jueves, 3 de diciembre de 2020

El inmoralista, de André Gide

 

            Curioso y descorazonador libro. Hace algunos años leí en algún sitio que con buenas intenciones no se escriben buenas novelas. No sé si será cierto. El inmoralista, desde luego, está bien escrita, posee estremecedoras imágenes poéticas, es arte. Consiste también en un entretenido viaje desde Normandía hasta el sur de Argelia. Pero es más que eso.

Desde luego, entiendo que todos poseemos —debíamos poseer— un compromiso ético al que nos debemos. Un héroe novelesco que antepone sus querencias sexuales a la salud de su mujer no resulta atractivo, ni siquiera como antítesis de cómo le gustaría ser a uno. Uno puede descubrir una vez casado con una mujer que le gustan los hombres y luchar por convertirse en ese nuevo hombre que quiere ser, por qué no, pero eso no tiene por qué implicar el olvido de su esposa, gravemente enferma. El inmoralista no es una novela que sea leída con gusto por personas de educada sensibilidad, entre otras cosas por el trato cercano a la pederastia que el protagonista tiene con los niños. Existe una corriente en la literatura europea al menos desde el siglo XIX que se recrea en las deformidades morales, pero en este caso las acciones no aparecen acompañadas de una censura más o menos explícita sino casi de un aplauso. Todo vale para la consecución del placer. El protagonista, como si se tratara de un héroe concebido por Nietzsche, es individualista hasta la médula y se cree por encima de todo y de todos —el dinero, las propiedades, la familia—, una especie de superhombre que no necesita rendir cuentas a nadie. No se trata de pensar en conceptos o mandamientos religiosos pero sí en una conciencia ética sin la cual la sociedad sería una selva en la que solo sobrevivirían los más fuertes y egoístas.

La novela posee evidentes puntos en común con creaciones de otros autores —de Óscar Wilde pero sin su precioso humor (autor recreado en la novela de Gide en el personaje llamado Ménalque)—, y parece presagiar obras ambientadas en el Magreb firmadas por Juan Goytisolo y Paul Bowles, este último autor de vida realmente novelesca.

El inmoralista es una lectura que no aconsejaría a alguien demasiado joven o impresionable.

 

André Gide, El inmoralista. Edición y traducción de Margarita Carbayo. Madrid, Cátedra, 1988. [L’Inmoraliste, 1902].

 

Imagen: Mercado de Biskra, oasis argelino en las puertas del Sahara frecuentado por artistas franceses desde el siglo XIX (quartierlatin.paris).

 

Víctor Espuny.

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