Imagen de una
manifestación estudiantil de la época
(archivodelatransición.es).
Escrita con un sentido del humor
poco habitual en el Muñoz Molina de hoy —al menos el de los artículos
periodísticos—, y poseedora de un capítulo final que recuerda la vuelta al
pueblo y el aburguesamiento de uno de los principales personajes de La
voluntad, de Azorín, la novela El dueño del secreto me ha dejado un excelente
sabor de boca. Ambientada en su mayor parte en Madrid y en 1974, cuando el
narrador protagonista tiene solo dieciocho años y está recién llegado para estudiar periodismo, la novela, corta, relata la implicación
involuntaria de un muchacho de provincias en un golpe de estado que pretende acabar
con el régimen de Franco e implantar la Tercera República. En la novela llama
la atención el uso de los contrarios para generar comicidad en la existencia del
personaje llamado Ramón Tovar, la antítesis del protagonista en la mayoría de
las facetas de la personalidad. El protagonista es más bien tímido, amante de
la lectura y la escritura en soledad; Ramón trabaja de mecánico y es expansivo,
más bien basto, escandaloso, vital. Ambos, eso sí, se guardan lealtad y se
apoyan como buenos paisanos perdidos en una ciudad desconocida. Para acentuar
más lo que les separa, el autor coloca a los dos en la misma pensión y la misma
habitación. También destaca la ternura del protagonista, su fragilidad, un
antihéroe muy conseguido. Sin embargo, pesar de ser pusilánime y falto de carácter,
el narrador protagonista parece tener claras algunas cuestiones principales,
como su amor por la escritura y por la máquina de escribir ligera que posee, la
más valiosa de sus propiedades, cuya recuperación casi al final de la novela da
pie a un interesante giro en la trama. El
capítulo de cierre finaliza en 1993, cuando el narrador tiene ya treinta y siete
años, fecha que corresponde con el momento de escritura y de publicación (1994).
Muñoz Molina estudió periodismo en Madrid y aprovechó su conocimiento de la
ciudad, su sociedad y la vida universitaria para escribir este libro, sin duda
valioso y entretenido. Su edad corresponde con la del protagonista. Afortunadamente
para los lectores, el autor ubetense nunca volvió a su pueblo para establecerse
allí, como el protagonista de El dueño del secreto, y siguió el periplo vital
que todos conocemos, tan fértil en experiencias y publicaciones.
Víctor
Espuny.
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