sábado, 23 de noviembre de 2024

Una declaración imperial

 

Lutero en la Dieta de Worms (Anton von Werner, 1877) 

            Hoy les traigo un documento imprescindible para el conocimiento de la historia mundial, y no solo de las religiones. Se trata de la declaración que Carlos V realizó en abril de 1521 en la reunión de mandatarios germánicos conocida como Dieta de Worms. Dicha reunión tuvo lugar en la ciudad mencionada, una antigua y bien conservada población alemana situada a orillas del Rin. Su nombre castellanizado era Bormes a comienzos del siglo XVI. En esta Dieta Imperial —reunión que se realizaba de forma más o menos periódica para aunar pareceres de los dirigentes de los estados alemanes, tanto laicos como seglares— se había citado a Martín Lutero, a quien el Emperador deseaba escuchar retractarse de sus famosas tesis, algo que no sucedió. Se trata de uno de los hitos principales del nacimiento del protestantismo y todas sus variedades, que ayudó a conformar el mundo tal y como lo conocemos. Significó también el comienzo de la lucha por la ortodoxia religiosa, que supuso el debilitamiento crónico de las arcas peninsulares, exigidas continuamente por los gastos de guerra, y, sobre todo, la división de la sociedad europea entre católicos y protestantes, la distinción entre dos formas distintas de entender el mensaje evangélico y, en general, la vida en todas sus manifestaciones, ya sean sociales, económicas, culturales y hasta afectivas. Amén, por supuesto, de la lamentable pérdida de vidas que entraña cada guerra. El despegue económico, y el logro de la hegemonía política y, finalmente, cultural de territorios como la actual Alemania, Inglaterra y los Países Bajos sentaba en ese momento sus principales bases. A partir de ahí, y hasta llegar a la Revolución Industrial, nacida en países protestantes y muy autoexigidos, obsesionados con la laboriosidad, el norte y el sur de Europa —grosso modo— seguirán caminos, y mantendrán posturas, difícilmente reconciliables.  

Escuchemos ahora al Emperador:

«Vosotros sabéis que Yo desciendo de los emperadores cristianísimos de la noble nación de Alemania, y de los reyes católicos de España, y de los archiduques de Austria y duques de Borgoña; los cuales fueron hasta la muerte hijos fieles de la Santa Iglesia Romana, y han sido todos ellos defensores de la Fe católica y sacros cánones, decretos y ordenamientos y loables costumbres, para la honra de Dios y aumento de la Fe católica y salud de las almas. Después de la muerte, por derecho natural y hereditario, nos han dejado las dichas santas observancias católicas, para vivir y morir en ellas a su ejemplo. Las cuales, como verdadero imitador de los dichos nuestros predecesores, habemos por la gracia de Dios, guardado hasta agora. Y a esta causa, Yo estoy determinado de las guardar, según que mis predecesores y Yo las habemos guardado hasta este tiempo; especialmente, lo que ha sido ordenado por los dichos mis predecesores, ansi en el Concilio de Constancia, como en otros.

Las cuales son ciertas, y gran vergüenza y afrenta nuestra es, que un sólo fraile [Lutero], contra Dios, errado en su opinión contra toda la Cristiandad, así del tiempo pasado de mil años ha, y más como del presente, nos quiera pervertir y hacer conocer, según su opinión, que toda la dicha Cristiandad sería y habría estado todas horas en error. Por lo cual, Yo estoy determinado de emplear mis Reinos y señoríos, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma; porque sería gran vergüenza a mí y a vosotros, que sois la noble y muy nombrada nación de Alemania, y que somos por privilegio y preeminencia singular instituidos defensores y protectores de la Fe católica, que en nuestros tiempos no solamente herejía, mas ni suposición de ella, ni disminución [de] la Religión cristiana, por nuestra negligencia, en nosotros se sintiese, y que después de Nos quedase en los corazones de los hombres para nuestra perpetua deshonra y daño y de nuestros sucesores. Ya oísteis la respuesta pertinaz que Lutero dio ayer en presencia de todos vosotros. Yo os digo, que me arrepiento de haber tanto dilatado de proceder contra el dicho Lutero y su falsa doctrina. Estoy deliberado de no le oir hablar más, y entiendo juntamente dar forma en mandar que sea tomado, guardando el tenor de su salvoconducto, sin le preguntar ni amonestar más de su malvada doctrina, y sin procurar que algún mandamiento se haga de como suso es dicho; e soy deliberado de me conducir y procurar contra él como contra notorio hereje. Y requiero que vosotros os declaréis en este hecho como buenos cristianos, y que sois tenidos de lo hacer como lo habéis prometido. Hecho en Bormes a 19 de abril de 1521, de mi mano. Yo el Rey». (Texto tomado de Prudencio de Sandoval, Historia del emperador Carlos V, Pamplona: 1614-18, lib. 10, cap. 10; ed. 1846, III, pp. 322-24. Debo su conocimiento a la doctora María Luisa Álvarez y Cañas, investigadora y docente en la Universidad de Alicante).

Lutero, finalmente, no fue encarcelado, ni siquiera detenido. Tras la declaración imperial del 19 de abril, que comprometía gravemente su libertad, fue protegido secretamente por Federico de Sajonia, uno de los príncipes electores del Imperio. Este señor, de amplia cultura, había votado a Carlos como Emperador y era de religión católica, pero también estaba fascinado por la personalidad del fraile agustino, de quien fue un auténtico mecenas a partir de entonces. Los lectores de novelas interesados en estos asuntos tienen a su disposición El caballero de Sajonia, de don Juan Benet, uno de los escritores españoles más citados y menos leídos, a menudo por la complejidad de sus textos, aunque la novela mencionada es ciertamente accesible. Hechos de tanta trascendencia merecen el conocimiento de todos.

 

Víctor Espuny.

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