A
estas alturas no voy a descubrir a nadie quién fue Jack London (1876-1916),
pero si lo hago debo felicitar a esa persona: tiene por delante la lectura
de todas las novelas de aventuras de este escritor californiano, capaz de
contagiar el amor por el riesgo y de rejuvenecer a cualquiera.
En
este caso se trata de once relatos de temática náutica. Los siete primeros
fueron publicados como libro y realmente lo merecían porque guardan una gran
unidad. Sus protagonistas son los integrantes de la patrulla pesquera, unidad
policial que tiene la misión de hacer cumplir las leyes que permiten proteger
los bancos de peces de la pesca indiscriminada y con artes prohibidas, aquella
llevada a cabo sin tener en cuenta la supervivencia de las especies. La acción
trascurre al noreste de San Francisco (California), principalmente en la zona
de la Bahía de San Pablo y el Estrecho de Vallejo hasta llegar a Benicia, donde
la patrulla tiene la base. Para comprender bien la acción que se cuenta, de
gran dinamismo, resulta imprescindible, o al menos muy ilustrativo, la consulta
de un mapa de la zona durante la lectura. Otro de los requisitos casi
indispensables para disfrutar de esta lectura es la posesión de unos
conocimientos mínimos del lenguaje de la navegación, sobre todo de la
navegación a vela. Los protagonistas principales de los relatos son tres: dos
navegantes experimentados y uno en proceso de aprendizaje, precisamente el
narrador, que vive con la patrulla durante dos años con la intención de ahorrar
para pagarse los estudios (pág. 111). El enemigo al que se enfrentan es el
pescador ilegal, generalmente de origen chino y muy bien organizado,
circunstancia que obliga a los patrulleros a avivar poderosamente el ingenio
para poder vencerlo. Muchos de los relatos se centran en enfrentamientos muy
desiguales en fuerza y número en los que siempre vencen los patrulleros,
dejando la impresión en el lector, eso sí, de la existencia de un planteamiento
muy maniqueo y, por lo tanto, poco enriquecedor: el punto de vista es siempre
el mismo, el de «los buenos». En la mayoría de los relatos se respira un
curioso y reconfortante aire de camaradería entre perseguidores y perseguidos, como
si todos apreciasen la dignidad del rival. Los relatos están inspirados en experiencias
propias, pues parece que London mismo, en su primera juventud, trabajó en la zona tanto
de pescador ilegal como de perseguidor de esas prácticas ilegales.
En
los otros cuatro relatos, al menos en los tres primeros, los personajes deben
enfrentarse también a enemigos muy poderosos: la marina rusa, que ve sus aguas
jurisdiccionales invadidas, una borrasca muy profunda o todo un barrio de pescadores
japoneses enfadados. El último de los cuatro, Un
paje de cámara guapísimo, se sale de la línea de los demás y es bastante
insulso en comparación con los otros. El protagonista de los tres primeros
vuelve a ser un muchacho que descuella entre los marineros veteranos. La acción
trascurre en aguas del Pacífico.
Todos
los relatos son de gran amenidad, una gozada para los que posean espíritu de
aventura.
Jack London, Siete cuentos de la patrulla pesquera y otros relatos, Madrid,
Alianza Editorial, 2008 (la 1ª ed. es de 1982). Traducción de Fernando Santos
Fontenla. (Seven Tales of the Fish Patrol
se publicó por primera vez en 1905. Después de una búsqueda somera en Internet,
no sé hasta qué punto fiable, las fechas de publicación de los otros cuatro parecen
ser 1901 (The Lost Poacher y Chris Farrington, Able Seaman), 1903 (In Yeddo Bay) y 1899 (The Handsome Cabin Boy)).
Imagen: La goleta Atyla durante una competición
en 2014 (dominio público).
Víctor Espuny.
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