El autor en 1875, por Walery
Según datos de 2018, obtenidos
en la web del Ministère de L’Europe et
des affaires étrangères (diplomatie.gouv.fr), aún son más de cincuenta y
cinco los estados y territorios donde se aplica la pena de muerte en el mundo.
Cada año, eso sí, disminuyen las ejecuciones, seguramente debido a la toma de
conciencia de la barbaridad que supone la aplicación de esta pena. Hace ya más
de doscientos años existían voces que se alzaban contra ella, y lo hacían
precisamente en Francia. El último día de
un condenado a muerte (1829), novela breve de Victor Hugo (1802-1885), fue
escrita con intención de lograr su abolición.
La
novela comienza con un corto prólogo en el que justifica la existencia del
texto, publicado como anónimo para
apoyar su veracidad. Hugo usa la técnica del manuscrito encontrado. Es un
relato en primera persona escrito por un condenado a muerte innominado cuyo
crimen permanece oculto durante toda la novela para conseguir dotar al relato
de un alcance universal. Aunque el título aluda a un solo día, la narración
comprende varios meses, tiempo durante el cual el acusado es sentenciado,
condenado y trasladado a varias cárceles. Hacía falta la existencia de un
espíritu tan sensible, humano y cultivado como el de Victor Hugo, dueño además
del coraje necesario, para escribir una obra como esta, realmente efectiva y
generadora de profundas reflexiones en el lector. Las imágenes de las calles por
las que el condenado es trasladado hacia el patíbulo y de la plaza donde se
alza el cadalso repletas de personas ansiosas por la contemplación del
espectáculo desalientan, y mucho. ¿Cómo puede permitirse, hoy día aún ocurre,
que una multitud, a la que hay que sumar el verdugo y sus acólitos, asesine de
manera completamente premeditada a un individuo solo, atado, indefenso, y todo
este espectáculo sea permitido por el resto de la sociedad? ¿Cómo pueden seguir
existiendo ejecuciones, la mayoría en países muy atrasados en cuestión de
derechos humanos, como Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, pero también en un
país como Estados Unidos, supuestamente democrático y avanzado? Hugo escribió
esta novela para evitarlo, pero hay muchos que no leen.
La
efectividad del texto a la hora de transmitir el mensaje viene potenciada por
su carácter artístico. No es un ensayo, donde se allegarían de forma explícita,
quizá fría y cerebral, argumentos contra la pena de muerte, sino una novela, un
texto creado con la intención de lograr que el lector pueda situarse en el lugar
del condenado, mirar con sus ojos, sentir como él. La narración viene acompañada,
como epílogo, del prólogo que escribió Hugo para la tercera edición, Una comedia a propósito de una tragedia
(1832), pieza teatral breve en la que realiza una sátira mordaz, y merecida,
de las personas que criticaban su obra tachándola de imperfecta, mal trabada e
ininteligible. Una vez más, un genio se adelantaba a su tiempo abriendo nuevos caminos,
desconcertantes para muchos.
Victor Hugo, El último día de un condenado a muerte, Madrid, Akal, 2018.
Traducción de Martín García González.
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