El
laberinto, de Manuel Mujica Láinez (Buenos Aires, 1910-Córdoba, 1984), es
una autobiografía de don Ginés de Silva (1572-1658), hidalgo toledano creado
por el genio del escritor argentino que muy bien pudo existir. Como el autor ficticio explica
en el «prologuete», el título del libro le fue dado por el Greco, el pintor cretense afincado en España, artista prodigioso, que consideraba la vida de cada
persona un laberinto donde acecha el Minotauro en forma de decepción, de
desilusión, idea, a su vez, muy borgiana. La ilusión es la que impulsa al
protagonista de El laberinto, embarcado
una y otra vez en empresas más o menos quiméricas, la mayoría de final infeliz,
pero, a pesar de ello, no decepcionantes para él, que sigue
pensando ilusionado en un futuro prometedor.
A lo largo de su vida frecuenta a muchos de los personajes más importantes de
su tiempo. En Toledo, durante su infancia, conoce al Greco y este lo elige como
modelo para el niño que, desde el ángulo inferior derecho del cuadro, señala el
cuerpo del finado en el Entierro del
señor de Orgaz. Por motivos que no vienen el caso, no se trata de contar entero el
libro, el protagonista, ya mozo, abandona Toledo y entra a servir a Lope de
Vega, se embarca en la Armada Invencible en el mismo barco que el incompetente duque
de Medina Sidonia, conoce al Inca Garcilaso, se embarca para América, conoce a
un mulato llamado Martín de Porres, presencia la fundación de Castrovirreyna,
parte en busca de El Dorado, y así páginas y páginas de una vida
interesantísima, donde no hay lugar para el descanso, y constituye un ilustrativo
paseo por la España de Felipe II, III y aun IV. El lenguaje, de léxico muy rico
y sintaxis propensa a la creación de un ritmo ágil por la colocación de comas y
puntos y comas —estos últimos en ocasiones demasiado abundantes para el gusto
de escritura actual, más ágil, menos trabado—, parece muy trabajado, como
corresponde a una persona de la envidiable educación recibida por Manuel
Mujica. Como en muchas de sus obras, Mujica, de gran preparación artística,
recrea en El laberinto la vida de
célebres cuadros, ese cobrar vida de los personajes de los cuadros del Prado cuando
nadie los contempla.
He pasado unos días muy sabrosos con esta lectura, refugiado
en ella de los sinsabores de la vida real y recibiendo valiosas lecciones de
historia.
Manuel
Mujica Láinez, El laberinto, Diario
El País, Madrid, 2003.
Imagen:
Alrededores de la ciudad argentina de Mendoza. (savacations.com).
Víctor
Espuny.
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