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Llevaba años pensando en leer este
libro, quizá desde la infancia, y sin yo saberlo. Mi tío Mauricio tenía un perro
al que había puesto Foxá y siempre me intrigó ese nombre. Luego, cuando me hice
mayor y descubrí la existencia de un escritor llamado Agustín de Foxá (1906-1959),
supe que había escrito una novela —Madrid de corte a checa—, y aquí me
tienen con la novela leída. Fue redactada, según parece en Salamanca,
seguramente inspirándose para la última parte en el relato de los huidos de
Madrid, pues el autor, según leo en su biografía, había conseguido salir de la
capital en agosto de 1936.
No puedo decirles que lo haya pasado bien
leyéndola. Dividida en tres partes —que ocupan los últimos años del reinado de
Alfonso XIII, la II República y el primer año de guerra en Madrid— es en esta
última donde uno lo pasa mal. Acostumbrado a leer siempre sobre las atrocidades
cometidas por los nacionales, al descubrir las cometidas por los republicanos en las personas de los miembros del clero, la aristocracia y la alta burguesía
que no habían podido huir de Madrid, uno se da cuenta de que nuestro conocimiento
del pasado está siempre determinado por la ideología de las personas que dominan
el relato público de la historia. Todos fueron crueles, daba igual el color del
carnet de su partido.
Al ser medianamente autobiográfica, la
novela contiene descripciones de las tertulias literarias que Foxá frecuentaba
y, por lo tanto, alude con conocimiento personal a escritores y artistas como
García Lorca, Valle-Inclán, Manuel Altolaguirre, Antonio Machado, Manuel
Machado y otros muchos destacados de aquellos años. También habla de los
políticos. A los de izquierdas los trata muy mal, sobre todo a Largo Caballero
y a Azaña, y a los de derecha los ensalza, sobre todo a José Antonio, cuya fuerte
personalidad, basada en amplias dosis de seguridad en sí mismo, parecía
admirar. Así lo hace el protagonista, llamado José Félix Carrillo. Este, joven
y de ideas en principio abiertas al cambio, aunque pronto transformadas en
conservadoras, vive una historia de amor que atraviesa la novela y da calidez a
los ambientes lóbregos y oscuros generados por la represión y la existencia de
las checas, dirigidas por individuos como Agapito García Atadell, que también tiene
su lugar en la novela.
Se trata de una lectura solo apta
para mentes abiertas, capaces de enfrentarse al horror, aunque sea en las
partes dedicadas a la represión donde la obra pierde interés desde el punto
literario. Toda ella está atravesada por la nostalgia de un mundo y unas
maneras perdidas.
Agustín de Foxá, Madrid de corte a checa, Barcelona, Planeta, 1993.
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