Nacida en una familia cuya principal fuente de ingresos era el trabajo del padre como técnico de explotaciones mineras —familia de residencia muy cambiante, por tanto—, y crecida con evidente falta de cariño, Lucia Berlin (1936-2004) dedicó los momentos más creativos de su vida adulta a escribir relatos. Todos ellos, más de setenta, parecen clasificables en lo que se ha venido a llamar autoficción, o ficción autobiográfica, un subgénero muy en boga en la actualidad pero apenas practicado cuando ella empezó a escribir y a publicar, en los años sesenta. Berlin, apellido de su tercer marido, estuvo casada varias veces, tantas como se divorció, tuvo cuatro hijos, fue alcohólica y luchó contra esa dependencia durante más de diez años, venciéndola al fin, estudió literatura, trabajó de auxiliar de clínica, de mujer de la limpieza, vivió en Alaska, California, Colorado, Nuevo México, México, Nueva York, Chile. Impartió talleres literarios en cárceles y universidades y publicó en vida varios libros en editoriales pequeñas, con tiradas cortas y nula publicidad. En aquella época las únicas redes sociales que existían eran las del barrio, las compuestas por personas con las que te rozabas, y ella las perdía porque vivía en una itinerancia constante, quizá heredada de su padre. Su increíble movilidad acabó cuando la escoliosis que padecía desde niña le produjo una lesión pulmonar que la ató a un tanque de oxígeno móvil durante los últimos años de su vida. Su admirable capacidad para construir historias y dotar a sus narradores de voces sólidas y atractivas pasó casi inadvertida antes de su muerte. Vivió sus últimos años con apuros económicos y la amenaza de la muerte por asfixia. Una década después de su fallecimiento, alguien que había podido seguirla, y tenía influencia en el mundo editorial, publicó una antología de sus cuentos con el título de Manual para mujeres de la limpieza y su obra, ahora, se ha convertido en un fenómeno editorial. Lucia Berlin siempre estuvo al margen, vivió al límite, libre y arriesgada. Seguro que jamás pensó que su obra fuera a ser leída y admirada de la forma que lo está siendo, y mucho menos imaginó que generaría los beneficios que está generando a sus herederos y editores, que parecen haberse lanzado en los últimos años a publicar hasta el más mínimo papel escrito por ella. Habría que ver lo que Lucia Berlin diría al respecto. Ya no puede decir nada.
Manual para mujeres de la limpieza
consta de cuarenta y tres relatos, la inmensa mayoría protagonizados por
mujeres. Todos están teñidos por la cálida luz proyectada por la filantropía,
el amor por las personas. Hay varios, muchos, basados en sus relaciones
familiares, a menudo en la relación entre Lucia y su madre, una mujer egoísta
que marcó de manera inevitable el mundo de su hija, crecida con una evidente
falta de cariño y poca capacidad para el fomento de la autoestima. En cualquier
otro caso, probablemente, la persona se hubiera perdido en un camino de
autodestrucción sin vuelta atrás, pero en el suyo tuvo la lucidez suficiente para
vivir de manera consciente, dar forma literaria a sus experiencias, algunas
terribles, y salir del pozo adonde había caído. El libro contiene relatos
divertidos, como 502 o Atractivo sexual, relatos cercanos al
mundo de la lectura o la escritura, como Punto
de vista, Y llegó el sábado o Querida Conchi —homenaje a la obra de
Ramón J. Sender, profesor suyo—, relatos de arrojada y necesaria denuncia
social, como Buenos y malos y Mijito, relatos sobre la forma de llevar
la enfermedad incurable de un ser muy querido, etc. Hay algunos centrados en la
necesidad de aceptar la muerte, y en cómo esta dulcifica y acerca al fin
posturas enfrentadas en la familia. Los hay también sobre la heroinomanía y el
alcoholismo, fenómenos conocidos muy de cerca por Berlin. De estos destacaría Carmen, de final desconsolador, e Inmanejable, un texto de apenas cuatro
páginas pero de alcance universal y obligada lectura para los que coquetean con
las drogas de manera inconsciente. Algunos de estos cuentos pueden encontrarse
traducidos con una simple búsqueda en la red.
Un
grato descubrimiento.
Lucia Berlin, Manual para mujeres de la limpieza, Barcelona, Alfaguara, 2018. [A Manual for Cleaning Women: Selected
Stories, 2015]. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino.
Imagen: Fotografía de Lucia Berlin y su hijo
David en Alburquerque en 1963. Fue tomada por Budd Berlin, el tercer marido de
Lucia y de quien adoptó el apellido literario. El apellido verdadero de Lucia era
Brown. LITERARY ESTATE LUCIA BERLIN.
Víctor Espuny.
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