miércoles, 18 de diciembre de 2024

La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches

 

Cartel de una versión televisiva

He pasado un par de días muy agradables leyendo dos comedias de Carlos Arniches. No es igual que verlas representadas, desde luego, pero como sucedáneo la lectura del texto está muy bien. Uno se esfuerza en imaginar, en ver, el escenario y los actores, y la experiencia es casi la misma.

La señorita de Trevélez fue estrenada en el madrileño Teatro de Lara el 14 de diciembre de 1916. Desde el primer día obtuvo un gran éxito de público y de crítica. Fue adaptada el cine por Juan Antonio Bardem, que llamó a su película Calle Mayor. La obra de Arniches, muy divertida, consiste en una crítica de las personas, habitualmente hombres desocupados, con la vida resuelta, que dedicaban su ingenio a hacer bromas a los demás, a veces muy pesadas. Este tipo de parásito social, en verdad no son otra cosa al no ayudar al bienestar de los demás, era muy habitual en las sociedades recreativas de hace un siglo —casinos, ateneos, círculos, etc.— sobre todo en las localidades pequeñas. Siempre había en ellos un gracioso y sus adláteres, dedicados a reírse a costa de los demás. En este caso los objetos de la burla son un rival (Numeriano Galán) del ingenioso guasón (Tito Guiloya) y una mujer soltera ya mayor a la que la naturaleza no dio el atractivo que los hombres superficiales suelen buscar (Florita). Al drama de Florita, que en virtud de la broma se cree objeto de la atención amorosa de un apuesto y elegante joven, hay que añadir el de su hermano y protector (don Gonzalo), un hombre ya maduro que ha permanecido soltero para cuidar de ella y muerde el anzuelo de la manera más pueril, ilusionado al ver a la hermana tan feliz. La obra acaba con una moraleja que algunos críticos de la época creyeron extemporánea, pero no deja de ser interesante para entender la manera de pensar de Arniches, a quien no se puede acusar de superficialidad. Habla a don Gonzalo don Marcelino, una especie de ser clarividente y mentor en la obra: «Pues, si tengo razón, calma tu justa cólera y piensa, como yo, que la manera de acabar con este tipo tan nacional del guasón es defendiendo la cultura. Es preciso matarlos con libros, no hay otro remedio: la cultura modifica la sensibilidad, y cuando estos jóvenes sean inteligentes, ya no podrán ser malos, ya no se atreverán a destrozar el corazón con un chiste, ni a amargar una vida con una broma». (El subrayado es mío).

La obra ha sido repuesta en distintas ocasiones. La última, que yo sepa, en 2008, en el Teatro Amaya de Madrid. Antes, en 1991, lo había sido por el Centre Dramatic de la Generalitat Valenciana; no olvidemos que Arniches era alicantino. En esa ocasión lo fue con la dirección de John Strasberg, el célebre dramaturgo neoyorquino. Está anunciada una nueva reposición en Madrid en febrero de 2025, con la producción del Teatro Fernán Gómez y la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Mañana escribiré sobre ¡Qué viene mi marido!

 

Carlos Arniches, La señorita de Trevélez [y] ¡Qué viene mi marido!, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995. Edición de Andrés Amorós.

 

Víctor Espuny.

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