Castillo de Corfe, Dorset, Inglaterra. (Foto: Mark Bauer)
Cuando
uno tiene dentro la semilla de la escritura no puede dejar un día sin ayudar a
su germinación, esto es, si uno siente la necesidad de escribir o lo hace o revienta,
dicho sea en lenguaje poético. Eso me pasa a mí, le pasa a mucha gente. No de
otra manera puede entenderse esta costumbre de escribir comentarios de
todos los libros que leo y me gustan. Así escribo, aunque no sea un texto de
ficción, mi gran empeño. Ahora estoy enfrascado en la redacción de narraciones
más o menos extensas, de una en particular que me está dando unos dolores de
cabeza tremendos con la estructura. Esta actividad de comentarista de lecturas
en cierta forma me sirve de distracción. Vamos a ello.
La
novela Los Cinco y yo está escrita
por una persona de mi edad, algo que en este caso agradezco porque hemos tenido
lecturas comunes. «Carlos me dio a leer a Hermann Hess, a Kafka, a Heinrich Böll,
a Bertolt Brecht» (pág. 106), algunos de los principales autores cuyas obras
circulaban de mano en mano en aquellos fundacionales años setenta, cuando todo
parecía por hacer y nuestro futuro se nos figuraba inmenso. Siddhartha y La metamorfosis nos marcaron a todos profundamente. Pero antes de
todos esos libros, de un nivel intelectual y una calidad superiores, aprendimos
a disfrutar de la lectura con las novelas de Enid Blyton. Yo lo hice, desde
luego. Se las regalaban a mis hermanas mayores y yo iba a su cuarto cuando
ellas no estaban, se las cogía y las leía de tapadillo. Lo mismo hacía con los
libros y tebeos de mis hermanos mayores —Emilio Salgari, Julio Verne, Zane
Grey, Tintín, TBO, La Cordoniz, Hermano Lobo (de los dos últimos entendía
bien poco)—, aunque las novelas de Blyton eran mis favoritas. Por eso he
disfrutado tanto leyendo la novela de Orejudo.
No
sé hasta qué punto esta novela es autobiográfica, todas los son en cierta
medida, pero el conocimiento que Orejudo tiene de las historias que contaba
Blyton en la serie de los Cinco parece de primera mano. Los Cinco y yo comienza siendo una aparente autobiografía —la
familia, el barrio, los compañeros de colegio, de instituto, de universidad— hasta
que hace su irrupción la obra de Blyton en forma de revista universitaria. Aquí
el humorismo de Orejudo juega un papel importante. Uno no puede dejar de
sonreír al imaginar a esos revoltosos universitarios con la cabeza a pájaros
creando una revista en la que se endiosa la obra de Blyton de la misma manera
que se ha hecho con la de Joyce, adorando sus párrafos, analizando cada una de
sus páginas, de sus personajes, como si los libros de Blyton, simples novelas para
consumo juvenil en familias burguesas, merecieran estar entre las más
importantes de la historia de la literatura. Orejudo nos habla en la novela de
personas reales, como el profesor García Berrio, de la generación anterior a la
suya, o del también escritor y profesor universitario Rafael Reig, escritor y
profesor como Orejudo, compañero suyo en la novela y seguramente amigo en la
vida real. A este lo imagina autor de un libro sobre los Cinco titulado After Five reconocido por la crítica
internacional en el que cuenta todos los entresijos de la vida de los tres
hermanos y su prima Georgina, sobre todo cómo les fue cuando se hicieron
mayores. Orejudo pone en boca de los personajes asistentes a los congresos
internacionales que en la novela se celebran sobre la obra de Blyton
calificativos poco honrosos para la autora británica. La imagina amiga de Magda
Goebbels (pág. 156) y no duda en llamarla sexista, racista y fascista (pág. 212),
calificativos seguramente apropiados. Orejudo sigue con la parodia sobre los
grupos de admiradores de la obra de Blyton que acuden a esos congresos cuando
habla con mucha gracia de ellos al decir que caían en «una especie de
recogimiento proustiano» (pág. 212). Ignoro si esos congresos se celebran, no
me extrañaría tal y como es el mundo, pero no es necesario saberlo porque esta
novela, como todas, es simple ficción. Se disfruta de ella considerándola un
mundo en sí mismo, no obligado a ser fiel a la realidad al estar desconectado
de ella, solo a mantener coherencia y verosimilitud.
Una novela, en definitiva, muy
recomendable para todos aquellos que disfrutamos con la lectura de Enid Blyton.
Recuerdo que tras la serie de los Cinco leí la de los Siete, la de Torres de
Malory y no sé cuántas más, pero ninguna como aquella que empezó con Los Cinco y el tesoro de la isla.
Confieso mi admiración por la
capacidad de fabulación de Antonio Orejudo. Simplemente espectacular.
Antonio Orejudo, Los Cinco y yo, Barcelona, Tusquets, 2018.
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