Un escritor
o crítico celebre escribió que la gran novela del siglo XIX solo tenía un tema:
el adulterio. No sé realmente en qué criterios hemos de basarnos para calificar
una novela de grande; me imagino que la supervivencia a lo largo del tiempo será
uno de ellos. Si eso es así, esa opinión parece referida a las obras más
conocidas de Flaubert, Clarín, Eça de Queirós y autores similares, escritores
de origen burgués que retrataron el mundo del que provenían sin concesiones a
la introducción de puntos de vista distintos. Considerada así, esa «gran novela
del siglo XIX», sobre todo la de Europa occidental, aun siendo de lectura
obligada para cualquier interesado en la historia de los gustos y las técnicas
literarias, puede considerarse carente de sensibilidad social y, por lo tanto, menor.
La gran novela rusa parece ir por otro lado, quizá por la realidad social que
sus autores vivían, de incontestable capacidad de mejora y, por lo tanto,
asunto ineludible en sus obras. Así, las obras de Gógol, Tolstói, Dostoyievski,
Turgéniev, etc. estarían por encima de las anteriores. Lo mismo podría decirse
de aquellas de Dickens, por ejemplo. El siglo XX vino a enmendar esas carencias
y su novela es con mucho superior a la de los grandes clásicos del XIX al ser
capaz de representar todo el abanico social. Entiendo que la buena literatura
debe tener afán abarcador, una visión total de la sociedad retratada. Las
clases sociales no viven en universos estancos y no pueden reflejarse por
separado sin que la visión de la sociedad resulte fallida.
Guy de Maupassant (1850-1893),
autor de relatos donde los débiles socialmente aparecen fielmente retratados,
relatos inmortales, nos dejó una novela sobre el tema del adulterio en un mundo
burgués y aristocrático —Fuerte como la
muerte (1889)— que, a pesar de poseer las carencias mencionadas, tiene en
su haber la capacidad de haber sugerido El
retrato de Dorian Gray de Wilde, publicada al año siguiente de la aparición
de la novela de Maupassant. Wilde dominaba el idioma francés hasta el punto de
haber escrito algunas de sus obras directamente en el idioma galo, pasaba
grandes temporadas en Francia, en parte huyendo de la asfixiante, por hipócrita,
sociedad británica, y, como pueden imaginar, debía estar al tanto de las novedades
literarias parisinas. Temas como la capacidad de hechizar de un retrato pictórico
excepcional o el imparable deterioro del atractivo físico de las personas y las
formas de atenuarlo, tan importantes en el argumento de la novela de Wilde,
están servidos en Fuerte como la muerte.
Hasta el componente fáustico aparece en la obra del escritor francés, aunque lo
hace de manera tangencial y ya en el último capítulo. (Es solo una hipótesis,
pero esta influencia de una obra sobre otra parece muy verosímil).
En cuanto al argumento de Fuerte como la muerte digamos que es
profundamente romántico y gustará a las almas sensibles. Nada que ver con la
bajeza moral que caracteriza al protagonista de El retrato de Dorian Gray.
Guy de Maupassant, Fuerte como la muerte, Madrid, Alianza Editorial, 2008. Traducción
de Javier Albiñana.
Imagen: Puerta del antiguo recinto amurallado
de la ciudad de Dieppe, lugar de nacimiento de Guy de Maupassant, a comienzos del
siglo XX. (Dominio público).
Víctor Espuny.
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