Imagen de la isla de Syros, donde transcurre
parte de la acción (aegeanislands.gr).
La última novela de Pérez-Reverte
puede entenderse y valorarse de muy distintas maneras. Ante todo, puede considerarse una novela de aventuras y entretenimiento. El texto, desde el
inicio, posee varios guiños a las novelas de Joseph Conrad, sobre todo a Lord
Jim, pero no llega a lograr la profundidad de aquellas. Tiene el mérito,
eso sí, que alcanzan otras obras marítimas del cartagenero —como La carta
esférica—, en las cuales parece tenerse bien en cuenta la recreación de
ambientes marineros, señaladamente en lo tocante al léxico y a la psicología de
los hombres del mar. El héroe-protagonista absoluto de La isla de la mujer dormida, Miguel Jordán Kyriazis, es muy clásico: un hombre atractivo, rudo solo hasta cierto punto, misterioso, valiente y sereno.
En este sentido la novela satisface todas las expectativas del género.
La narración posee una trama
principal, que relata las andanzas de una lancha torpedera en aguas del mar
Egeo durante 1937 —en el contexto de la Guerra Civil española—, y varias
subtramas relacionadas con aquella. Una comprende la inevitable historia de
amor entre el protagonista y una mujer muy atractiva, otro tópico de los
contenidos en la novela. Otra, la relación, interesada pero de cierta amistad,
existente entre dos espías de los bandos enfrentados, el republicano y el
nacional. Aquí el autor consigue cierta equidistancia, caracteriza a los dos
como completos sinvergüenzas, aunque sus simpatías parecen inclinarse hacia el
bando nacional, al que pertenece el protagonista, no obstante ser este,
esencialmente, un marino. Otra subtrama es la historia del matrimonio del que
forma parte la amante del protagonista. Y otra, la más interesante, que estaría
comprendida en la trama principal, es la sostenida por la relación de
compañerismo que existe entre los tripulantes de la lancha torpedera. Para mí,
esta es la parte sobresaliente de la novela. No sé si todos los lectores podrán
apreciarla, pero sí cualquiera que haya sido joven, haya tenido sangre caliente
en las venas y haya despreciado el riesgo en compañía de otros como él.
Comencé la novela porque no tenía otra que leer, solo ensayos, y al final he quedado satisfecho. A fin de cuentas, uno lee novelas por placer: no puede estar buscando la perfección en todos los títulos.
Arturo
Pérez reverte, La isla de la mujer dormida, Barcelona, Alfaguara, 2024.
Víctor
Espuny.
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