Hacía
años, quizá quince o veinte, que no leía una novela de Baroja y ahora, al
volver a leer una, me he reafirmado en mi convicción de lo complicado que
resulta tener acceso al conocimiento de los títulos que vale la pena leer. El
mundo de la crítica y los reseñadores, esos cuyos trabajos alcanzan gran difusión en
suplementos culturales de diarios y otras publicaciones guiadas principal, y
casi únicamente, por el afán de lucro, no es fiable. Son textos, en
su gran mayoría, pagados por las grandes editoriales o resultantes de una
elección guiada por la amistad entre crítico y autor.
Las imprentas no detienen jamás su actividad. Las editoriales más conocidas son solo empresas pendientes de su cuenta de resultados. Toman
un personaje público, si sale en televisión mucho mejor, y lo ponen a escribir,
o a firmar la obra escrita por otra persona. Luego apoyan el lanzamiento del
libro con una campaña en internet, radio, televisión, suplementos culturales, vallas
publicitarias, marquesinas de autobuses, estaciones de metro, etc. Entorpecen
el paso en las librerías con pirámides de libros que más parecen ladrillos por
su grosor y la consistencia de sus tapas y los venden a precio de oro a los
incautos, empujados a acudir al comercio por la presencia de ese autor, o
autora, que tanto veo en televisión, que qué elegante es y cuánta razón tiene
en todo lo que dice. ¿Qué pasa mientras tanto con la verdadera literatura, la Literatura
con mayúsculas, aquella generadora de libros inmortales, capaces de hacernos
sentir como ninguno lo ha hecho antes, de hablarnos con penetración y audacia
de las cuestiones principales de la vida, esos libros que pueden haber sido
escritos hace doscientos o dos mil años y uno al leerlos se reconoce y
reconoce en ellos los principales dramas de la vida humana, esos libros que
mantienen la misma frescura y vigencia que cuando fueron concebidos? Pues que, como no son novedad, no se publicitan y casi nadie los lee.
En fin: vamos a por él.
Mala hierba (1904) es el título central de
la trilogía que Pío Baroja (1872-1956) llamó La lucha por la vida. La trilogía cuenta varias décadas de la vida
de Manuel, un muchacho de buen corazón, que intenta prosperar en el Madrid de
principios de siglo. La suerte no es precisamente una de las compañeras de su
viaje y sobrevive como puede en una sociedad obviamente corrupta en compañía de
otras personas desamparadas por la fortuna como él. En el relato se observa una
especie de bajada a los infiernos en sus condiciones de vida, llegando a poner
los pies en el mismo suelo de los que viven en la miseria, comen cuando pueden --siempre con hambre atrasada-- y duermen en casas abandonadas. No sé si les
suena. La lectura de novelas como esta nos hace reflexionar sobre lo poco que
hemos avanzado como sociedad en muchos aspectos, pues aunque hoy existe una
legislación dictada con afán protector de esas personas tan necesitadas, en la
práctica cualquier gran ciudad, aun en países avanzados, posee una gran bolsa de
población sin hogar ni medios de subsistencia regulares. Es como si las buenas
intenciones se acabaran diluyendo en el océano de la administración, tan
burocratizada, y quedaran sin efecto.
La
novela va acompañada por un prólogo y un aparato crítico de Juan María Marín
Martínez, que ayuda a situar a los personajes si el lector no tiene presente el contenido
de La busca, el primer título de la
trilogía.
Este libro no va a encontrarlo
anunciado en ningún sitio pero no dude en buscarlo.
Pío Baroja, Mala
hierba, ed. de Juan María Marín Martínez. Madrid, Cátedra (colección «Letras
Hispánicas»), 2010.
Víctor Espuny.
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