Seguro que el lector recuerda Los detectives salvajes de Roberto Bolaño y alguna que otra novela
donde el autor hace el relato de sus años mozos, cuando empezaba su actividad
literaria y parte importante de la misma consistía en verse con personas más o
menos de la misma edad y con las mismas inquietudes creativas. La novela Los ilusos pertenece precisamente a ese
subgénero temático, el de los grupos literarios que se forman alrededor de una
revista o de un bar, establecimiento donde habitualmente se consume poco y se
ocupan mucho tiempo las mesas. Son años de grandes ilusiones y de bolsillos
vacíos en los que se forjan amistades para toda la vida y se viven experiencias
a menudo inolvidables por la terneza de la piel.
Los
ilusos, novela en buena parte autobiográfica, narra la llegada de Rafael Azcona
(1926-2008) a Madrid desde su Logroño natal a principios de los años cincuenta
y la manera que tuvo de sobrevivir aferrándose al sueño de comer de la
escritura, afán que le llevó a convertirse en uno de los guionistas más
importantes de la historia del cine español. Pero antes de eso escribió novelas
mercenarias de las cuales no se sentía muy satisfecho y otras, como esta, muy
aceptables al estar redactadas por amor a la escritura misma, la única forma,
seguramente, de conseguir textos realmente válidos, capaces de impresionar la
sensibilidad del lector. Harto como esta uno de leer relatos de aquellos años
en los cuales todo es oscuro y triste, en Los
ilusos encontramos un grupo de poetas, más bien versificadores, dados a la
picaresca y a la ampulosidad, que ven sus veladas de los Versos Sabáticos como
oportunidades para descollar entre otros poetas llegados de provincias o para
sacar algunas pesetas a alguien con alguna desgracia inventada, pero todo
contado con ese gran sentido del humor que tenía Azcona, hombre tímido e
inteligente donde los hubiera, que prefirió la actividad de guionista
cinematográfico a la de escritor para no ser asunto de titulares ni objetivo de
fotógrafos de prensa. Tuvo una larga y feliz vida paseando como un ser anónimo
más. Por suerte para la creación artística y para todos nosotros, él aguantó lo
que tuvo que aguantar y siguió toda la vida siendo uno de esos ilusos sin los
cuales el arte no existiría.
Los
ilusos fue publicada por primera vez en 1958 y revisada por su autor para
esta edición, que contiene decenas de ilustraciones de su amigo Antonio
Mingote. La revisión del texto fue, quizá, el último trabajo de la vida de
Azcona. Ahora, ya fallecido, sigue haciéndonos reír.
Rafael
Azcona, Los ilusos, La Coruña,
Ediciones del Viento, 2008.
Imagen:
Montaje de la página mcguffin007.com, donde puede leerse un enriquecedor artículo
sobre esta novela de Júlia Olmo; sí, con acento.
Víctor
Espuny.
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