Se
trata de un libro que gustará a los amantes de la literatura española del siglo
XX. Laura Freixas parece haber sido la promotora de la empresa y la compiladora,
pero los retratistas, salvo en el caso de un retratado —Carmen Martín Gaite—,
son otros. Entre los retratados se cuentan Galdós, Pardo Bazán, Unamuno,
Valle-Inclán, Max Aub, Baroja, Azorín, Antonio y Manuel Machado, Concha Espina,
Gabriel Miró, Juan Ramón, Ortega, Cansinos-Assens, García Lorca, Corpus Barga y
un largo etcétera hasta llegar a Juan Benet, García Hortelano y Gil de Biedma.
Los retratistas son en su gran mayoría amigos y compañeros de los retratados,
dándose el caso de muchos retratados que también son retratistas, como Juan
Ramón, González-Ruano, Juan Benet, Alberti, etc. Destaco los cuatro retratos de
Unamuno, obras de Baroja, Gómez de la Serna, Alberti y González-Ruano; la
historia, contada por Ramón Gómez de la Serna, de cómo perdió la mano y parte
del brazo Valle-Inclán; la apertura, en 1990, de la tumba donde reposaban los
restos de Azorín en Madrid para su traslado a Monóvar contada por Andrés
Trapiello; el paso de la frontera y el viaje hasta Colliure de Antonio Machado,
su madre, José Machado y la esposa de este, donde los dos primeros fallecerían
a poco de llegar y donde aún se conservan sus restos, relato de Corpus Barga;
la anécdota de la conferencia de Ortega sobre los puntos de vista y la manzana,
trasladada después a Tiempo de silencio,
contada por Juan Benet, muy amigo de Martín Santos, todo lo amigo que podía ser
Benet de alguien; el relato que, a propósito de León Felipe, hace Alberti del
Madrid de la Guerra Civil; el retrato de Rosa Chacel realizado por Miguel
Delibes; el texto de Gustavo Martín Garzo sobre su admirado José Lezama Lima;
los textos de César Antonio Molina sobre Álvaro Cunqueiro y de Juan Benet sobre
Luis Martín Santos, el segundo extraído de Otoño
en Madrid hacia 1950, uno de los pocos libros del escritor ingeniero cuya
lectura resulta comprensible sin grandes esfuerzos añadidos; los retratos de
Juan Benet escritos por Antonio Martínez Sarrión y Rosa Regás, este último
realmente antológico; y, por último, la semblanza realizada por Luis Landero de
Juan García Hortelano, un ejemplo claro de cómo la crítica mercenaria y, por
lógica, un gran número de lectores pueden ignorar la obra de uno de los principales
novelistas nacidos al sur de los Pirineos, García Hortelano, una persona que no
vivía de la literatura y se permitió escribir exactamente como él quería y
sobre lo que deseaba, amigo personal, por cierto, de Juan Benet, todo lo amigo
que podía ser Benet de alguien, con el añadido, en el caso del autor de Gramática parda, de poseer esa cualidad,
a menudo escasa, llamada sentido del humor.
Por
motivos económicos —cuestiones de derechos de autor—, hay ausencias clamorosas
en el libro, como Cortázar, García Márquez, Sábato, Juan Goytisolo, Marsé, Rafael
Sánchez Ferlosio, Borges y un largo, más bien larguísimo, etcétera. Nombro
autores también hispanoamericanos porque el libro, a pesar del subtítulo que
lleva, incluye algún autor de la otra orilla, como Lezama Lima, ya citado.
Laura Freixas, Retratos literarios. Escritores españoles del siglo XX evocados por sus
contemporáneos, Madrid, Espasa Calpe, 1997.
Imagen cedida por Planeta de libros en la que
aparece Juan García Hortelano de brazos cruzados junto a García Márquez. Detrás
de este se distingue a Vargas Llosa, y a la derecha de este último al poeta y
editor Carlos Barral. Año 1970.
Víctor Espuny.
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