Playa de Trouville-sur-Mer (Foto: Svend Olling)
Novela
lírica producto de un corazón agradecido. Fue uno de los últimos libros de la gran
escritora francesa Marguerite Duras (1914-1996). En él quedó testimonio de la
manera en que se inició la relación entre Duras y la última persona que
convivió con ella, un admirador suyo, también escritor, llamado Yann Lemée (1952-2014). Lemée, de fuerte influencia durasiana, firmaba sus libros como Yann Andréa. Se
llevaban treinta y ocho años. Después de una larga relación epistolar unilateral
—Duras no contestaba a las cartas—, en 1980 la escritora accedió a
entrevistarse con él, a recibirlo en su casa de Trouville-sur-Mer, y ya no se
separaron hasta la muerte de la escritora. Lemée fue su compañero y su
secretario por el resto de sus días. En su testamento Duras lo nombró su
albacea literario.
La
devoción profesada por Lemée, tan preciosamente humana, tuvo su recompensa. No debió
ser fácil convivir con una persona como Duras, no suele ser fácil la convivencia
con personas de carácter fuerte amantes de la soledad, pero la admiración que
sentía por ella debió ayudarle a superar esos malos momentos, a justificar sus
desplantes o su mal humor. Lemée era homosexual, más sensible, por tanto, que
la media masculina, y quizá ese detalle ayudó a que la convivencia prosperara.
En fin, son elucubraciones mías.
Yann Andréa Steiner cuenta en sus primeras
páginas los pormenores del encuentro de los dos y pasa luego a relatar cómo
ambos imaginan historias. Dos son las principales, ambas relacionadas con el Holocausto.
En la primera, que ocupa menos páginas, se describe, idealizando y poetizando
la situación, a una mujer joven y elegante vestida completamente de blanco que
espera en una estación el tren que la llevará a Auschwitz. La segunda, más
impactante y efectiva desde el punto de vista literario, es la historia que
pasa ante sus ojos soñadores en la playa de Trouville-sur-Mer. Es verano. Una
colonia de niños pobres llena con sus gritos y sus risas la playa cada día. Los
acompañan las monitoras, que les cuentan historias para entretenerlos. Entre
los niños hay uno de seis años, Samuel Steiner, que perdió a sus padres y a su
hermanita durante la guerra, la niña asesinada ante sus ojos. Samuel, de ojos
grises, permanece mudo y no sonríe como los otros niños. Una monitora, Jeanne
Goldberg, se apiada de él, intenta protegerlo y acaba sintiendo por él una
atracción especial. Nunca se separan. Aunque en ningún momento de la novela se manifiesta
de manera explícita, el paralelismo entre las dos historias —Duras/Lemée y
Goldberg/Steiner— es claro. Como en otros libros de Duras, existe una visión
llena de ternura del mundo infantil y un emotivo lirismo en las descripciones
de los actos. La playa con la marea baja aparece como una inmensidad en la que
sólo tiene cabida la belleza.
Europa, sin embargo, vivió una larga y terrible noche y aún se lame las heridas. Libros como este ayudan a no olvidarlo.
Marguerite Duras, Yann Andréa Steiner, Madrid, Alianza Editorial, 2019. (Yann Andréa Steiner, 1992). Traducción
de Manuel de Lope Rebollo.
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