viernes, 24 de enero de 2020

Música de cañerías, de Charles Bukowski


Hipódromo de L.A. (F. de Harry How/Getty Images)

Se trata de un libro de relatos. Contiene exactamente treinta y seis, ninguno de más de diez páginas. Todos están protagonizados por hombres muy parecidos: perdedores, autodestructivos, alcohólicos y ludópatas. La acción de las narraciones trascurre en Los Ángeles en el siglo XX. La mayoría de ellos están contados en tercera persona pero también los hay en primera. De estos, más o menos la mitad están protagonizados por Henry Chinaski, alter ego de Bukowski, el autor.
            Charles Bukowski (Ardernach, Alemania, 1920 - Los Ángeles, 1994) es un escritor muy popular en Europa, donde se le tiene por una especie de semidiós de los excesos. Nacido en Alemania, emigró pronto con sus padres a Estados Unidos, donde tuvo una infancia caracterizada por los abusos y las continuas palizas propinadas por el padre con la aquiescencia de la madre. Como resultado de ello vivió durante años en una continua infelicidad que solo pudo paliar con la escritura y el abuso del alcohol. A partir de 1949 y hasta su muerte escribió de forma obsesiva, con esa constancia dictada por la necesidad vital de los grandes escritores. Vale como muestra de su personalidad y su forma de entender el oficio su conocido poema Así que quieres ser escritor, ¿eh?, un texto dictado con las mismas buenas intenciones y el mismo afán didáctico y a un tiempo disuasorio de los también célebres de Rilke (Cartas a un joven poeta), Vargas Llosa (Cartas a un joven novelista) y otros muchos, todos inspirados, según creo, en la obra de Rilke. El texto de Bukowski tiene la virtud de decir mucho, todo lo más importante, en solo unas líneas. Copio la traducción de Eduardo Iriarte Goñí incluida en Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta (Madrid, Visor, 2016), poemario póstumo de Bukowski. Léase sin prisas.


Así que quieres ser escritor, ¿eh?


si no brota de ti a borbotones
a pesar de todo,
ni lo intentes.
a menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobre la
máquina de escribir
en busca de palabras,
ni lo intentes.
si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
si lo haces porque quieres
mujeres en la cama
ni lo intentes.
si tienes que sentarte y
rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
si quieres escribir como algún
otro,
olvídalo.

si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.

no seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
no lo empeores.
ni lo intentes.
a menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.
a menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.

cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
sí mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.

no hay otra manera.

ni la hubo nunca.       

Charles Bukowski.


            A pesar de la presunta marginalidad, del malditismo, de Bukowski, el poema resucita la vieja idea de la inspiración como algo ajeno al autor, una especie de fuerza externa que puede o no elegir a alguien y hacer o no inmortal su obra. La de Bukowski va a pervivir. Y va a hacerlo a pesar de, o precisamente por, ser soez, obscena, mal hablada, coprofílica y profundamente machista. Bukowski ilumina y, en el fondo, dignifica, la vida de los dipsómanos, los ludópatas, los que beben hasta perder el conocimiento y cuando se levantan lo primero que buscan es una cerveza, los que pasan las horas del día en bares donde siempre es de noche, donde no existen medidas alcohólicas estándar para los combinados de bebidas espirituosas, los que fuman hasta tener los dedos, los dientes, los bigotes amarillos, los que amanecen con un ojo hinchado y no recuerdan cómo puñetas fue la pelea aquella, los que se acuestan con la primera que encuentran y se deja, porque tampoco ella ama su persona y entrega su cuerpo a cualquiera por cualquier cosa. En todo ese mundo, tan desagradable, también puede existir poesía y sentido del humor, y Bukowski sabía verlos.
            De los treinta y seis relatos del libro destaco estos diez: Una dama salvaje, 360 kilos, Golpes en el vacío, Una jornada de trabajo, La cabeza, Mañana decisiva, Cómo conseguir que te publiquen, El pájaro que se remonta, Mercancías rotas y Poniendo cuernos a Marie. El relato titulado El pájaro que se remonta es el único del todo el libro donde los diálogos, muy importantes en todas estas narraciones, no están llenos de exabruptos de algún tipo. La sordidez de los ambientes y las situaciones acaba cansando.

Charles Bukowski, Música de cañerías, Barcelona, Anagrama, 2018 (18ª ed., la 1ª es de 1987). [Hot Water Music, Black Sparrow Press, Santa Bárbara, 1983]. Traducción de J. M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario