sábado, 8 de junio de 2019

El arrebato de Lol V. Stein, de Marguerite Duras


M. Duras en su juventud (F.: savoirs.rfi.rf)

            Todos hemos conocido víctimas del desengaño amoroso. Puede que nosotros lo hayamos sido también. A menudo, en palabras de Duras, han sido «jóvenes abandonadas, enloquecidas por otros». En una sociedad en la que conviven personas de muy distintas sensibilidades, esos jóvenes desengañados, y descentrados por ese desengaño, han sido vistos y tratados por los más insensibles, por los menos empáticos, como locos peligrosos, como personas de conducta imprevisible, potencialmente peligrosa. Puestos a intentar relatar la historia de ese desengaño, y de una posible rehabilitación sicológico-emocional, creo que lo más tentador, y quizá más fácil, en cuanto narradores sea usar el punto de vista de la persona desengañada y profundamente infeliz. Su punto de vista entre otros, pero también el suyo. Sin embargo, en El arrebato de Lol V. Stein —Lol es apócope de Lola— el punto de vista de la protagonista no aparece en ningún momento. El narrador, a veces externo, a veces encarnado en uno de los personajes —Jacques Hold—, no puede sino emitir hipótesis, contar cómo fueron las cosas pero de forma vaga e insegura. Además, y quizá sea el mayor logro de esta novela, el narrador insiste una y otra vez en la fragilidad de su testimonio, creado a partir de su imaginación. Él no sabe realmente cómo fueron las cosas. Si se fijan parece algo muy distinto a lo que suele ocurrir en la realidad. Cuando vemos pasar a esa persona cabizbaja, infeliz, que ha descuidado su aseo personal y huye del contacto con los demás, tendemos a creer y propagar —digo tendemos por generalizar— lo que nos han contado, como si alguien en un momento dado hubiese sido capaz de ver a plena luz del día el interior de ese pobre desengañado. En eso somos crueles e ignorantes.
            En El arrebato de Lol V. Stein la protagonista sufre un desengaño provocado por la inmadurez de su pareja, un joven aún no preparado para un compromiso. Ese desengaño, ocurrido durante un baile, se insinúa en la primera página y se muestra pocas páginas después. El resto de la novela, corta pero muy intensa, relata la manera en que Lola V. Stein intenta superar su desengaño. La acción transcurre en poblaciones imaginarias —U. Bridge, S. Tahla, Green Town, etc.— que pueden identificarse con cualquier lugar conocido no excesivamente poblado, donde los encuentros entre las personas sean tan seguidos, la población tan reducida, como para ser factible la existencia de lo que solemos denominar cotilleo, una población donde todos puedan estar enterados del drama de esa pobre muchacha que pasa solitaria.
            Un atractivo especial de la novela es la personalidad de Lol V. Stein. La protagonista resulta ser mucho más fuerte de lo que parece al principio, cuando se muestra débil y muy poco asertiva. Después de diez años de retiro y reflexión vuelve ciertamente transformada, endurecida y poseedora de un punto sexualmente morboso con el que sabe jugar y hacerse valer.
            Destacar también el lirismo del texto, tan bien interpretado por la poetisa Ana María Moix en la traducción. No todos los días entiende uno dónde está «la tristeza rectilínea de un bulevar» o está emocionalmente despierto «cuando llega la aurora con una brutalidad inaudita».
            Muy recomendable.


Marguerite Duras, El arrebato de Lol V. Stein, Barcelona, RBA Editores, 1993. (Le ravissement de Lol V. Stein, 1964). Traducción de Ana María Moix.


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