Fotografía del día del estreno
Hoy les traigo otra de las «tragedias
grotescas» de Carlos Arniches. Fue estrenada en el madrileño Teatro de la
Comedia en el mes de marzo de 1918. Como La señorita de Trevélez y la inmensa
mayoría de las creaciones de corte clásico, la obra se divide en tres actos,
que coinciden con el esquema de planteamiento, nudo y desenlace. En el primero
asistimos al embrollo que supone para una familia madrileña de clase media la
posibilidad de heredar una fortuna a cambio de cumplir unas condiciones muy
exigentes, en el segundo a las consecuencias de haber seguido un plan muy
arriesgado para conseguir cumplirlas y en el tercero a la resolución feliz del
conflicto. Como otras obras de Arniches —resulta complicado encontrar una que
no lo haga, incluso entre los cortos y minusvalorados sainetes—, ¡Que viene
mi marido! contiene un mensaje para el público relacionado con la ética,
con la forma de comportarnos los unos con los otros, en este caso una crítica
de la forma de vivir de los sinvergüenzas, de los aprovechados, y de la avaricia,
esa pasión que lleva a los humanos a olvidar las razones del corazón y los
sentimientos a cambio de conseguir mejoras materiales. La obra es
descacharrante, desternillante, hilarante, muy divertida; busquen cualquier adjetivo
equivalente. Se pasa un gran rato con ella. De forma continua, sobre todo en el
primer acto, aparecen personajes nuevos, cada uno más llamativo que el anterior,
como los integrantes de esa familia de la vecindad que se presentan hasta con los
rulos y el rizador del bigote —recién levantados—con tal de cotillear qué está
pasando, o ese sabio sordo perdido que se empeña en hablar en latín. El
personaje del marido presuntamente difunto, Bermejo —que el día del estreno fue
encarnado por el célebre actor de comedia Juan Bonafé—, representa a la
perfección al caradura, y lo hace con una frescura y una comicidad que arranca
al lector risas continuas. No sé si me equivoco, no soy especialista, ni mucho
menos, pero creo ver en estas obras de Arniches precedentes de aquellas de Álvaro
Carrero que se han representado en el Teatro Muñoz Seca de Madrid en los
últimos años, como En ocasiones veo a Umberto, aunque en el caso de las
obras actuales la intención regeneracionista no exista, sean simple entretenimiento, del bueno, sí, pero solo entretenimiento. Volviendo a la obra de Arniches, las
acotaciones y el contenido de los trabajados diálogos son suficientes para ver
la obra mientras se está leyendo, creando de esta manera en el lector la
ilusión de encontrarse en un teatro. Un obra muy recomendable.
Carlos
Arniches, La señorita de Trevélez [y] ¡Que viene mi marido!,
Madrid, Ediciones Cátedra, 1995. Edición de Andrés Amorós.
Víctor
Espuny.
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