martes, 24 de diciembre de 2024

La pareja científica, de Carlos Arniches

Carlos Arniches y Pilar Moltó en 1926 

            Entre las obras de Carlos Arniches se encuentra Del Madrid Castizo. Se trata de un conjunto de sainetes publicados en la revista Blanco y Negro durante 1915 y 1916. Eran obras que no estaban destinadas a la representación teatral, pequeñas joyas fruto de la desbordante laboriosidad del autor alicantino. Solo un años después verían la luz todas juntas en forma de libro. Entre los sainetes comprendidos en él, once en total —la edición de José Montero Padilla donde los he leído comprende uno más—, destaca uno titulado La pareja científica. Su argumento es muy sencillo. Una pareja de policías pasa la madrugada de Nochebuena en la comisaria, durante una guardia. Uno de ellos presume de un sobrino que ha pedido la baja en el cuerpo para trabajar en menesteres más elevados y se está preparando las oposiciones a «Penales». Entre las materias que debe aprender se encuentra la antropometría criminal derivada de las teorías Cesare Lombroso, a su vez relacionadas con la antigua frenología. Esto es: ciertos rasgos físicos —sobre todo los faciales y craneales— determinan la tendencia al crimen de las personas. Algo tan poco riguroso a nuestros ojos tuvo gran difusión en el pasado. Los dos policías del sainete —Mínguez y Requena— discuten sobre la utilidad de esos estudios, sobre la veracidad de esa ciencia. Estando en esas se les avisa para que presten un servicio. Deben acompañar a la cárcel a un delincuente que está detenido, el Peque Rata. Ha sido arrestado por un robo insignificante y debe pasar quince días en prisión. Se trata de un chiquillo de trece años, apenas un niño. Va descalzo y desabrigado. La noche es fría. Durante el camino hasta la cárcel los dos policías siguen discutiendo sobre el rigor de la antropometría criminal y someten al Peque Rata a un examen. El niño, asustado porque no sabe qué pretenden los dos hombres, se somete a él y cuenta su historia, muy parecida a las de tantos niños que nacen completamente desatendidos, abocados a vivir fuera de la ley. Los policías, finalmente, se ponen de parte del Peque Rata y lamentan profundamente su historia. Justo entonces, y para hacer más lamentable, por contraste, la historia del chiquillo, aparece un grupo de personas que festejan la Nochebuena cantando villancicos, riendo, en plena diversión. Pero el sainete, que ya va bien despachado de mensajes e intenciones, no queda ahí. En un «segundo cuadro», este muy corto, aparece el autor en un supuesto escenario desde el que se dirige a un público formado por los lectores de Blanco y Negro, esto es, por los miembros de las clases más acomodadas. Haciendo uso de toda su elocuencia les pide atención hacia los golfillos de la calle, los que nacen abocados a la miseria y la delincuencia por la simple necesidad de comer. Están desatendidos. Las ayudas que dan esos potentados —los Alba, los Medinaceli, los Urquijo, los Fernán Núñez, los Infantado (Arniches los llama por sus títulos)— para ayudar a huérfanos van a caer en manos de personas que no son precisamente las más necesitadas, mientras los verdaderos pobres no reciben nada.

            En un día como hoy, Nochebuena, una lectura así puede hacer reaccionar a los egoístas e inconscientes. Además, se trata de una auténtica obra de arte, un sainete que tiene en algunos momentos del cuadro primero el dinamismo de un guion de cine.

 

Carlos Arniches, Del Madrid castizo, ed. de José Montero Padilla, Madrid, Ediciones Cátedra, 1981.

 

Víctor Espuny.

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