Carlos Arniches y Pilar Moltó en 1926
Entre las obras de Carlos Arniches
se encuentra Del Madrid Castizo. Se trata de un conjunto de sainetes
publicados en la revista Blanco y Negro durante 1915 y 1916. Eran obras que
no estaban destinadas a la representación teatral, pequeñas joyas fruto de la
desbordante laboriosidad del autor alicantino. Solo un años después verían la
luz todas juntas en forma de libro. Entre los sainetes comprendidos en él, once
en total —la edición de José Montero Padilla donde los he leído comprende uno más—,
destaca uno titulado La pareja científica. Su argumento es muy sencillo.
Una pareja de policías pasa la madrugada de Nochebuena en la comisaria, durante
una guardia. Uno de ellos presume de un sobrino que ha pedido la baja en el cuerpo
para trabajar en menesteres más elevados y se está preparando las oposiciones a
«Penales». Entre las materias que debe aprender se encuentra la antropometría
criminal derivada de las teorías Cesare Lombroso, a su vez relacionadas con la
antigua frenología. Esto es: ciertos rasgos físicos —sobre todo los faciales y
craneales— determinan la tendencia al crimen de las personas. Algo tan poco
riguroso a nuestros ojos tuvo gran difusión en el pasado. Los dos policías del
sainete —Mínguez y Requena— discuten sobre la utilidad de esos estudios, sobre
la veracidad de esa ciencia. Estando en esas se les avisa para que presten un
servicio. Deben acompañar a la cárcel a un delincuente que está detenido, el
Peque Rata. Ha sido arrestado por un robo insignificante y debe pasar quince días
en prisión. Se trata de un chiquillo de trece años, apenas un niño. Va descalzo
y desabrigado. La noche es fría. Durante el camino hasta la cárcel los dos policías
siguen discutiendo sobre el rigor de la antropometría criminal y someten al Peque
Rata a un examen. El niño, asustado porque no sabe qué pretenden los dos
hombres, se somete a él y cuenta su historia, muy parecida a las de tantos
niños que nacen completamente desatendidos, abocados a vivir fuera de la ley.
Los policías, finalmente, se ponen de parte del Peque Rata y lamentan profundamente
su historia. Justo entonces, y para hacer más lamentable, por contraste, la historia del
chiquillo, aparece un grupo de personas que festejan la Nochebuena cantando
villancicos, riendo, en plena diversión. Pero el sainete, que ya va bien
despachado de mensajes e intenciones, no queda ahí. En un «segundo cuadro»,
este muy corto, aparece el autor en un supuesto escenario desde el que se
dirige a un público formado por los lectores de Blanco y Negro, esto es,
por los miembros de las clases más acomodadas. Haciendo uso de toda su
elocuencia les pide atención hacia los golfillos de la calle, los que nacen
abocados a la miseria y la delincuencia por la simple necesidad de comer. Están
desatendidos. Las ayudas que dan esos potentados —los Alba, los Medinaceli, los
Urquijo, los Fernán Núñez, los Infantado (Arniches los llama por sus títulos)—
para ayudar a huérfanos van a caer en manos de personas que no son precisamente
las más necesitadas, mientras los verdaderos pobres no reciben nada.
En un día como hoy, Nochebuena, una
lectura así puede hacer reaccionar a los egoístas e inconscientes. Además, se
trata de una auténtica obra de arte, un sainete que tiene en algunos momentos del
cuadro primero el dinamismo de un guion de cine.
Carlos
Arniches, Del Madrid castizo, ed. de José Montero Padilla, Madrid,
Ediciones Cátedra, 1981.
Víctor
Espuny.
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