Detalle de Cosacos zaporogos escribiendo
una carta al Sultán. Iliá Repin (1880-1891)
Se trata de un libro de narraciones publicado en 1835. Su autor, Nokolái V. Gógol (1809-1852), de
imaginación y sensibilidad excepcionales, nos deja cuatro relatos muy
diferentes en su temática y muy fáciles de leer.
Tarás
Bulba, el más extenso —ocupa más de la mitad del libro—, es una recreación literaria de las guerras habidas en el siglo XVI entre los
cosacos zaporogos y los polacos y entre los cosacos zaporogos y los tártaros, algunos
de sus enemigos naturales por cuestiones de proximidad. El texto es un claro
ejemplo de ese gusto único de los artistas rusos en las descripciones de sus
inacabables paisajes. Los protagonistas absolutos del relato son los cosacos,
en especial Tarás Bulba y sus dos hijos, Ostap y Andréi. El padre es una
persona que ama y respeta las tradiciones de su pueblo. Defiende el
cristianismo ortodoxo, persigue a los judíos, es rudo, a veces bestial, una
peligrosa carga de testosterona que solo atiende a emborracharse y a partirse
el alma con quien sea. Ostap, el mayor, es como el padre. El contraste que genera tensión narrativa, y mucha, se crea con Andréi, un punto menos rudo y grosero,
lo suficiente para sentir la herida del amor. Dado el carácter épico del
relato, sus páginas contienen innumerables descripciones de encuentros
guerreros y, en general, actos violentos, muchos de ellos de clara y atractiva
influencia homérica tanto en su desarrollo como en el uso de imágenes
literarias —comparaciones— similares. La Iíada
está detrás de muchas de sus páginas. También cabe destacar la influencia
evangélica en el momento culminante de la vida de Ostap.
Tarás
Bulba posee pasajes realmente sobrecogedores.
Terratenientes
de antaño es una delicada fábula sobre los últimos años de
existencia de un matrimonio ya mayor propietario de una finca de la que come
toda la comarca a sus espaldas. Apoyados el uno en el otro, se aman con
generosidad y viven pendientes de unos placeres de la mesa en verdad
pantagruélicos.
Vi
pertenece al género de terror de temática religiosa, esto es, el relacionado
con la existencia del diablo y sus grandes poderes para hacer el mal. Cuenta
cómo era la existencia de los seminaristas de la época, estudiantes en la
ciudad de Kiev. Está al mismo nivel que las narraciones más escalofriantes que
uno pueda recordar, incluidas las cinematográficas.
Por
qué discutieron Iván Ivánovich e Iván Nikíforovich, el
último de los relatos, es muy divertido, a ratos hilarante. Cuenta cómo era la
vida en Mírgorod, una población inventada pero asimilable con muchas
localidades rurales de la Ucrania de aquella época, lugares atrasados, sucios y
gobernados por personas venales mantenidas por una administración de justicia
muy, pero que muy, lenta. Básicamente nos habla de la testarudez humana.
En definitiva, un libro muy
recomendable. Recoge las experiencias de Gógol como burócrata de la administración zarista y
miembro de una familia de pequeños propietarios rurales. En su clara inclinación por el
relato de la vida de esos propietarios de tierras aislados de las capitales, en
la comodidad que parece adivinarse en la escritura de los relatos dedicados a
ellos y en las ingeniosas descripciones de personajes excesivos está ya
anunciada su novela Las almas muertas,
que escribiría poco después.
El apasionante mundo de la
historia de la literatura se extiende ante nosotros. Está ahí, disponible, al
alcance de la mano.
Nikolái V. Gógol, Mírgorod, Barcelona, Alba Editorial, 2019. Traducción de Víctor
Gallego Ballestero.
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