Una soleada imagen de Pasajes, Guipúzcoa (surfingtheplanet.com).
Se trata de la primera novela de la
autora barcelonesa. Fue escrita, según propio testimonio, con diecisiete años,
aunque no vio la luz hasta una década más tarde, cuando ya le habían publicado Los
Abel. Para comprender la precocidad de Matute como creadora de mundos
novelescos tan bien perfilados, conviene conocer algunos rasgos de su
biografía. Durante su infancia le fue diagnosticada una grave enfermedad. Para su
curación —vivió ochenta y nueve años— abandonó Barcelona y viajó al hogar de
sus abuelos, en un pueblecito de La Rioja, donde debió pasar una gran temporada
que incluiría largos ratos de reposo y, sobre todo, lectura. Resultaría
interesante realizar un estudio comparado de las biografías de grandes
escritores como ella: muchos sufrieron en su infancia o adolescencia una
grave enfermedad cuya convalecencia requirió abundantes ratos de soledad en los
que buscaron la lectura, enfermedades que ayudarían, además, a afinar su
sensibilidad.
En Pequeño teatro nos
encontramos en un mundo cerrado. La acción transcurre en Oiquixa —un lugar
imaginario de la costa vascuence— y en un momento no bien determinado,
seguramente a propósito, que puede situarse a últimos del siglo XIX o
principios del XX. De los personajes principales destaca Andereia, un hombres
sencillo, lúcido y bondadoso que posee un teatro de marionetas. El pueblo de
Oiquixa, construido en la ladera de una montaña situada junto al mar, es, en
realidad, y también, el escenario de un teatro, un escenario amplio, aunque
constreñido entre el bravío mar norteño y las verdes montañas. El destino mueve
los hilos que accionan a las marionetas, en este caso personajes de una
extraordinaria complejidad para haber sido creados por una escritora de solo
diecisiete años. Uno de estos personajes, Illé Eroriak, abre y cierra la novela
y sirve de nexo de unión de los demás, pues con todos tiene trato. Hablo de un
personaje de mente alterada, de esos que tanta tradición tienen en la historia
de la literatura clásica contemporánea. Escritores como Dostoyevski, Faulkner o
Steinbeck dan lugares relevantes en sus narraciones a este tipo de personajes, que hasta
entonces habían ocupado poco espacio en la literatura, sobre todo en aquella de
gusto más pacato y tradicional. En este caso, además, el personaje, Illé
Eroriak, es esencialmente bueno, ingenuo, quizá infantil, y esto lo hace aún
más atrayente al encontrarse atrapado en un temporal de humanas malquerencias. Otro de los elementos de interés de la novela es la melancolía,
la nostalgia, la bruma, la oscuridad que impregnan el paisaje, sombrío, muy
acorde con las pasiones que se desarrollan en esta obra de la gran autora española.
Ana
María Matute, Pequeño teatro, Barcelona, Bibliotex, 2001. [Lo he leído
en un ejemplar de la colección Las 100 mejores novelas en castellano del
siglo XX que acompañó hace unas décadas al diario El Mundo].
Víctor
Espuny.
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