Al
fin, después de la travesía del desierto, van abriendo los cines. Acude muy
poca gente, solo los incondicionales de la pantalla grande. El ritual ha
cambiado. El portero te toma la temperatura con uno de esos termómetros cuyo
uso te hace sentir apuntado por un arma, luego chequea la entrada con un lector
de código de barras y, tras indicarte amablemente dónde está tu sala, te
recuerda el uso obligatorio de la mascarilla durante toda la estancia en el establecimiento.
Cero contacto, relajación nula. El ambigú está cerrado, no puedes tomar nada, y
tampoco tienes a tu disposición hojas donde leer un poco sobre la película
mientras empieza la proyección. Ir al cine durante la pandemia es un profundo
acto de fe.
Este
fin de semana, convenientemente enmascarado, he podido ver Todo pasa en Tel Aviv. Se trata de una divertida comedia con muy
buenas intenciones. Uno se pregunta desde hace mucho tiempo hasta cuándo va a
durar el conflicto entre palestinos e israelíes y sueña con su final. El
director y coguionista de esta película ha vivido en sus carnes el conflicto
desde su nacimiento e intenta con este bonito cuento mostrar una vía de
entendimiento entre ambos pueblos, un espacio completamente alejado de las
ametralladoras y las personas-bomba: el arte. Sé que existen empresas artísticas
donde se coaligan israelíes y palestinos, como orquestas mixtas y grupos de
artistas plásticos. La película muestra otra vía, la cinematográfica. Ninguno
de los personajes protagonistas, Assi, el militar israelí, y Salam, el palestino
guionista accidental de una serie televisiva, parecen conscientes de ello, pero
la relación que establecen muestra el camino para la terminación del conflicto.
El paso siguiente tendrá que ser la formación de parejas mixtas. Solo la
creatividad y el amor acaban con las luchas. Parafraseando el conocido mandato
de los sesenta, paz, amor e imaginación.
Kais
Nashef, actor palestino, encarna a Salam, el protagonista. Nashef realiza un
papel tan convincente que uno acaba enamorándose de un tipo tan desastroso, en
apariencia un incompetente sin remedio. Yaniv Biton, israelí, encarna a Assi,
el típico militar incapaz de mostrar la humanidad oculta tras tanta marcialidad
y disciplina. Ambos bordan sus papeles. Lo mismo podría decirse de todos los
secundarios, entre los que cabe destacar a Maisa Abd Elhadi, que encarna a
Mariam, novia de Salam, una actriz de profunda fotogenia y buenas dotes actorales,
y al sólido y veterano Nadim Sawalha, en la película Bassam, tío de Salam.
Película
bondadosa, optimista y muy recomendable.
Todo
pasa en Tel Aviv (Tel
Aviv on Fire). Luxemburgo, 2018. En la producción intervinieron empresas de
varios países. Dirigida por Sameh Zoabi.
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