con sólo cinco ventanas en arco en la parte
superior, no se acabó hasta 1894, fecha que nos sirve de referencia útil para fijar
el marco cronológico inferior. La casa vecina fue adquirida por la sociedad en
1921 y, aunque faltan las actas de las reuniones del Casino de los años
siguientes, se sabe que la reforma del nuevo local para unificarlo con el
antiguo debió hacerse poco después de la compra, por lo que la foto debe
fecharse entre 1894 y 1921 a
falta de datos más precisos. Vamos a buscarlos.
Crucemos
la calle. Por las sombras vemos que la imagen fue tomada ya avanzada la tarde.
Como hay muchos puestos de vendedores, debemos suponer, sólo es una hipótesis,
que la Plaza de
Abastos también estaba abierta por la tarde, o bien que la colocación de los
puestos en la plaza pública estaba permitida a cualquier hora del día. En cuanto
al suelo, este tipo de pavimentación, llamado arrecife, existió en este lugar
hasta 1923, año en el que se adoquinó el trayecto comprendido entre el edificio
del Ayuntamiento y la calle San Francisco, siendo alcalde Francisco López
Rueda. Apuntemos, como dato curioso, que la decisión de adoquinar la Carrera , primera calle del
pueblo sometida a esa transformación, fue tomada por el Ayuntamiento en 1912,
siendo alcalde Antonio Fernández Vera; entonces se compraron los adoquines en
Gerena y estuvieron almacenados durante once años por falta de dinero para la
obra.
Sin
embargo, el elemento de la fotografía que nos va a ayudar a fecharla con más
exactitud es precisamente algo tan inocente y necesario como un árbol. Se trata
de uno que parece un naranjo, tiene un tutor hecho de tablitas y se advierte
con trabajo a la izquierda de la cabeza del muchacho que posa en primer
término. Si recuerdan las fotos que hemos visto anteriormente, sobre todo
aquellas en las que San Francisco estaba aún en pie, comprobarán que se ven
arbolitos iguales, de la misma altura y con los mismos tutores, por lo que
podemos fechar con toda seguridad esta foto entre 1894 y 1906: el primero es el
año de la construcción de la primera parte del Casino y el segundo el año de la
desaparición de la espadaña mayor y las portadas del convento de San Francisco.
En esta
foto vemos a un grupo de hombres sentados a la puerta de la casa contigua al
Casino. El inmueble
tiene todo el aspecto de un lugar de ocio, por lo que la foto podía ser
posterior a 1921, año de la compra de esta casa por la sociedad recreativa. Sin
embargo, y según parece, en esa casa existía un bar ya de antes. Si tenemos
esto en cuenta, y que los hombres no parecen tener el aspecto que se espera de
los socios de un casino de la época, no parece que la imagen fuera tomada
después de 1921, más bien antes, en el mismo espacio de tiempo que las
fotografías ya vistas aunque unos años después porque los árboles de la plaza
han crecido. Quizá sea posterior incluso a 1910. Observen, por favor, el
detalle de los grandes sombreros de los hombres que hay sentados a la izquierda,
detalle por el que alguien puede deducir de dónde procedían, si es que estaban
de paso por el pueblo, o, incluso, que oficio tenían. Era una época en que la
indumentaria y el calzado aportaban mucha más información sobre las personas.
Fíjense,
como curiosidad, qué grandes eran las boinas de la época. Recuerdan las que
llevaban los soldados carlistas o llevan actualmente algunos cuerpos especiales
del ejército de tierra. También resulta de interés el grupo situado a mitad de la
calle, en el cual pueden distinguirse perfectamente dos hombres que, por los
uniformes, bien pueden ser militares. No olvidemos que, en la época, había
miliares en Osuna. Estaban destinados en la Caja de Recluta o Zona de Reclutamiento, instalada
en el edificio de la Antigua
Audiencia. Todavía muchos de nosotros conocemos aquellos alrededores como “la Zona ”.
Esta
foto fue tomada dando la espalda a la calle Sevilla y al Convento de la Concepción. Volvemos
a tener como referencia importante el edificio del Casino en su forma posterior
a 1894 pero anterior a 1921 ó 22, pues la casa que luego se compraría está aún
en su estado antiguo. Observen también los adornos de la fachada del Casino,
que parecen distintos a los actuales.
