viernes, 10 de enero de 2020

Las partículas elementales, de Michel Houellebecq


El autor (literaturafrancesatraducciones.blogspot.com)
           
            Extraña novela. A ratos tan desagradable como las obras del marqués de Sade o Saló o los 120 días de Sodoma, a ratos de una delicadeza rayana en la hiperestesia, a ratos expositora de teorías científicas que desembocan en mundos utópico/distópicos próximos a los libros de la familia Huxley, grupo intelectual y consanguíneo al cual dedica algunas páginas de manera explícita. En cualquier caso la novela de Houellebecq (Francia, 1956) es apasionante y cuesta mucho trabajo cerrarla y acudir al trabajo o adonde se nos reclame. Una vez acabada la lectura he leído alguna biografía del autor y he constatado, además, la existencia en la novela de numerosos pasajes autobiográficos y la conversión del autor desde hace años en una persona muy polémica en Francia y en otros países de Europa. Se le acusa de antifeminista, islamófobo, pornógrafo, descreído, nihilista y, en general, de ser un chico muy malo. Su madre, que resulta muy atacada en sus obras, escribió a su vez un libro defendiéndose e intentando demostrar la impostura de su hijo. Después de haber leído todo eso me resulta difícil escribir de la novela de forma ecuánime. Lo intentaré.
            Las partículas elementales cuenta la vida de dos hermanos de madre, Michel y Bruno. Ambos fueron abandonados pronto por ella, inmersa en una dinámica social según la cual las mujeres luchan por experimentar y vivir sin ataduras, objetivo irrealizable sin el requisito de no tener hijos o ignorarlos una vez tenidos. Quizá sea esta, la ausencia de la madre, la única coincidencia entre los dos hermanos. Sus caracteres son muy distintos. Uno es expansivo y poseedor de una vitalidad sexual desbordante, tanto que el sexo ocupa su vida de forma obsesiva. Este es Bruno. En la configuración de este personaje, visitador de lugares donde la promiscuidad esté permitida o incluso alentada, Houellebecq puede haber puesto bastante de su confesada experiencia personal, como son los abusos sufridos en un colegio de Meaux. El otro hermano es Michel. Michel es introvertido, solitario, de sexualidad inapetente y poseedor de una mente privilegiada para el estudio de la biología. Él es el que abre y cierra la novela. Su personaje es principal por el protagonismo que adquieren sus descubrimientos, pero los pasajes más entretenidos, algunos de ellos hilarantes, son los centrados en Bruno y en su insatisfacción sexual crónica. Algunos de estos pasajes son abiertamente pornográficos y varios francamente desagradables. Me da la impresión, lo digo como simple lector amante de encontrar los mecanismos ocultos de las ficciones, que la existencia de dos personajes tan opuestos fue una ocurrencia del autor inspirada en dos facetas muy acusadas de su personalidad: el intelectualismo y, digamos, la autodestrucción a través del abuso del placer, tendencia esta última debida a la falta de autoestima, propiciada por el abandono de la madre y los abusos sufridos durante la infancia. Bruno es cruel y está absolutamente falto de empatía.  
El relato tiene un colofón en forma de epílogo que sitúa su final alrededor del año 2070, cuando, gracias a los avances de la experimentación en microbiología, la humanidad ha sufrido una gran transformación. Aquí la influencia de Un mundo feliz es evidente.
Para mí, que suelo andar en las nubes, el autor ha sido un buen descubrimiento.      

Michel Houellebecq, Las partículas elementales, Barcelona, Anagrama, 2019. (Les particules élémentaires, 1998). Traducción de Encarna Castejón.

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