Imagen de vostv, El canal del orgullo nicaragüense
El destino, la suerte, llámenlo como
quieran, puso en mis manos esta novela. Nadie me la recomendó, simplemente llegó
a mí, sola, de manera inesperada, como una de las hojas de los plátanos de
sombra que el otoño pronto empezará a desnudar.
Crónica sin héroes cuenta
cómo fue la vida para los habitantes de Managua durante los días siguientes al
terremoto que sufrió la ciudad el 23 de diciembre de 1972, seísmo que produjo
más de 20.000 víctimas mortales y casi 300.000 damnificados. Su autor es una
persona misteriosa, al menos para mí. Se llamó, o se llama, Guillermo Ariel
Ramón Carrizo, aunque firma como Guillermo A. R. Carrizo. Después de buscar en
internet y en distintas historias de la literatura hispanoamericana —las de Jean
Franco (1973), Giuseppe Bellini (1986) y Cedemil Goic (1988)—, solo he podido sacar
en claro sobre él que nació en Buenos Aires el 6 de abril de 1948 y escribió otras
dos novelas: La vida ausente y Volver la espalda. Con Volver
la espalda ganó el premio de novela corta «Ciudad de Barbastro» en 1973 y
con Crónica sin héroes quedó finalista del Nadal en 1974. No sé si ha
fallecido, ni tampoco si se publicaron más novelas suyas. El olvido de un autor
de esta valía, no por los premios que ganó, sino por la calidad de su obra, nos
recuerda una vez más cómo pasar a la posteridad en el mundo de la literatura es
a menudo cuestión de suerte y de padrinos poderosos, de caer bien y de estar en
el lugar adecuado.
Crónica sin héroes
es una novela coral. Sus personajes son muy variados, de todas las clases
sociales, de todos los niveles culturales. Resulta sintomático que el más
preparado de todos sea un corresponsal extranjero, Clyde, ya conocedor del
país, un hombre humanitario, dominado por la compasión que produce tamaña desgracia
colectiva. Porque en situaciones así imagino que uno tiene dos extremos a los
que aproximarse: el pensar exclusivamente en uno mismo y su supervivencia, el
más corriente, el egoísta, o volcarse en ayudar a los demás. En medio de esas
dos posturas están todas las otras, señaladamente, por el baldón que supone
para la condición humana, la de las personas que buscan enriquecerse con la
desgracia ajena. A lo largo de las páginas de Crónica sin héroes se
cuenta cómo (no) se reparte la ayuda internacional, que suele llegar
generosamente a los aeropuertos practicables en desgracias como esta. Se habla
también, por supuesto, de los Somoza, de cómo ellos y sus amigos sobrevivieron
sin problemas a aquella desgracia por habitar edificios de calidad, realizados siguiendo
las más avanzadas técnicas constructivas antisísmicas, y de cómo encontraron en
el terremoto y las labores de ayuda y reconstrucción una nueva vía de afianzar
su posición social y económica. Se habla de cómo era la vida de los niños y las
mujeres del pueblo en la Nicaragua de entonces, imagínense, un maltrato y un
abuso continuos, para echarse a llorar.
Varios días he pasado en compañía de esta novela, de apenas doscientas páginas y escrita en capítulos cortos, pero densa por la humanidad y la profundidad de su contenido, salpicada de agudas, aunque sombrías, reflexiones sobre la condición humana. Vista la brillantez de la novela extraña aún más que no se conozca nada de la vida de su autor, cuando cualquier medianía de escritor, llevado por su patética vanidad, inunda internet de datos personales. Imagino que Carrizo murió joven y, quizá, fue corresponsal de algún periódico bonaerense, pero estas son solo suposiciones.
Agradecería al lector cualquier aportación sobre él, aportación documentada con enlaces o referencias bibliográficas. Muchas gracias.
Guillermo A. R. Carrizo, Crónica sin héroes, Barcelona, Destino, 1975.
Víctor
Espuny.
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