También en esta
foto aparecen los naranjitos; pero las moreras, si es que son moreras, están
más pequeñas que en las fotos anteriores, por lo que ésta podría ser un poco
más antigua que las demás, como también demuestra el hecho de que no aparezca
la gran farola del centro de la plaza que sí se ve en las otras, sobre todo en
la de San Francisco visto desde la calle de la Tía Mariquita. La referencia de
la torre de la Colegiata
resulta útil para situar el marco cronológico superior porque, como ya saben,
tuvo la forma que contemplamos hasta que se vino abajo en 1918, exactamente el
18 de noviembre. Del último cuerpo de la torre, el que hoy no existe, se sabe poco.
Esta torre parece haber tenido problemas de cimentación desde que se construyó
y siempre ha resultado muy dañada por terremotos y fenómenos atmosféricos dado
su emplazamiento, tan expuesto. Tanto en el siglo XVIII como en el XIX sufrió
daños importantes. Según el eminente arquitecto Rafael Manzano, el añadido del
último cuerpo, del cupulín, se habría hecho aprovechando uno de los arreglos
del siglo XIX y en él habría participado económicamente Mariano Téllez Girón,
XII duque de Osuna. De ser así, el cupulín sólo habría existido unos durante
unos cuarenta años. Volviendo a la fecha de la fotografía, debió tomarse poco
después de la reforma del edificio del Casino, la primera, la que acabó en
1894, por lo que es fácil, como ya dije, que esta foto sea la más antigua de la
serie.
En relación al
derrumbe de la torre de la
Colegiata , tenemos esta imagen, cedida por la familia de
Francisco Palomino Muela. Aunque la versión oficial del motivo de su desplome
fue la caída de un rayo, contamos con el testimonio de los descendientes de los
antiguos campaneros, los cuales recuerdan el relato de sus mayores, muy
distinto. Desde un mes o dos antes del derrumbamiento se oían ruidos extraños
cada vez que tocaban las campanas. Preocupados, habían tenido que mudarse a una
casa en el pueblo, desde donde acudían a ejercer su oficio tres veces al día,
como era su obligación. El día que se derrumbó la torre, durante el último
toque, que era a eso de las diez y media o las once de la noche, oyeron unos ruidos
más fuertes de lo normal y corrieron fuera del edificio para ponerse a salvo.
Una o dos horas después la torre se vino abajo. De la casa de los campaneros sólo
quedaron las paredes exteriores. La reconstrucción de la torre se paralizó por
falta de dinero en 1924 y, desde entonces, permanece inacabada, aunque su
aspecto actual quizá sea más parecido al proyectado en la época de Juan Téllez Girón, IV Conde de Ureña, persona instruida y de refinada sensibilidad artística. En el momento en el que publico este
texto, refundición de uno antiguo, la torre está siendo intervenida para cerrar
de manera conveniente su parte superior, que quedó abierta tras la paralización
de las obras hace casi un siglo. Sé que no es mi cometido, solo soy un comentarista
de fotografías antiguas, pero quiero expresar mi opinión sobre una posible
reconstrucción de la torre para dejarla como estaba a comienzos de noviembre de
1918. No soy partidario. Como parece demostrado, ese remate en forma de
cupulín, parecido al de otras torres de templos andaluces —véase, por ejemplo,
la parte superior de la única torre de la Catedral de Málaga (siglo XVIII)—, no
estaba comprendido en la construcción original, fue un añadido posterior, de
dudosa oportunidad desde el punto de vista artístico. En lenguaje popular,
digamos que no pega. La altura y la apariencia actuales de la torre son las
adecuadas.
Victor...este texto es tuyo?...me encantan las fotos antiguas y mas aún si son de lugares en los que he vivido, en este caso nacido también como ya sabes, gracias por compartir tus conocimientos.Un abrazo.
ResponderEliminarHola Victor, hermoso artículo, tengo una pasión especial por todo tipo de fotos antiguas y en especial por las que pertenecen a lugares por los que he transitado, en este caso nacido, por los comentarios referidos a algunas fotos deduzco que no eres tu el que los escribe, pero si el que nos has acercado una vez mas a la belleza de la cultura, muchas gracias y un enorme abrazo.
ResponderEliminarHola, Susana. Agradezco tus comentarios. Estoy encontado de compartir los conocimientos que he ido adquiriendo a lo largo de los años, tras largas temporadas encerrado en archivos, en bibliotecas, pateando calles y hablando con personas que atesoran recuerdos. Las fotografías antiguas tienen un enorme poder de evocación, eso está claro. Me gustaría saber, si eres tan amable, qué te hace pensar que no sea yo quien escribe los textos. Por supuesto que son míos. Jamás he publicado, ni publicaré, nada que no sea mío sin avisarlo mediante el uso de comillas. Soy respetuoso con los textos ajenos. Un fuerte abrazo, amiga.
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