Saumur (Foto: losviajesdeclaudia.com)
Decía
un anciano tío mío, hermano de mi madre, que la novela del siglo XX era muy
atractiva por la cantidad de recursos técnicos nuevos que se habían usado en
ella, que Proust, Joyce, Faulkner, Cortázar o Benet eran maravillosos artistas,
pero no había nada como la novela del siglo XIX. «Algún día, sobrino», me
decía, «disfrutarás como nunca leyendo a Conrad, Eça de Quiros, Clarín,
Flaubert, Tostói, Dostoyevski, Gógol, Dickens o Balzac, vivirás sin dificultad
y por entero vidas que nunca imaginaste vivir y aprenderás a amar y a odiar al
ser humano». No voy a discutir la nómina de autores que mi tío me daba. Son
todos lo que están, sí, pero no están todos los que son. Habría que incluir
algunos, aunque en general mi tío acertó en todos. No sé qué hubiera hecho sin
él. Estaría ahora ojeando bazofia, quizá consultando las listas de los más
vendidos para saber qué leer.
Eugénie de Grandet (1833), novela del imprescindible
escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850), me ha tenido suspenso durante
varios días, durmiendo poco, comiendo menos, pendiente solo de la resolución de
la historia. El protagonista no es tanto Eugénie, que sí, que lo es —aunque no
de manera exclusiva—, sino su padre, el señor Grandet, antiguo alcalde de la localidad
de Saumur y vecino de ella. Este es la persona más avara que pueda imaginarse,
capaz de poner el interés económico por encima de cualquiera. No ama a nadie,
solo a su dinero, que intenta acrecentar a diario, y lo consigue gracias a la
tensión en la que vive, completamente dedicado a esa tarea. Los demás, según
él, son todos unos imbéciles a los que es fácil timar, a los que tima de manera
complaciente en cualquier oportunidad que se le presenta. En esa sociedad
hipermaterialista el matrimonio se ve como un acto de compra venta, sin que
tenga que mediar amor alguno. Todos lo saben y se avienen a ello sin
dificultad. En medio de todos están Eugénie y su madre, que conviven con
el monstruo y se allanan a sus interesados manejos hasta que el amor aparece en
la vida de Eugénie, en ese momento una chica aún inocente, generosa e idealista.
A partir de ahí se genera el conflicto en la familia, que tiene un resultado
francamente inesperado.
Las
primeras ciento cincuenta páginas de la novela cuentan de manera continuada
solo lo vivido durante una semana más o menos. A partir de ahí aparecen varias
elipsis temporales que aligeran la trama y permiten ir a lo esencial. La acción
transcurre casi únicamente en el interior de la casa de los Grandet, en Saumur,
población muy cercana a Tours, durante los años centrales de la primera mitad
del siglo XIX.
Eugénie
Grandet no es solo recomendable: es imprescindible. Hagan caso a
mi tío.
Honoré de Balzac, Eugénie Grandet, Barcelona, Penguin
Random House, 2017. Traducción de Joan Riambau.
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