León Tolstói (1828-1910) es un
autor del que uno puede enamorarse muy joven gracias a su biografía. Su
pertenencia a una familia de la alta nobleza rusa y su posesión de unos
escrúpulos morales basados en una necesaria sensibilidad social, en un
preocuparse por los que nada tienen y por la forma correcta de actuar con ellos
y con todas las personas en general, conformaron una persona y una obra
literaria de conocimiento imprescindible. Algunas de las principales corrientes
de conducta actuales, casi religiones, llamadas veganismo, vegetarianismo,
pacifismo y naturismo fueron apoyadas y difundidas por él. A lo largo de su
vida, y en un continuo proceso de autoconocimiento y maduración, se comportó de
todas las maneras posibles, desde la correspondiente a un muchacho sensual,
vitalista, vicioso y frívolo hasta la propia de un hombre mayor reflexivo y
profundamente solidario con los demás.
Cuánta tierra necesita el hombre y otros
cuentos reúne la mayoría de sus mejores narraciones breves, algunas novelas
cortas por su extensión. En total son catorce. El marco cronológico de
escritura abarca desde 1859 hasta 1903. Voy a referirme solo a las que más han
llamado mi atención.
«Tres muertes» (1859) es un
relato que defiende el derecho a vivir de los árboles, profundamente ecologista,
por tanto; la tala de uno de ellos es comprable a la muerte de una persona.
«Jostomer (Historia de un
caballo)» (1886) cuenta en primera persona, es el mismo caballo el que habla,
la sufrida vida de un caballo. Es animalista, por tanto. Tiene un evidente
parecido con Black Beauty (1877), de
Anne Sewell, pero supera a esta en la descripción de la vida de los caballos en
libertad, sobre todo del comportamiento de la manada. Tolstói debió pasar mucho
tiempo observando a su yeguada.
«El padre Serguéi» (1890)
alude a la falta de verdadera fe de algunos eclesiásticos y a la humana
dificultad que encierra el mantenimiento del antinatural voto de castidad.
Cuenta la vida de un ermitaño. Es muy intenso. Mantiene una evidente relación
temática con «El diablo» (1899-1890). En este caso la víctima de los reclamos
de la carne es un hombre casado con una mujer que no le llena sexualmente. Ambas
narraciones están dictadas por la máxima bíblica según la cual uno debe mutilar
aquella parte del cuerpo que le hace pecar. Vistos ambos cuentos desde la
ideología más extendida actualmente parecen ingenuos pero son testimonio de una
época y una manera de pensar muy extendidas y respetables. En «El diablo»
aparecen los dos finales que pensó el autor, el primero, de 1899, más justo y
honesto.
«La historia de Iván el Tonto»
(1885) está basado en la creencia de que todos debemos vivir del trabajo de
nuestras manos, absolutamente todos. Parece inspirado en fábulas populares de transmisión
oral. Contiene curiosas coincidencias con el relato de la estancia de cierto
noble español en Rusia, coincidencias llamativas, dignas de estudio.
Para finalizar, «Cuánta tierra
necesita el hombre» (1886). Es, quizá, el mejor de todos. Es una defensa de las
posiciones más humanizadoras en el Tolstói pensador en relación al derecho a la
propiedad de la tierra cuanto este se convierte en acaparamiento, cuando la
tierra que se posee es desmesuradamente más extensa de la necesaria para mantener
a la familia. Acaba de una forma muy aleccionadora.
León Tolstói, Cuánta tierra necesita el hombre y otros cuentos, Madrid, Alianza
Editorial, 2014. Traducción de Irene y Laura Andresco revisada por Víctor Andresco,
y Natalia Dvórkina (por «El diablo»).
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