Debido
al despiste en el que vivo felizmente instalado casi siempre, no he conocido la
obra de W. G. Sebald (1944-2001) hasta ahora. Muerto prematuramente, el autor bávaro poseía una profunda sensibilidad, un bagaje inmenso de
lecturas, una gran capacidad de observación y un aparente desinterés por
hacerse una carrera literaria, rasgos todos que lo hacen tremendamente atractivo.
A todo eso hay que sumar, entre otras muchas cosas, la fecha de su nacimiento,
que lo instala en ese grupo etario alemán cuyos integrantes tuvieron que
descubrir por sí mismos qué había pasado en su país durante los años treinta y
cuarenta, exactamente como Bernard Schlink, nacido el mismo año, apenas dos
meses después.
Los emigrados (1992) de Sebald contiene la biografía de cuatro personajes supuestamente ficticios pero tan creíbles que
uno acaba el libro con la idea de que todos ellos existieron realmente. Son
historias desconectadas en apariencia pero unidas por un narrador-protagonista
hábilmente construido, una suerte de viajero cuyo motivo para trasladarse de un
lugar a otro nace en el encuentro con personas que despiertan en él unas ansias
mayores de conocer su biografía. Esta viene acompañada en los cuatro casos por
fotografías de lugares y personas que acentúan el grado de veracidad de los
textos. Las páginas se suceden de una manera extraña, poco habitual según los
cánones narrativos más extendidos, salpicadas de digresiones, principalmente
históricas, que al principio cuesta relacionar con la historia principal pero
uno acaba por encontrar perfectamente lógicas. De todo lo escrito no sobra
nada. La dificultad de la lectura para el lector más acostumbrado a los relatos
de forma clásica va desapareciendo conforme advierte cómo las digresiones
convienen al relato, cómo lo complementan. Los protagonistas de las biografías
son hombres ya mayores que tuvieron que abandonar Alemania en las primeras
décadas del siglo XX y se instalaron en países de futuro más prometedor por la
ausencia de persecución antisemita. Algunas de las historias, sobre todo las
del maestro Paul Bereyter y el mayordomo Ambros Adelwarth, resultan de un
atractivo tal que durante su lectura uno se siente transportado a uno de esos
momentos estelares que señalan la senda vital del lector, esos contados ratos
en los que se siente inmerso en un relato verdaderamente irrepetible por la
profundidad de lo escrito y el talento de su creador.
Solo para lectores avanzados.
W. G. Sebald, Los emigrados, Barcelona, Anagrama, 2019 (3ª ed., la 1ª es de
2006). Traducción de Teresa Ruiz Rosas. [Die
Ausgewanderten, 1992].
Imagen: Vista de Wertach (al sur de Baviera),
donde nació y vivió la infancia W. G. Sebald. (Ahora resulta pertinente una reflexión
sobre la importancia de los escenarios naturales y artísticos en la formación
de las personas creativas). He tomado prestada la fotografía de ferienwohnungwertach.de.
Víctor Espuny.
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