domingo, 13 de septiembre de 2020

La piel de zapa, de Honoré de Balzac



            La piel de zapa (1831) fue la primera novela del recomendable escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850). Escrita en un país y en un momento cruciales en la historia, la narración de la desgraciada y desmedida vida de Raphaël de Valentin posee indudables atractivos literarios y humanos. De entrada, llama la atención la aparente influencia que la obra posee de Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (1759), la divertidísima e ingeniosa novela del irlandés Laurence Sterne (1713-1768), que aparece expresamente citada en la página 10 e indirectamente, por el apellido del autor, en las páginas 21, 33 y 261. También, y esto resulta otra obviedad, llama la atención su inclusión en la estela de narraciones en las que el protagonista pacta con el diablo o posee unos poderes especiales representados por un objeto-talisman, tales como Fausto (1808), de Goethe (1749-1832) —cuya primera parte, la principal, había sido revisada y reeditada precisamente en 1829— y la posterior, y seguramente deudora de Balzac, El retrato de Dorian Gray (1890), obra de Oscar Wilde (1854-1900), otro irlandés genial e imprescindible en el menú de un lector interesado en la literatura. Todos estos aspectos de la obra de Balzac habrán sido sobradamente considerados por estudiosos y comentadores más lúcidos que yo, simple lector amante de la escritura.
            La razón para abrir este libro y mantenerlo con firmeza «a pesar» de la riqueza del lenguaje de Balzac y de su amor por las descripciones pormenorizadas de lugares, personas, objetos y sentimientos —características que alejan el texto de aquellos a los que estamos acostumbrados si solo leemos autores actuales— está en su recompensa. El esfuerzo inicial, en este caso, como en el de otros autores franceses del XIX y el XX —habría que incluir a Proust, deudor indudable del autor turonense—, ímprobo, considerable, se ve premiado cuando nos acostumbramos a su universo, nos olvidamos de sus peculiaridades sintácticas o léxicas y nos dejamos llevar por la humanidad de la historia para sumergirnos, tan a gusto, en el París de la época, donde se vivía un interesante adelanto de lo que vendría en el siglo XX en España y otros países atrasados: el triunfo de la ciencia y de las inquietudes de una dinámica burguesía, conservadora en las ideas pero muy emprendedora, creadora, por ejemplo, de los grandes periódicos, que en la narración ocupan un lugar importante. Otra de las facetas llamativas de la historia de Raphaël de Valentin está en el parecido de sus primeras décadas de vida con la del mismo Balzac, quien debió volcar mucha de su amargura en la configuración del personaje, producto, en mi opinión, de esa necesidad de hablar de uno mismo que todo novelista tiene y sabe disfrazar con oportunas creaciones literarias.    

Honoré de Balzac, La piel de zapa, Madrid, Siruela, 1989. Traducción de Violeta Pérez Gil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario