lunes, 2 de diciembre de 2024

Una reflexión ligera sobre El conde de Montecristo

 

Aspecto actual del castillo de If (radio.vinci-autoroutes.com) 

            TVE española emitió en 1969 una serie con este título y ahí estábamos los nacidos en la primera mitad de los sesenta para verla y quedar impresionados por ella. Se trataba de una adaptación realizada por Pedro Gil Paradela y dirigida por Pedro Amalio López. En sus papeles principales estaba interpretada por actores muy activos en aquella época y cuyos nombres resultarán familiares a muchos lectores: José Martín, Pablo Sanz, Fiorella Faltoyano, Emma Cohen y José María Escuer, todos habituales en aquel fantástico programa de teatro televisado llamado Estudio 1. Aquella adaptación de TVE de la novela de Dumas fue quizá la más ambiciosa de la época por el esfuerzo de producción que entrañó, con rodaje en exterior y un encomiable esfuerzo de ambientación. Eso no quita que al contemplarla ahora —está disponible en internet— uno no sienta una especie de decepción melancólica. Para un crío estaba bien, resultaba impresionante, pero a la vista del adulto, y más después del tiempo pasado, la realidad de los pelucones, el estanque de tres metros de profundidad y el cartón piedra es avasalladora. De todas formas, el momento mágico existió. La lucha de Edmundo Dantés por salir del saco-mortaja en el que ha sido arrojado al mar desde el Castillo de If en lugar del abate Faria, esos instantes eternos en los que los niños conteníamos la respiración y creíamos morir ahogados con el héroe de la novela, afirmaron en muchos de nosotros, y para el resto de nuestra vida, el gusto por la ficción. Pero la lectura de la novela, de más de mil cien páginas, resulta abrumadora. Las dos primeras partes en las que está dividida —El castillo de If y Simbad el marino  todavía son amenas y resultan de interés para el lector actual, pero los otros dos tercios de la narración, en los que tanto divagan los autores —Dumas y su equipo—, pueden resultar tediosos y faltos de verosimilitud, perdidos en ese deseo insano de fría venganza que posee al protagonista, muy a propósito para alargar la novela. Quizá por eso el relato funcione mejor en adaptaciones cinematográficas, donde resulta aligerado de tantas subtramas folletinescas y tanta fantasía. En cualquier caso, ahí está disponible esta narración eterna, que entre otros muchos atractivos posee el de situarnos cabalmente en la historia y la geografía del Mediterráneo, sobre todo del occidental, con su riqueza paisajística, idiomática y cultural. La desgraciada historia de amor de Edmundo Dantés y Mercedes —la catalana marsellesa— ha quedado como una de las más notables, por inmortal, de la historia de la literatura.

 

Alejandro Dumas, El conde de Montecristo, Barcelona, Random House, 2014. Traducción de E. V. (Resulta lamentable que se oculte el nombre del traductor).

 

Víctor Espuny.

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