miércoles, 6 de noviembre de 2019

Los Cinco y yo, de Antonio Orejudo


Castillo de Corfe, Dorset, Inglaterra. (Foto: Mark Bauer)

            Cuando uno tiene dentro la semilla de la escritura no puede dejar un día sin ayudar a su germinación, esto es, si uno siente la necesidad de escribir o lo hace o revienta, dicho sea en lenguaje poético. Eso me pasa a mí, le pasa a mucha gente. No de otra manera puede entenderse esta costumbre de escribir comentarios de todos los libros que leo y me gustan. Así escribo, aunque no sea un texto de ficción, mi gran empeño. Ahora estoy enfrascado en la redacción de narraciones más o menos extensas, de una en particular que me está dando unos dolores de cabeza tremendos con la estructura. Esta actividad de comentarista de lecturas en cierta forma me sirve de distracción. Vamos a ello.
            La novela Los Cinco y yo está escrita por una persona de mi edad, algo que en este caso agradezco porque hemos tenido lecturas comunes. «Carlos me dio a leer a Hermann Hess, a Kafka, a Heinrich Böll, a Bertolt Brecht» (pág. 106), algunos de los principales autores cuyas obras circulaban de mano en mano en aquellos fundacionales años setenta, cuando todo parecía por hacer y nuestro futuro se nos figuraba inmenso. Siddhartha y La metamorfosis nos marcaron a todos profundamente. Pero antes de todos esos libros, de un nivel intelectual y una calidad superiores, aprendimos a disfrutar de la lectura con las novelas de Enid Blyton. Yo lo hice, desde luego. Se las regalaban a mis hermanas mayores y yo iba a su cuarto cuando ellas no estaban, se las cogía y las leía de tapadillo. Lo mismo hacía con los libros y tebeos de mis hermanos mayores —Emilio Salgari, Julio Verne, Zane Grey, Tintín, TBO, La Cordoniz, Hermano Lobo (de los dos últimos entendía bien poco)—, aunque las novelas de Blyton eran mis favoritas. Por eso he disfrutado tanto leyendo la novela de Orejudo.
            No sé hasta qué punto esta novela es autobiográfica, todas los son en cierta medida, pero el conocimiento que Orejudo tiene de las historias que contaba Blyton en la serie de los Cinco parece de primera mano. Los Cinco y yo comienza siendo una aparente autobiografía —la familia, el barrio, los compañeros de colegio, de instituto, de universidad— hasta que hace su irrupción la obra de Blyton en forma de revista universitaria. Aquí el humorismo de Orejudo juega un papel importante. Uno no puede dejar de sonreír al imaginar a esos revoltosos universitarios con la cabeza a pájaros creando una revista en la que se endiosa la obra de Blyton de la misma manera que se ha hecho con la de Joyce, adorando sus párrafos, analizando cada una de sus páginas, de sus personajes, como si los libros de Blyton, simples novelas para consumo juvenil en familias burguesas, merecieran estar entre las más importantes de la historia de la literatura. Orejudo nos habla en la novela de personas reales, como el profesor García Berrio, de la generación anterior a la suya, o del también escritor y profesor universitario Rafael Reig, escritor y profesor como Orejudo, compañero suyo en la novela y seguramente amigo en la vida real. A este lo imagina autor de un libro sobre los Cinco titulado After Five reconocido por la crítica internacional en el que cuenta todos los entresijos de la vida de los tres hermanos y su prima Georgina, sobre todo cómo les fue cuando se hicieron mayores. Orejudo pone en boca de los personajes asistentes a los congresos internacionales que en la novela se celebran sobre la obra de Blyton calificativos poco honrosos para la autora británica. La imagina amiga de Magda Goebbels (pág. 156) y no duda en llamarla sexista, racista y fascista (pág. 212), calificativos seguramente apropiados. Orejudo sigue con la parodia sobre los grupos de admiradores de la obra de Blyton que acuden a esos congresos cuando habla con mucha gracia de ellos al decir que caían en «una especie de recogimiento proustiano» (pág. 212). Ignoro si esos congresos se celebran, no me extrañaría tal y como es el mundo, pero no es necesario saberlo porque esta novela, como todas, es simple ficción. Se disfruta de ella considerándola un mundo en sí mismo, no obligado a ser fiel a la realidad al estar desconectado de ella, solo a mantener coherencia y verosimilitud.
Una novela, en definitiva, muy recomendable para todos aquellos que disfrutamos con la lectura de Enid Blyton. Recuerdo que tras la serie de los Cinco leí la de los Siete, la de Torres de Malory y no sé cuántas más, pero ninguna como aquella que empezó con Los Cinco y el tesoro de la isla.
Confieso mi admiración por la capacidad de fabulación de Antonio Orejudo. Simplemente espectacular.

Antonio Orejudo, Los Cinco y yo, Barcelona, Tusquets, 2018.

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