Libro
generoso y bien intencionado, esta obra de Sara Mesa viene a enfrentar al lector
con algunos de los miedos más corrientes en las clases mínimamente acomodadas,
la aporofobia (del griego ἄπορος, ‘carente de recursos’),
término creado por Adela Cortina en Aporofobia,
el rechazo al pobre: un desafío para la democracia (1995). Es muy rara la
persona con la vida resuelta que dedica su tiempo libre a ayudar a los más
necesitados, más rara aún si no median creencias religiosas. Mesa, en este reportaje,
parte de un encuentro casual de Beatriz —personaje ficticio— con Carmen, una
mujer sin techo y casi invidente a la que decide ayudar. Durante meses,
Beatriz, poseedora de los conocimientos necesarios para enfrentarse a la burocracia
con ciertas garantías, intentará por todos los medios conseguirle a Carmen una ayuda proveniente de la administración que le permita vivir sin mendigar y sin estar a merced de las personas que la
explotan. Para nosotros, acostumbrados a llegar a fin de mes con más o menos
apuros pero a llegar, nos resulta complicado imaginar cómo es la vida de
alguien que no percibe ningún sueldo, pensión, renta, subsidio o ayuda y ni siquiera dispone
de un techo donde cobijarse, asearse, lavar la ropa, etc., esas personas que llevan en
un hatillo todas sus pertenencias. El obstáculo principal al que se enfrenta
Beatriz para ayudar a Carmen es la hipocresía de la administración, da igual la
autonomía a la que pertenezca: los representantes políticos se llenan la boca
con sus grandes logros sociales en forma de renta mínima vital y a la hora de concederla
a una persona tan manifiestamente necesitada de ella como Carmen todos son
obstáculos, trámites y requisitos, muchos de ellos incumplibles para alguien
que se ve obligado a vivir en la calle. Entre ellos, poseer un domicilio fijo,
requisito necesario para estar empadronado en algún sitio y recibir la ayuda.
Además, a los pretendientes se les exige estar localizables mediante teléfono
móvil, aparato que no todo el mundo puede poseer. Esas personas que a menudo
rechazamos por ir poco aseadas suelen tener detrás una historia terrible que
explica su estado actual, historia ensombrecida a menudo en el caso de las mujeres
por haber sido prostituidas y haber perdido algún hijo, retenido por los
servicios sociales. Somos profundamente egoístas. Lavamos nuestra conciencia
entregando una limosna al pobre y dejamos de ocuparnos de él, no nos
interesamos por saber dónde vive ni a qué problemas se enfrenta para subsistir.
Pero no solo los individuos particulares y anónimos. La administración, que a
fin de cuentas gestiona nuestras aportaciones mediante impuestos a la caja
común, olvida su obligación moral y legal de ayudar a los más necesitados.
Esos miles de cargos altos e intermedios de la administración que disfrutan de
grandes sueldos deben leer este necesario libro de Sara Mesa, a ver si se les
cae la cara de vergüenza.
Sara Mesa, Silencio
administrativo. La pobreza en el laberinto burocrático, Barcelona,
Anagrama, 2020 (3ª ed.; la 1ª es de 2019).
Víctor Espuny.
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