Curioso
y descorazonador libro. Hace algunos años leí en algún sitio que con buenas
intenciones no se escriben buenas novelas. No sé si será cierto. El inmoralista, desde luego, está bien
escrita, posee estremecedoras imágenes poéticas, es arte. Consiste también en
un entretenido viaje desde Normandía hasta el sur de Argelia. Pero es más que eso.
Desde luego, entiendo que
todos poseemos —debíamos poseer— un compromiso ético al que nos debemos. Un
héroe novelesco que antepone sus querencias sexuales a la salud de su mujer no
resulta atractivo, ni siquiera como antítesis de cómo le gustaría ser a uno. Uno
puede descubrir una vez casado con una mujer que le gustan los hombres y luchar por
convertirse en ese nuevo hombre que quiere ser, por qué no, pero eso no tiene
por qué implicar el olvido de su esposa, gravemente enferma. El inmoralista no es una novela que sea
leída con gusto por personas de educada sensibilidad, entre otras cosas por el
trato cercano a la pederastia que el protagonista tiene con los niños. Existe una
corriente en la literatura europea al menos desde el siglo XIX que se recrea en
las deformidades morales, pero en este caso las acciones no aparecen
acompañadas de una censura más o menos explícita sino casi de un aplauso. Todo
vale para la consecución del placer. El protagonista, como si se tratara de un
héroe concebido por Nietzsche, es individualista hasta la médula y se cree por
encima de todo y de todos —el dinero, las propiedades, la familia—, una especie
de superhombre que no necesita rendir cuentas a nadie. No se trata de pensar en
conceptos o mandamientos religiosos pero sí en una conciencia ética sin la cual
la sociedad sería una selva en la que solo sobrevivirían los más fuertes y
egoístas.
La novela posee evidentes
puntos en común con creaciones de otros autores —de Óscar Wilde pero sin su
precioso humor (autor recreado en la novela de Gide en el personaje llamado
Ménalque)—, y parece presagiar obras ambientadas en el Magreb firmadas por Juan
Goytisolo y Paul Bowles, este último autor de vida realmente novelesca.
El
inmoralista es una lectura que no aconsejaría a alguien
demasiado joven o impresionable.
André Gide,
El inmoralista. Edición y traducción
de Margarita Carbayo. Madrid, Cátedra, 1988. [L’Inmoraliste, 1902].
Imagen:
Mercado de Biskra, oasis argelino en las puertas del Sahara frecuentado por
artistas franceses desde el siglo XIX (quartierlatin.paris).
Víctor
Espuny.
No hay comentarios:
Publicar un comentario